viernes, marzo 27, 2015

“Tener la voluntad de destruir el avión”

Lo reconozco, hay veces, no pocas, en las que vivir en la ignorancia, o incluso la duda, resulta sumamente gratificante. No saber por qué pasan las cosas nos evita preguntas más complejas y dudas que pueden reconcomernos durante mucho tiempo, sobre todo cuando carecen de respuesta. Comentaba los días pasados que tardaríamos mucho tiempo en saber lo que pasó en el accidente de avión de los Alpes, meses, quizás años. Y me equivoqué del todo. Y a la luz de lo que hemos conocido cuánto lamento mi error, porque la verdad ha resultado ser mucho más amarga de lo que nos pudiéramos haber imaginado. Empezando porque no es un accidente.

Hoy todas las webs y portadas se cubren con la imagen de un chaval sentado en la barandilla del mirador sito en el lado norte del puente del Golden Gate de San Francisco. Como un turista cualquiera, el joven mira a la cámara con la imponente silueta de las torres del puente de fondo y el inicio de la ciudad de San Francisco en el horizonte. Destila juventud, alegría y futuro por todos los poros, parece una persona feliz, y es imposible saber a partir de esa imagen qué es lo que le gusta, apasiona, hace disfrutar o temer. Es una persona más entre otros millones que a lo largo de los años han pasado por esa baranda de piedra. Yo mismo estuve ahí en 2002, y creo que tengo una foto muy parecida, aunque con más entradas de las que muestra el joven retratado en la foto que ahora todos vemos. Andreas Lubitz, que así se llama nuestro hombre, ya por entonces quería volar, y no se si lo había conseguido o no, pero por lo que cuentan las crónicas esa pasión le desbordaba, era su ilusión preferida, lo que más ansiaba lograr. Quizás llegó a San Francisco como turista, o puede que en unas prácticas de vuelo, o copilotando él mismo la aeronave, no lo se. Se hizo esa foto ahí y es seguro que cuando la vieron sus padres y familiares les hizo mucha ilusión, por lo lejos que había llegado su hijo y por lo feliz que estaba habiendo logrado culminar su sueño de volar. A los 28 años y con unas 600 horas de vuelo, como piloto de Lufthansa, Andreas estaba en los inicios de una prometedora carrera de piloto comercial que podría llevarle muy lejos, tanto en lo físico como en lo profesional y, desde luego, en lo económico. A una edad en la que el mileurismo empieza a ser un objetivo inalcanzable para muchos jóvenes, la sonrisa que muestra Andreas en San Francisco esconde una historia que, hasta ayer por la mañana era de pleno éxito profesional, y quién sabe si personal, dado que nada sabíamos de él. Una carrera truncada de manera trágica en una montaña de los Alpes el pasado martes, en la que su mirada, como la de los 149 acompañantes que con él volaban, se apagó para siempre de camino a un Dusseldorf al que nunca llegaron. Hasta ayer por la mañana la historia de Andreas era, como la del resto de víctimas, una imagen, un recordatorio, y una pequeña biografía de apenas un par de líneas junto a la del resto de víctimas. “joven copiloto, expediente brillante, 28 años, formado siempre en Lufthansa, de carácter alegre, apasionado por su trabajo y por volar” y poco más. Su historia estaba detrás de otras, como la de los españoles para nosotros, o la de los dieciséis críos de intercambio de la escuela, que nos conmovieron a todos, y no ocupaba un lugar especialmente relevante. Era importante saber lo que le había pasado en los instantes previos, dada su posición de copiloto en la cabina, pero Andreas no protagonizaba ningún titular ni portada. Hasta ayer al mediodía.

La rueda de prensa del fiscal de Marsella, un prodigio en lo que hace a sencillez, comunicación, claridad y contundencia, fue tan impactante como si en la foto de Andreas se hubiera colapsado el puente del Golden Gate. Donde antes aparecía el joven vitalista y prometedor, ahora se muestra el retrato de un demente, de un asesino, de un psicótico, de un perturbado, de un enfermo, no se qué calificativo usar, que responde a las preguntas que trataban de averiguar qué es lo que sucedió en el Airbus 320 de Lufthansa la mañana del martes 24 de Marzo, pero que a su vez deja sin contestar, y agranda hasta el infinito, la angustiosa pregunta que todas las víctimas, a las que asesino, sus familiares y el resto del mundo gritamos desde ayer de manera constante. ¿POR QUÉ?

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