Si se acuerdan, Grecia era un
tema recurrente la pasada semana. Las negociaciones con la UE y el tira y
afloja depararon momentos de gran incertidumbre y tensión. Finalmente, como
muchos esperábamos, se alcanzó un acuerdo que prorrogaba cuatro meses más la
situación actual, tiempo en principio suficiente para renegociar un nuevo
rescate con renovadas condiciones y compromisos. Lo importante de este acuerdo
no es sólo el hecho en sí de alcanzarlo, sino lo que ha supuesto de cara a las
iniciales aspiraciones griegas, llenas de promesas que, al final, se han convertido
en frustración.
Sí, Syriza trató de jugar sus
cartas hasta el límite de lo posible, que era muy poco. Con una economía
arruinada, necesitada del dinero de la UE como lo es un enfermo terminal de las
máquinas que lo mantienen en vida, las amenazas de Varoufakys y demás miembros
del nuevo gobierno resultaban ser poco más que faroles, y todos los jugadores
de la mesa así lo veían. Al
final el acuerdo supone mandar a la basura gran parte de las promesas,
irresponsables, que se hicieron durante la campaña electoral, en la que se
dijo a los votantes lo que querían oír en sus hastiados y apáticos oídos, a
sabiendas, seguramente, de que no se podría cumplir nada. Tras llegar al gobierno
la táctica de Syriza ha sido muy clara. Dado que prometí imposibles voy a
tratar de que la población se crea que es la UE la que me impone no cumplirlos,
y así yo quedo descargado de responsabilidad. El pulso mantenido durante días
otorgaba al imaginario colectivo la sensación de que Syriza era la reencarnación
de los 300 soldados que, comandados por Leónidas, se enfrentaban en las Termópilas
a los persas. Su final, sangriento, los elevó a héroes inmortales, cosa que no
parece que vaya a suceder con el gobierno de Atenas, al menos no entre los
suyos, que empiezan a discrepar seriamente sobre qué es lo que ha pasado, si
han traicionado a sus votantes y si todo esto no ha sido una gran estafa. La
principal conclusión que se puede sacar de todo esto es que, cuantos más
fragmentos de la Luna proponga un candidato, más duro será su golpe contra la
Tierra en caso de que llegue al poder. La soberanía, esa palabra tan redonda y
que tanto inflama las mentes de muchos, y que es manipulada por todos, resulta
ser un concepto cada vez más relativo, y tenemos que tener muy claro, todos, que
desde el momento en el que, como países, nos adentramos en un club llamado UE,
vamos a perder parte de la misma. Es una consecuencia directa. Y mucha más
perderemos cuanto más arruinados estemos, más dependamos de lo que nos presten
otros o pidamos por ahí. El más soberano es el más independiente, el que está sólo.
Y eso no es posible. Grecia no dispone de soberanía plena como miembro de la UE
en lo que a la UE le compete, que no es poco, pero es que en su situación de
quiebra y rescate, su “soberanía” es una falacia, un imposible. Ahora mismo se
parece más a un niño muy pequeño, completamente dependiente de los padres,
contra los que podrá patalear, rabiar y llorar, pero no puede alimentarse ni
vestirse ni moverse sin que esos mismos padres lo hagan. Es duro asumir esto,
lo se, como ciudadanos y como colectivo social, pero la realidad es así. Podríamos
preguntarnos hasta qué punto la situación española es comparable. Y en parte lo
es, y más que lo será si el nivel de nuestra deuda sigue creciendo como lo ha
hecho durante todos estos años. El tamaño de nuestra economía, que para esto sí
es importante, nos ofrece ventajas, pero hemos comprobado en nuestras carnes y cuentas
financieras que en estos años también hemos perdido soberanía a chorros. Y más
que lo haremos si la UE avanza, deseable, y nuestra economía no lo hace
(indeseable).
Por eso discursos populistas como el de Podemos
y otras formaciones por el estilo, llenos de retórica vacía y palabras redondas
como soberanía, son imposibles. Aciertan a enganchar a una población ansiosa de
oír esas palabras, y que le encanta que alguien se las diga, pero que se
arriesga a sufrir la frustración definitiva si esos populistas llegan al poder.
En el fondo, estoy seguro que el populismo de Iglesias, Le Pen, Syriza o UKIP;
muy distintas formaciones pero con un discursos asombrosamente similar, sabe que
miente, que falsea, que cuenta una historia que no es cierta, pero no le
importa de mientras le sirva para alcanzar el poder. Vamos, como la política de
siempre pero muy a lo bestia. Bendita renovación, dónde te hallarás!!!
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