jueves, julio 09, 2015

El derrumbe de la bolsa china

Metidos de lleno en el inmenso berenjenal griego, no prestamos atención a lo que sucede más allá de los límites de la UE, y siguen pasando cosas que nos debieran importar. Una de ellas, mucho. Tras tres semanas de caídas, esta cuarta de desplome ha puesto en el foco a la bolsa china, que acumula pérdidas de más del 30% en este corto periodo de tiempo. Bajadas superiores a los cinco puntos porcentuales durante varios días, suspensión de la cotización de algunos valores, sumidos en un desplome lleno de pánico que les hace imposible cotizar… los inversores chinos viven en sus carnes algo que todos hemos conocido por aquí. Bienvenidos al pinchazo de la burbuja.

Quizás la anterior afirmación sea un poco arriesgada, pero es lo que parece. Tras años, décadas de explosivo crecimiento en el gigante asiático, que lo ha hecho aún más gigantesco, China se enfrenta a un reto estructural muy serio, que debe afrontar con cuidado para no cometer errores y poder seguir adelante. Durante estos años el patrón de crecimiento chino se ha basado en bajos salarios, lo que le ha permitido ser la fábrica del mundo, y tremendas inversiones, tanto públicas como privadas, que le han permitido inaugurar obras faraónicas por todo el país, y en este caso el adjetivo corre el riesgo de quedarse corto. Y todo ello, como no, desde el dirigismo del dictatorial gobierno de Pekín. Ahora mismo las cosas han cambiado. Los salarios chinos han empezado a crecer y la competencia de otros países vecinos hace que parte de las fábricas abandonen su suelo rumbo a destinos más baratos (sí, China está empezando a aprender el significado del término deslocalización). Muchas de las infraestructuras construidas empiezan a verse como redundantes o, desde luego, carentes del rendimiento económico que se esperaba de ellas. Millones de viviendas levantadas a todo correr pueden acabar convirtiéndose en bloques fantasmas, erigidos en medio de una nada que nunca será habitada del todo. Y todo ello en un mar de deuda, pública y privada, destinada a financiar esas inversiones y el abastecimiento ingente de materias primas, tanto para “humanos” como para la economía, que han tirado de la economía de medio mundo durante estos últimos años. El sistema financiero chino, intervenido en parte, situado en la más absoluta sombra en otra, es una caja negra en la que nadie sabe muy bien qué es lo que se esconde. De ahí que este derrumbe bursátil, que muestra todas las características clásicas de los habidos en otras partes del mundo, pueda ser la antesala (o no) de una caída en muchas de esas entidades financieras que han vivido al margen del sistema, y de empresas no financieras que, endeudadas hasta los ojos, han podido sobrevivir mientras el disparo económico no tenía fin. Por eso, y porque toda burbuja sólo es plenamente identificada una vez que nos ha estallado encima, hay que seguir muy de cerca lo que pasa en el mercado de Shanghái, donde el interventor gobierno chino está haciendo todo lo posible para que las cotizaciones se frenen, bien inyectando liquidez o directamente suspendiendo cotizaciones. A ver de lo que es capaz el partido único ante la fuerte marejada económica.

Se dice, y con razón, que China es otro mundo, tanto por la inimaginable dimensión de su población como por su régimen político, filosofía de vida y características culturales. Pero ahora, tras años de expansión sin fin, se enfrenta a un reto tan complejo y peligroso como el que vivió Japón tras el derrumbe de su burbuja o EEUU tras la crisis subprime. Cada crisis en cada país y época es diferente, cierto, pero todas comparten elementos comunes que sirven para identificarlas, y la historia demuestra que provocan daños, de mayor o menor entidad en cada caso, pero persistentes y difíciles de gestionar. No creo que China sea una excepción. Mucho ojo con lo que allí pueda pasar, afectara a todo el mundo.

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