La bajada del precio del petróleo
nos devuelve, por una temporada, a un mundo ficticio de energía abundante y
barata, pero es evidente que vivir de quemar combustibles fósiles es algo que
tiene poco futuro. Tarde o temprano tenemos que conseguir transforma nuestra
sociedad hacia un modelo que pueda vivir de fuentes limpias y seguras, como la
electricidad, o el mismo sol, nuestra principal vía de obtención energética. Pero
¿cómo lograrlo? La respuesta es complicada. Hasta ahora hemos usado la energía solar
como fuente térmica y eléctrica, pero con resultados bastante discretos, la
verdad.
Además, como es bien sabido, el
enorme problema de la electricidad es que resulta muy difícil almacenarla.
Nuestras baterías no duran casi nada y hacen que los aparatos móviles o portátiles
lo sean muy poco, colgando de ellos el perenne cargador cada poco rato. Se está
investigando mucho en la creación de nuevas baterías en base a materiales como
el grafeno, que podrían disparar su capacidad y rendimiento, pero eso aún está muy
verde. Precisamente en el mundo verde tenemos el ejemplo, en todo momento, de
que se puede obtener energía directamente del sol. Las plantas, mediante esa
maravilla llamada fotosíntesis, logran sintetizar azúcares y compuestos
necesarios para sobrevivir gracias a la luz solar. La biología ha encontrado la
manera de producir energía directamente del sol ¿por qué no recurrir, por
tanto, a la biología, replicándola, para hacer nosotros lo mismo? Esta idea está
detrás de múltiples trabajos en todo el mundo que, jugando con bacterias manipuladas
de una u otra manera, tratan de convertirlas en “máquinas” que hagan trabajos
que actualmente no son posibles. El plástico que utilizamos en todo momento no
es biodegradable, es eterno arrojado en un vertedero. Si logramos crear una
bacteria que se lo “coma” podemos construir una planta de reciclaje de plásticos.
Y así se abre la posibilidad a que muchos problemas, actualmente insolubles,
puedan realizarse. Ayer
se supo que un laboratorio de EEUU ha logrado, usando esta tecnología de la modificación
bacteriana, transformar la energía solar en un biocombustible. Supongo que el
proceso será complejo, pero la base es que mediante energía solar se consigue separar
las moléculas de agua en sus partes de hidrógeno y de oxígeno, y mediante
nuestra herramienta biológica, una bacteria alterada, ese hidrógeno se
convierte en isopropanol, un alcohol que puede ser utilizado como combustible y
que, en condiciones normales, se presenta en forma líquida, pudiendo ser por
tanto transportado y almacenado utilizando toda la infraestructura logística de
la que disponemos en la actualidad (tanques, tuberías, camiones, conducciones,
etc). En el fondo, más allá de las reacciones, pasos intermedios y demás
productos que sean necesarios para realizar este proceso, lo que han conseguido
los investigadores norteamericanos es desarrollar una fotosíntesis artificial.
No olvidemos que las plantas también necesitan apoyo externo para crecer,
especialmente nitrógeno, que es la base de todos los fertilizantes, y que a
igualdad de condiciones de luz, temperatura y agua, más nitrógeno implica más
crecimiento. Aquí el nitrógeno será sustituido por otros materiales, según
cuentan los investigadores más baratos que otras técnicas anteriores basadas en
el uso de metales pesados o preciosos, pero el resultado global del
experimento, en su conjunto, suena muy bien. Ahora se trataría de ir viendo cuáles
son en detalle sus fases, sus costes, su grado de eficiencia energética, y demás
cuestiones, pero la posibilidad de fabricar combustible utilizando la luz
solar, algo que pudiera parecer un absurdo, es desde ayer nueva, atractiva y,
potencialmente, revolucionaria posibilidad.
No hay comentarios:
Publicar un comentario