Se que no es nada original
utilizar conceptos sacados de Juego de Tronos para describir la actualidad política,
por lo que no abusaré de ellos. Sin embargo pocos títulos de la saga me parecen
más expresivos que el que he utilizado hoy para definir lo que pasa en el PP de
Madrid. Algunos hubieran preferido la expresión de “Choque de reyes” segundo de
los libros, pero eso exigiría que algunos de los contendientes en esta
particular batalla fuera rey de algo, y pese a lo que puedan creer,
especialmente una de las implicadas, me temo que ya sólo son regentes, sin
corona, y con el exilio más cerca de lo que puedan suponer.
El viernes se hicieron públicos
los candidatos a las elecciones locales en Madrid, cuyo ticket, usando la expresión
norteamericana (siempre igual, copiamos las tonterías de los nombres y no la
profundidad de los procedimientos) está compuesto por dos mujeres. Para la
comunidad, Cristina Cifuentes, actual delegada del gobierno, joven, con
adquirida notoriedad pública por sus actuaciones, buenas y malas, y por una
desgracia personal involuntaria (su accidente de moto) Presenta un perfil renovador
y socialmente alejado de lo que es el votante clásico del PP. Sustituye a un
Ignacio González abrasado por el fuego amigo, que tras estar tres años comiéndose
el marrón de gestionar la miseria que le dejó su jefa Esperanza ha sido
descabalgado por los propios, por el llamado fuego amigo, usando para ello la
historia del ático, que huele muy mal, pero que durante mucho tiempo ha estado
dormida en los laureles, hasta que alguien en la jefatura del PP, sin la
elegancia y el valor necesario para destituir si así lo creía conveniente, ha dado
el visto bueno para que el actual presidente arda en la hoguera. Para el
ayuntamiento se ha nombrado a Esperanza Aguirre, la lideresa del partido, una
figura polémica donde las haya, y para mi, actualmente una triste caricatura de
lo que un día pretendió ser. Altanera, chulesca, rodeada del fango de la
corrupción por todas partes, oportunamente desaparecida durante los años de
recortes, reaparecida para encabezar una lista tras anunciar que dejaba la política,
Esperanza representa lo conocido y ya superado. Posee un tirón innegable en
ciertas bases del partido, y quizás sea la garantía de un núcleo duro de voto
que permita al perder sobrevivir al tsunami electoral que se prevé en la
capital, pero su imagen se deteriora cada día que pasa, y las declaraciones que
realiza sin parar no hacen sino acrecentar su figura paródica. Este mismo fin
de semana hemos visto como, nada más ser nombrada, sus primeros movimientos han
sido contra el partido, para reclamar su poder y dejar claro que ni Rajoy ni
nadie le van a manejar. Espe, que lleva conspirando en la sombra y plena luz
del día contra Rajoy desde que puede, ve como Mariano se encarga de que todos
sus rivales acaben cayendo, y confía ser la excepción a esa regla. Su estilo,
chulesco, lanzado y desabrido, contrasta con la indolencia que caracteriza a
Rajoy. Curiosamente ambos han llegado muy lejos con estrategias tan distintas,
incompatibles. Está por ver quién ganará finalmente esta batalla. De
momento, Lunes, Espe gana el duelo del fin de semana.
Y todo esto en un Madrid, donde el poder del PP
ha sido absoluto durante décadas, y delante de todos los medios de comunicación,
que magnifican cualquier cosa que pase en las calles de esta villa. Cada patada
o navajazo que se dan los miembros del PP es una nueva portada en los medios y
una sangría de votos para sus expectativas electorales, ya debilitadas por el
hartazgo social y el daño de la crisis. Los opositores, todos los demás, sólo
tienen una cosa en común, que es echar al PP del ayuntamiento y la comunidad, y
el PP sabe que, o gana ambos por mayoría absoluta o los pierde. Y con días como
estos parece claro que el principal esfuerzo del PP de cara a estas elecciones,
en Madrid, es para perderlas de calle.
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