La búsqueda de exoplanetas no
cesa, y gracias a ello casi cada día podemos aumentar el catálogo de
potenciales vecinos, con lo que aumenta la probabilidad, y con ello la
esperanza, de que algún día sepamos si estamos solos en el universo o no. Ayer
se dio a conocer el descubrimiento de Kepler-452b, un planeta de tamaño similar
a la Tierra, un poco mayor de hecho, que orbita en la zona habitable de su
estrella, definiendo habitable la posibilidad de que pueda haber agua líquida
en su superficie, y que está a unos 1.700 años luz de nosotros. Al lado en
términos espaciales. Otro candidato en el que fijarse más atentamente.
Pero de momento, y hasta que algo
muy sorprendente se descubra, y ojalá sea pronto, el único planeta que sabemos
que es habitable es en el que vivimos, el nuestro. Este
lunes 20 la NASA publicó una preciosa imagen de nuestra Tierra tomada desde el
espacio, en la que podemos verla en su totalidad. La imagen puede parecer
convencional, pero no lo es. De hecho es la primera imagen de este tipo que
podemos ver desde las misiones Apollo, de hace cuarenta años. Está tomada por
un satélite situado a un millón y medio de kilómetros de nosotros, y es una
captura real, sin filtros, del disco terrestre plenamente iluminado por el Sol.
Las vistas habituales que vemos de la tierra tomadas por los astronautas se
realizan desde la Estación Espacial Internacional, a escasos cuatrocientos kilómetros
del suelo. En ellas se pueden apreciar muy bien las nubes, detalles geográficos,
ciudades y demás cosas de interés, pero si se mira al horizonte la curvatura
del planeta y la atmósfera, a modo de cinta situada sobre el mismo, impide todo
tipo de impresión global del planeta. Los satélites geoestacionarios, como el
meteosat meteorológico, orbitan más lejos, a unos 36.000 kilómetros de altura,
y lo hacen en ese punto porque ahí su velocidad de giro se acompasa con la del
planeta y pueden permanecer “quietos” sobre un mismo punto de manera constante
en el tiempo. Pero aún desde tan lejos las imágenes tienen distorsiones y no
permiten apreciar el mundo en su totalidad. Ahí que irse más lejos. Y da que pensar
que en cuarenta años no hemos mandado una cámara de fotos (que no me lea nadie
que sepa de esto) allá donde se pueda obtener la imagen en condiciones reales.
Hasta este Lunes, la última toma de este tipo, tomada como les digo por los
astronautas de las misiones Apollo, era conocida como “la pequeña canica azul”.
En ella el objeto que dominaba la toma era el sur de África y, como en este
caso, y por lógica, el mar era el fondo dominante. Esa imagen fue un revulsivo
mundial, porque aparte de su belleza, indiscutible, supuso un impacto al poder
ver todos, por primera vez, el mundo en el que vivimos. La aldea global, que
empezaba a serlo gracias a las tecnologías de la comunicación, se convertía en
un icono, en una imagen en la que se mostraba la belleza de nuestro mundo, su grandeza
y, a la vez, su fragilidad. Era y es sobrecogedor comprobar como todo lo que somos
sigue ahí, rodeado por el más vasto y frío negro que uno pueda imaginar, y que
una franja minúscula de aire es lo que nos protege de convertirnos en nada. La
imagen de los setenta supuso para muchos un cambio de paradigma, disparó las
creencias en lo esotérico y, sin duda, impulsó la conciencia ecológica como
pocas campañas podían haberlo hecho. Cuarenta años después, tras inmensos
avances tecnológicos, podemos ver una nueva imagen de nuestra “casa” en todo su
esplendor, y la misma sensación de belleza, inmensidad y fragilidad se vuelve a
producir en cualquiera que la observe.
Es complejo asumir que todo, todo
lo que hemos sido, somos y seremos, se produce en esa pequeña bola de colores.
Alegrías, penas, dramas, emociones, arte, belleza, sentimientos, vacíos… todas
nuestras vidas, y las de los que nos han precedido, y la de los que nos
precedan, tendrán lugar en este planeta, en el que, visto desde el cielo, no
hay fronteras ni divisiones ni colores de piel ni razas ni, desde luego, rastro
de la presencia humana. Carl Sagan lo
expresó hace ya unos cuántos años de una manera muchos más precisa y bella de
lo que yo jamás podré hacerlo, así que no lo repetiré, pero les aconsejo que le
lean. Todo está ahí. Y es libre soñar en un futuro en el que descubramos otro
lugar en el que, también, podamos estar.
La semana que viene la pasaré entera en Elorrio,
por lo que no habrá entradas en el blog. Si todo va bien, volveré a escribirles
el Lunes 3 de Agosto. Descansen y ánimo con el calor!!