viernes, febrero 27, 2015

Destruir arte, signo de los bárbaros

Armados con mazas, martillos, radiales y taladros, un grupo de barbudos enturbantados entran en las salas de un museo, en el que las piezas, esculturas de diversos tamaños, se encuentran en lo alto de sus pedestales o directamente sobre el suelo. Poco a poco, empezando por las más pequeñas, las arrojan, las tiran desde su posición, causándoles graves daños en la caída, pero eso es sólo el principio. Usando sus instrumentos con la mayor de las sañas posibles, aporrean con fuerza desatada a las figuras, ya en el suelo o aún erguidas, y no paran hasta destruirlas. Y se regocijan en su barbarie mientras el suelo se llena de escombros.

Dije hace tiempo que el islamismo fanático de DAESH, que es como debe denominarse a esa basura autoproclamada como Estado islámico, es el nazismo de nuestro tiempo. Su obsesión por la violencia, su afán destructivo, su cosmovisión fanática, iluminada y absoluta, tiene muchos puntos en común con la ideología que espoleó Hitler y que llevó a Europa a su destrucción. Y en ambos casos, porque en este mundo todo está inventado, los métodos son muy similares. Exterminio de los enemigos, campos de concentración, violación, abuso y trata de mujeres, asesinatos crueles, y también, como no, la destrucción del arte. En aquel caso se acusaba a los artistas modernos de ser degenerados, y sus obras se insultaban, y a los escritores que no eran consentidos por el régimen se les perseguía y los libros por ellos escritos se acumulaban en pilas que eran quemadas en medio de la orgía de satisfacción de los energúmenos que se congregaban ante actos de tal vileza. Pues bien, ochenta años después de aquello, observamos las mismas escenas. Esta vez no nos enteramos directamente por las páginas impresas de un periódico, o por una emisión de radio con interferencias, sino por internet, por una grabación en vídeo, producida como todas las suyas con esmero, a través de la más alta tecnología, pero el mensaje es el mismo que el de hace décadas, siglos o milenios. La barbarie, que anida en todos nosotros, siempre está dispuesta a ser amaestrada por quien mejor la sepa utilizar, y una vez desatada es imparable. Esos destructores de arte, esos asesinos de personas, no tienen como dicen muchos las cabezas huecas, vacías, no. Es mucho peor, las tienen llenas de odio, de fanatismo, de ideas basura, de infamias, de mentiras, en las que un supuesto Dios, vejado hasta el absurdo, les pide que cometan lo que todas las religiones califican de pecados absolutos y los que todos los no religiosos entenderían como tales. Su odio les ciega, y nada les frenará en su afán de destrucción si no es algo que se les enfrente, algo que impida que sigan, sala en sala del museo, pueblo en pueblo de la llanura iraquí, destrozando, matando, persiguiendo y arrasando lo que encuentren a su paso. Ayer fueron estatuas en Mosul, hoy quizás los aldeanos de una localidad, mañana los recursos naturales de una comunidad, y así hasta que su fanatismo agote todo lo que encuentre a su paso o alguien les pare, como sucedió con los nazis en el pasado o con hordas similares que, a lo largo de los siglos, han utilizado las mismas y aborrecibles prácticas. Y es que en el campo del salvajismo casi todo está inventado. La moderna tecnología sólo refina las tácticas y permite conocer sus resultados con mayor velocidad.

En 2013 visité Berlín, y un lugar obligado en el que estar, y más tratándose de un “letraherido” como yo, era la Bebelplatz, sita muy cerca del Teatro de la Ópera y de Unter den Linden, en lo que fue el este de la ciudad. Allí en 1933 tuvieron lugar esas escenas que todos recordamos de libros ardientes, multitudes enfervorizadas arrojándolos con pasión, y jerarcas nazis, organizadores de aquel acto, regodeándose ante el monstruo que estaban creando. En aquel entonces nada hicimos para impedir que ese monstruo se frenase, y no lo entendía, y cuando lo intentamos fue demasiado tarde, y la II Guerra Mundial comenzó. Hoy, en otro contexto, la historia, cruel, parece repetirse, y el nuevo monstruo que quema libros y mata personas tampoco encuentra a quien le frene. Y no lo entiendo.


Subo a Elorrio el fin de semana y me cojo dos días de vacaciones. Si no hay problemas, el siguiente artículo será el miércoles 4 de marzo.

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