lunes, febrero 09, 2015

El libro de Thomas Piketty

Piketty es el nombre de un economista francés que se ha hecho muy popular a lo largo del último año, lo que tiene su mérito, no tanto por ser economista, como por no serlo anglosajón, en un mundo en el que todo lo escrito en inglés tiene preminencia, sea lo mejor o no. Ensalzado desde la izquierda como un nuevo profeta, catalogado por la derecha como un extremista, su gran libro “El capital en el siglo XXI” genera controversia allá donde se publica, se vende como si fuera un best seller, y por su dimensión asusta al lector que, teme perderse entre tanto texto y gráfica. Yo soy uno de los muchos que se lo han comprado y, sorpresa, leído.

Cierto es que no es un libro muy sencillo para leer, empezando porque la edición española, hecha en Méjico por Fondo de Cultura Económica, tiene una traducción llamémosla peculiar. Pero yendo al fondo del asunto, el libro es sencillo de entender. Defiende Piketty que el capitalismo genera, de manera necesaria, un grado de desigualdad elevado, pese a que en su seno haya fuerzas que la favorecen o la frenan. Además, y dado que la tasa de rendimiento del capital ( r) es mayor que la del crecimiento de la economía, (g) l atendencia a acumular capitales será imparable, y eso generará una sociedad de rentistas, como la que existía en gran parte de occidente en el siglo XIX. Para él las dos guerras mundiales, que destruyeron inmensas cantidades de capital y desvirtuaron las propiedades, y los años dorados de la postguerra, con grandes crecimientos económicos y consolidación de las clases medias, son un periodo extraño en la historia, que desde hace unos años, y cada vez de manera más acelerada, vuelve por donde solía, incrementado la desigualdad y, gracias a esa ley enunciada de r > g, generando una nueva clase de superricos que cada vez poseen más frente a una menguante clase media y a una cada vez mayor masa de personas que poseen menor proporción de la riqueza a medida que avanza el tiempo. La mayor parte del libro consiste en un análisis histórico de países y zonas mundiales para ver si ese patrón que él comenta se cumple, para lo cual ha realizado el complejo (y supongo que extenuante) trabajo de reconstrucción de series históricas de PIB, riqueza, renta y otras variables, dado que para algunas naciones esos datos son consistentes y muy penetrantes en el tiempo (Francia por ejemplo) pero no es lo habitual en el resto de casos. Una vez que el estudio histórico está terminado, y le da la razón, Piketty termina su obra proponiendo remedios para luchar contra esa desigualdad creciente, remedios que basa en dos pilares. Uno es la educación, que es el mayor de los ascensores sociales, de calidad y acceso universal, que permita que personas de todas las clases puedan adquirir conocimientos y contactos, y otra es la de imponer impuestos muy altos para gravar el rendimiento de la riqueza y que hagan que esa inecuación de r > g se convierta en igualdad. La lectura del libro, en su conjunto, no es aburrida pero tampoco resulta ágil, y hay pasajes comparativos entre estadísticas históricas que son realmente densos y aburridos. Sin embargo, y pese a que no comparto de fondo la teoría que expone Piketty, el libro tiene el mérito de poner sobre la mesa el complejo tema de la desigualdad, que resulta de por sí muy difícil de medir e interpretar, y comparto su postura, que es la más aceptada, de que el igualitarismo puro es absurdo, que una desigualdad moderada, que reconoce los méritos que se puedan alcanzar entre personas que son diferentes es correcta, y que una desigualdad abusiva es contraproducente. Cómo medir ese grado de desigualdad es lo difícil.

La principal crítica que le hago a Piketty tiene dos argumentos. Uno es su intención de generalizar un problema y, mediante la extracción de algo similar a una ley (r > g) lograr la explicación de un asunto que, como todos los económicos, es de enorme complejidad y producto de numerosos factores, en los que sí están r y g, pero también otras muchas variables. El otro es que, mientras que la educación sí es una solución para este (y otros) problemas, la solución impositiva no lo es, y acaba generando fraudes, evasión, competencia fiscal y efectos perniciosos de muy hondo calado. En este sentido el libro falla en sus recomendaciones, que no están a la altura del resto. En su conjunto es una obra que merece la pena ser leída, no sólo comprada.

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