miércoles, julio 15, 2015

El pacto nuclear entre EEUU e Irán. Una buena noticia

Hemos necesitado llegar hasta Plutón para que una buena noticia tenga lugar en la esfera internacional, que tan convulsa y desgraciada está últimamente. Tras prolongar las conversaciones varias fechas más allá de las inicialmente pactadas, ayer se hizo público el acuerdo al que ha llegado el llamado grupo P5+1, una reunión selecta de potencias occidentales encabezadas por EEUU, e Irán, para supervisar el programa nuclear persa, alejando la posibilidad de que pueda ser el germen de una bomba atómica, pero permitiéndole desarrollar procesos que conduzcan a la producción de energía por esa vía.

En este acuerdo Irán sale ganando mucho, principalmente porque, hasta ahora, su programa nuclear, que aún no había conseguido frutos significativos, le estaba saliendo muy caro. Convertido en un paria en el contexto internacional, asfixiado por un embargo que le impedía exportar petróleo, su principal fuente de riqueza, y con una economía muy dependiente del exterior que se desangraba día a día, Irán tenía que acabar escogiendo entre continuar con una quimera que sólo le iba a traer desgracias o renunciar para poder seguir existiendo, al menos en lo económico. Al final se ha impuesto la sensatez de los nuevos dirigentes de Teherán, una vez que el desquiciado Ajmadineyad abandonó el poder. Sus años de mandato, cargados de declaraciones insultantes y amenazadoras, sólo supusieron miseria y pobreza para su pueblo. Su sucesor, Hasan Rohani, bastante más listo y pragmático, supo virar lo suficiente el hosco y oscuro régimen de los ayatolás como para acabar llegando a un acuerdo con las potencias que, en este caso, han actuado de manera coordinada y constante a lo largo del tiempo. Esta firma abre un nuevo mundo en la región, dado que vuelve a dar a Irán, la otra gran potencia regional junto a su archienemiga Arabia Saudí, el papel de actor relevante, y hasta cierto punto socio colaborador de ese gran Satán que es EEUU. La lucha contra el islamismo de DAESH, sunita, patrocinado encubiertamente por las monarquías del golfo (como no me lee casi nadie puedo escribir lo que casi todo el mundo piensa) ha convertido al chií Irán en uno de los principales aliados de EEUU en el combate sobre el terreno. Tropas de Teherán se desenvuelven por Irak como si fuera su país y desarrollan acciones de guerra coordinadas contra el enemigo común. Parece claro que esta asociación de intereses contra el mal ha logrado hacer esos extraños compañeros de cama que suele decir el dicho, y ha facilitado las negociaciones. Pero no sólo este aspecto se verá alterado por el pacto, no, las derivadas son inmensas. El mercado del petróleo va a ver como poco a poco un nuevo e inmenso productor vuelve a vender millones de barriles, lo que probablemente haga caer aún más su precio. La posición de Israel, contraria al acuerdo se ve, con la firma del mismo, debilitada, y hace que aumenten las rencillas entre Jerusalén y su histórico aliado norteamericano. La guerra de Siria, en la que el dictador Asad cuenta con un apoyo de Irán, o las milicias de Hamas y Hezbolla, que cuentan también en Teherán con un benefactor, pueden verse de rebote favorecidas por los nuevos ingresos que conseguirá su nada encubierto patrocinador. Y así podíamos seguir enumerando factores que se ven alterados por un acuerdo que tiene el potencial de cambiar las estructuras de poder que rigen en esa convulsa región desde hace bastante tiempo. Y ya saben que esos cambios pueden ser para bien, para mal o para vaya usted a saber dónde.

No hay que ser ingenuos tampoco en este asunto. Irán accede al pacto por la presión internacional y el ahogo económico antes comentado, no por arrepentimiento ni renuncia propia a la bomba. Como bien dijo ayer Obama, la base de este acuerdo no es la colaboración, sino la verificación. Inspectores internacionales se podrán mover a sus anchas por el país durante años, comprobando que no se realizan actividades secretas y que lo firmado se cumple. Como en el caso griego, la desconfianza provoca que sea necesaria una supervisión mucho más intensa sobre el terreno, y en ella es en quien debemos depositar la esperanza de que el acuerdo rubricado se lleve a la práctica. Ojalá sea así

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