miércoles, marzo 04, 2015

Las agrietadas relaciones EEUU Israel

Estamos viviendo estos días la puesta en escena de una situación inédita, o eso me parece, en el siempre complejo mundo de las relaciones internacionales. En ese ámbito, donde las alianzas y amistades son el fruto de intereses contrapuestos, había unas pocas reglas que solían ser fijas y ayudaban, cada vez menos, a entenderse en medio del convulso panorama. Una de ellas, quizás la más fija, era que la relación entre EEUU e Israel era plena, fuerte e indisoluble. Todo lo que Israel hiciera sería respaldado por Washington, y viceversa, y así por los siglos de los siglos amén, o como se diga en hebreo.

En los últimos años esta norma ha empezado a quebrarse. La reacción cada vez más virulenta y carente de sentido estratégico de Israel cada vez que es atacada por todos sus vecinos le ha granjeado mala imagen en todo el mundo, y EEUU sabe que esa mala imagen acaba dándole de rebote. El enquistado conflicto de oriente próximo y medio, cada vez más desquiciado, ha acabado por hartar a todos los presidentes norteamericanos que, en su segundo mandato, han tratado de “doctorarse” con la forja de un acuerdo de paz en la zona, que no ha servido para casi nada. En este contexto, las negociaciones sobre el proceso nuclear entre Irán y el resto de potencias, especialmente EEUU, han puesto de los nervios a los dirigentes israelíes, que tachan de traición de su aliado el mero establecimiento de un diálogo con la nación chiita, enemiga declarada de Israel. La llegada a Teherán de un dirigente más pragmático, como es el caso de Rouhani, ha ayudado a aliviar la tensión que se producía cada vez que el pirado de Ahmadineyad amenazaba con extender al mundo un holocausto que negaba para aquellos que ya lo sufrieron en el pasado. Este proceso negociador con Irán ha recibido un fuerte espaldarazo tras el surgimiento del islamismo radical de DAESH, de confesión sunita. La colaboración de las tropas y armamento chií en la lucha contra esos fanáticos es fundamental, e Irán es hoy en día uno de los principales socios de la coalición internacional que lucha en las arenas e Irak y Siria contra los combatientes del mal llamado Estado Islámico. Esto evidentemente saca a Irán del rincón de los parias, le da mucho poder en su zona de influencia y pone de los nervios a las sunitas monarquías del golfo, vecinas del país persa, que ven con temor e ira que Teherán adquiera un papel tan relevante. La bajada del precio del petróleo de estos meses es, en parte, un arma que Arabia Saudí trata de utilizar para arruinar a un Irán que es tan ineficiente que depende de la exportación de petróleo caro para importar la gasolina que necesita. Curiosamente, en estos días hay más sintonía entre el gobierno de Jerusalén y el de Rihad, que se parecen en que ambos detentan poder, pero en nada más, respecto a la compartida animadversión hacia EEUU, el socio fiel, que bascula demasiado hacia un Teherán cada vez más poderoso. Muchas son las voces que acusan a irán de jugar a un doble juego en lo que hace a las conversaciones nucleares, y tratar de ganar tiempo en ellas hasta que su programa esté tan desarrollado que sea imparable. No lo se, pero en este juego a tantas bandas todo es posible.

Y es en este contexto, y a dos semanas de unas inciertas elecciones en Israel, cuando invitado por el Congreso norteamericano, en manos de los republicanos, y utilizado por estos para darle un porrazo en la cabeza al presidente Obama, el primer ministro israelí Netanyahu pronunció ayer un duro discurso ante la cámara en la que denunció ese doble juego iraní, ese error estratégico que, a su juicio, comete EEUU, y vino a declarar que no se ve comprometido con la política de su aliado y que se reserva el derecho a actuar unilateralmente si así lo considera oportuno. Como había pocas variables en el tablero, aquí tienen ustedes una más, en este caso completamente nueva.

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