Piketty es el nombre de un
economista francés que se ha hecho muy popular a lo largo del último año, lo
que tiene su mérito, no tanto por ser economista, como por no serlo anglosajón,
en un mundo en el que todo lo escrito en inglés tiene preminencia, sea lo mejor
o no. Ensalzado desde la izquierda como un nuevo profeta, catalogado por la
derecha como un extremista, su gran libro “El capital en el siglo XXI” genera
controversia allá donde se publica, se vende como si fuera un best seller, y
por su dimensión asusta al lector que, teme perderse entre tanto texto y gráfica.
Yo soy uno de los muchos que se lo han comprado y, sorpresa, leído.
Cierto es que no es un libro muy
sencillo para leer, empezando porque la edición española, hecha en Méjico por
Fondo de Cultura Económica, tiene una traducción llamémosla peculiar. Pero
yendo al fondo del asunto, el libro es sencillo de entender. Defiende Piketty
que el capitalismo genera, de manera necesaria, un grado de desigualdad
elevado, pese a que en su seno haya fuerzas que la favorecen o la frenan. Además,
y dado que la tasa de rendimiento del capital ( r) es mayor que la del
crecimiento de la economía, (g) l atendencia a acumular capitales será
imparable, y eso generará una sociedad de rentistas, como la que existía en
gran parte de occidente en el siglo XIX. Para él las dos guerras mundiales, que
destruyeron inmensas cantidades de capital y desvirtuaron las propiedades, y
los años dorados de la postguerra, con grandes crecimientos económicos y consolidación
de las clases medias, son un periodo extraño en la historia, que desde hace
unos años, y cada vez de manera más acelerada, vuelve por donde solía,
incrementado la desigualdad y, gracias a esa ley enunciada de r > g,
generando una nueva clase de superricos que cada vez poseen más frente a una
menguante clase media y a una cada vez mayor masa de personas que poseen menor
proporción de la riqueza a medida que avanza el tiempo. La mayor parte del
libro consiste en un análisis histórico de países y zonas mundiales para ver si
ese patrón que él comenta se cumple, para lo cual ha realizado el complejo (y
supongo que extenuante) trabajo de reconstrucción de series históricas de PIB,
riqueza, renta y otras variables, dado que para algunas naciones esos datos son
consistentes y muy penetrantes en el tiempo (Francia por ejemplo) pero no es lo
habitual en el resto de casos. Una vez que el estudio histórico está terminado,
y le da la razón, Piketty termina su obra proponiendo remedios para luchar contra
esa desigualdad creciente, remedios que basa en dos pilares. Uno es la educación,
que es el mayor de los ascensores sociales, de calidad y acceso universal, que
permita que personas de todas las clases puedan adquirir conocimientos y
contactos, y otra es la de imponer impuestos muy altos para gravar el
rendimiento de la riqueza y que hagan que esa inecuación de r > g se convierta
en igualdad. La lectura del libro, en su conjunto, no es aburrida pero tampoco
resulta ágil, y hay pasajes comparativos entre estadísticas históricas que son
realmente densos y aburridos. Sin embargo, y pese a que no comparto de fondo la
teoría que expone Piketty, el libro tiene el mérito de poner sobre la mesa el
complejo tema de la desigualdad, que resulta de por sí muy difícil de medir e
interpretar, y comparto su postura, que es la más aceptada, de que el
igualitarismo puro es absurdo, que una desigualdad moderada, que reconoce los méritos
que se puedan alcanzar entre personas que son diferentes es correcta, y que una
desigualdad abusiva es contraproducente. Cómo medir ese grado de desigualdad es
lo difícil.
La principal crítica que le hago a Piketty tiene
dos argumentos. Uno es su intención de generalizar un problema y, mediante la
extracción de algo similar a una ley (r > g) lograr la explicación de un
asunto que, como todos los económicos, es de enorme complejidad y producto de
numerosos factores, en los que sí están r y g, pero también otras muchas
variables. El otro es que, mientras que la educación sí es una solución para
este (y otros) problemas, la solución impositiva no lo es, y acaba generando
fraudes, evasión, competencia fiscal y efectos perniciosos de muy hondo calado.
En este sentido el libro falla en sus recomendaciones, que no están a la altura
del resto. En su conjunto es una obra que merece la pena ser leída, no sólo
comprada.
No hay comentarios:
Publicar un comentario