miércoles, febrero 11, 2015

Nuestra energía puede provenir de las bacterias

La bajada del precio del petróleo nos devuelve, por una temporada, a un mundo ficticio de energía abundante y barata, pero es evidente que vivir de quemar combustibles fósiles es algo que tiene poco futuro. Tarde o temprano tenemos que conseguir transforma nuestra sociedad hacia un modelo que pueda vivir de fuentes limpias y seguras, como la electricidad, o el mismo sol, nuestra principal vía de obtención energética. Pero ¿cómo lograrlo? La respuesta es complicada. Hasta ahora hemos usado la energía solar como fuente térmica y eléctrica, pero con resultados bastante discretos, la verdad.

Además, como es bien sabido, el enorme problema de la electricidad es que resulta muy difícil almacenarla. Nuestras baterías no duran casi nada y hacen que los aparatos móviles o portátiles lo sean muy poco, colgando de ellos el perenne cargador cada poco rato. Se está investigando mucho en la creación de nuevas baterías en base a materiales como el grafeno, que podrían disparar su capacidad y rendimiento, pero eso aún está muy verde. Precisamente en el mundo verde tenemos el ejemplo, en todo momento, de que se puede obtener energía directamente del sol. Las plantas, mediante esa maravilla llamada fotosíntesis, logran sintetizar azúcares y compuestos necesarios para sobrevivir gracias a la luz solar. La biología ha encontrado la manera de producir energía directamente del sol ¿por qué no recurrir, por tanto, a la biología, replicándola, para hacer nosotros lo mismo? Esta idea está detrás de múltiples trabajos en todo el mundo que, jugando con bacterias manipuladas de una u otra manera, tratan de convertirlas en “máquinas” que hagan trabajos que actualmente no son posibles. El plástico que utilizamos en todo momento no es biodegradable, es eterno arrojado en un vertedero. Si logramos crear una bacteria que se lo “coma” podemos construir una planta de reciclaje de plásticos. Y así se abre la posibilidad a que muchos problemas, actualmente insolubles, puedan realizarse. Ayer se supo que un laboratorio de EEUU ha logrado, usando esta tecnología de la modificación bacteriana, transformar la energía solar en un biocombustible. Supongo que el proceso será complejo, pero la base es que mediante energía solar se consigue separar las moléculas de agua en sus partes de hidrógeno y de oxígeno, y mediante nuestra herramienta biológica, una bacteria alterada, ese hidrógeno se convierte en isopropanol, un alcohol que puede ser utilizado como combustible y que, en condiciones normales, se presenta en forma líquida, pudiendo ser por tanto transportado y almacenado utilizando toda la infraestructura logística de la que disponemos en la actualidad (tanques, tuberías, camiones, conducciones, etc). En el fondo, más allá de las reacciones, pasos intermedios y demás productos que sean necesarios para realizar este proceso, lo que han conseguido los investigadores norteamericanos es desarrollar una fotosíntesis artificial. No olvidemos que las plantas también necesitan apoyo externo para crecer, especialmente nitrógeno, que es la base de todos los fertilizantes, y que a igualdad de condiciones de luz, temperatura y agua, más nitrógeno implica más crecimiento. Aquí el nitrógeno será sustituido por otros materiales, según cuentan los investigadores más baratos que otras técnicas anteriores basadas en el uso de metales pesados o preciosos, pero el resultado global del experimento, en su conjunto, suena muy bien. Ahora se trataría de ir viendo cuáles son en detalle sus fases, sus costes, su grado de eficiencia energética, y demás cuestiones, pero la posibilidad de fabricar combustible utilizando la luz solar, algo que pudiera parecer un absurdo, es desde ayer nueva, atractiva y, potencialmente, revolucionaria posibilidad.

En general, y pese a que no se le de mucho bombo, la bilogía puede ser una de las ciencias que revolucione por completo el siglo en el que nos encontramos. A medida que avanzamos, a una velocidad pasmosa, en el conocimiento de cómo funcionan y se pueden utilizar los mecanismos genéticos, las posibilidades de construir organismos biológicos que hagan tareas insospechadas se convierte en una posibilidad fascinante. Si el siglo XIX fue el de la mecánica y el XX el de la electrónica, no duden de que este XXI también lo será el de la biomecánica, o el de la biología a secas, con todas las variantes que ustedes puedan imaginarse. Sí, la noticia de ayer fue realmente buena, y esperanzadora. Ese el camino que debemos seguir.

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