jueves, marzo 05, 2015

Se nos ha ido la mano con el Smartphone

Se celebra estos días en Barcelona el Mobile World Congress, encuentro bienal, el más importante del mundo, sobre telefonía móvil y conectividad. Las cifras del evento son apabullantes, como lo es el efecto sobre la economía de la ciudad, volcada esta semana en la feria, que le retorna una actividad de negocio y servicios de varios cientos de millones de euros. En sí misma la feria es un magnífico negocio, y no les cuento nada de lo que allí se expone y vende, lo más avanzado en un campo que ha revolucionado nuestras vidas como pocos imaginaban hace apenas unos años.

Sí, el Smartphone, el móvil que llevamos encima en todo momento, nos ha vencido, nos ha ganado. En ocasiones sospecho que somos el vehículo que le permite moverse al aparato, no sus usuarios. El paisaje urbano y social se ha transformado de una manera radical en apenas cinco años desde la irrupción de los modelos táctiles, potentísimos ordenadores que caben en nuestra mano y que pueden ser usados para casi cualquier cosa, incluso para hacer llamadas, aunque eso sea lo de menos. Las relaciones sociales, los vínculos de amistad, el ocio, el disfrute, todo se ha puesto patas arriba gracias al uso compulsivo, desatado, que hacemos de esos dispositivos. En todo momento nos cruzamos con personas a las que ya no veremos la cara porque la tienen fija en la pantalla, cada vez más generosa, de su Smart. Con o sin auriculares, su atención está fija en los mensajes, juegos y demás aplicaciones que inundan los escritorios virtuales, y el contacto personal se diluye. Entrar al metro, esperar en un banco, pasear por la calle, se convierte en un ejercicio rutinario y silencioso de cientos de personas abstraídas, abducidas por su móvil, calladas, con sus miradas fijas y gargantas silenciosas. Recuerdo cuando uno lo pasaba mal si, mirando a una chica en el metro, ella te pillaba, y la vergüenza me poseía. Ahora eso no sucede porque ella, como casi cualquier otra, no mira a nadie, sólo a su pantalla, y no hay peligro de que pueda mirar a un pobre incauto como yo mirándola, porque realmente viaja sola. Las reuniones de amigos, las comidas, cualquier tipo de encuentro acaba derivando en un momento en el que uno de los asistentes saca su Smart y empieza a mostrar cosas a los demás, y a partir de ahí desenfunda cada uno el suyo y la reunión se convierte en un mero cruce de dedos nerviosos sobre la pantalla, reflejos de imágenes y sonidos de unos vídeos tomados o bajados de la red, chistes facilones y otras gracias similares. No es raro ver a grupos de personas comiendo juntas que, en un momento dado, se encuentran tecleando al unísono, chateando con otras personas que no están allí, manteniendo un silencio sepulcral en torno a una mesa plenamente ocupada pero, en el fondo, vacía. Nos pasamos gran parte del día en reuniones con personas a las que no hacemos caso, porque en esos momentos nos escribimos con otras a las que, cuando veamos, tampoco haremos caso porque nos mandaremos mensajes con terceras o cuartas.. y así hasta el infinito. La atención que prestamos a todo lo que no sea el móvil ha decaído de una manera excepcional, empezando por el citado comportamiento referido a nuestras compañías, y de ahí en adelante todo lo demás. Libros, películas, televisión, música, pintura, charlar, cualquier cosa en la que usted piense que requiera un cierto grado de concentración y continuidad es invadida por la pantalla que nunca cesa de emitir mensajes o contenidos, y al final ahí es a donde va nuestra vista y atención.

No quiero tirar del viejo recurso de que antes de los Smart todo era mejor. Ni es cierto ni tiene sentido planteárselo, pero debiéramos hacer una reflexión sobre hasta qué punto estamos enganchados a ellos. Ayer, en una repetición de una escena mil veces vista, en el vagón del metro de camino a casa tras el trabajo, mientras leía, eran apenas cinco las personas que no usaban su móvil, y muchas, muchísimas más, las que no dejaban de teclear con él. Y sí, no miraba en aquel instante a ninguna chica en concreto, aunque como siempre alguna muy guapa viajaba en el tren, pero de haberlo hecho la probabilidad de que hubiera podido verle los ojos hubiera sido, prácticamente, cero.

2 comentarios:

MMO dijo...

David, el MWC es ANUAL. TODOS los años desde el 2006. No se de dónde has sacado el Bienal.

Congresos celebrados
2006 - Barcelona, España.
2007 - Barcelona, España.
2008 - Barcelona, España.
2009 - Barcelona, España.
2010 - Barcelona, España.
2011 - Barcelona, España
2012 - Barcelona, España.
2013 - Hospitalet de
2014 - Hospitalet de Llobregat (Barcelona) y Feria Montjuic en Barcelona
2015 - Barcelona, España.

Y está contratado hasta 2018 en Barcelona.

Por otro lado, la tecnología no tiene nada que ver si las personas son gilipoyas y no atienden a quién está compartiendo mesa, bus, o tren con ellas. No es nuevo:

http://www.gorditosybonitos.com/wp-content/uploads/2013/11/trenperiodicos.jpg

http://edgecast.sdr-files.buscafs.com/uploads/news/thumbs/news_thumb_44611_630.jpg?1

Saludos

David Azcárate dijo...

En alguna parte leí lo de bienal y cruce los cables... Error plurianual, gracias por percatarte!!!