martes, julio 07, 2015

Grecia, o el milagro de la normalidad

Mientras que la crisis griega sigue desbordándonos en su complejidad, mostrando decenas de aristas a cada cual más difícil de evaluar, la situación en las calles de Atenas se complica a medida que el corralito cumple días, la restricción monetaria se convierte en escasez y particulares y empresas empiezan a encontrarse faltos de efectivo unos e imposibilitadas las otras para efectuar transacciones y pagos, dado el cierre bancario. Poco a poco la economía se esclerotiza y estrangula, lenta pero de manera imparable. Haya acuerdo hoy, mañana o cuando sea, el destrozo que esta situación ejerce sobre la economía local es inmenso.

Lo de Grecia también nos sirve para recordar que muchas de las cosas que damos por supuestas en nuestro día a día son mucho más frágiles de lo que parecen, y requieren que haya mucha gente, e instituciones, trabajando y cooperando para que sucedan, aunque nosotros sólo veamos pequeños frutos de ese inmenso trabajo. Abrimos el grifo y sale agua, pulsamos un interruptor y se enciende la luz, hacemos click en un enlace y saltamos de web en web, y así miles de situaciones cotidianas en las que apenas reparamos, que son naturales, porque para nosotros siempre han existido, y nos parecen tan obvias como el aparente (y falso) ascenso y descenso del sol sobre nuestras cabezas. Cuando se produce una huelga en uno de estos sistemas básicos es cuando empezamos a intuir el papel de quienes trabajan para respaldarlo. Deje unos cuantos días sin mantenimiento la red eléctrica de una ciudad o país y verá como empiezan a producirse apagones, pequeños en un principio, pero que irán a más. Abandone el metro de una ciudad a su antojo durante unas semanas y las líneas empezarán a dejar de prestar servicio por caídas de tensión, inundaciones, roturas de trenes y cualquier otro desperfecto que, poco a poco, irá agrandándose hasta convertirse en un serio inconveniente. En los cajeros automáticos, que son nuestra habitual fuente de billetes, y más en España, que posee un parque con una densidad, creo haber leído, como no la hay en el mundo, el milagro de meter la tarjeta, teclear unos números y sacar el dinero requiere técnicos electricistas, reponedores de billetes, encargados de logística, mantenimiento de los cajeros, etc. Pero junto a esa técnica, en este caso también hace falta un trabajo “oculto” de instituciones públicas y privadas para que sea posible, por un lado, acceder a esos billetes y para que, por otro, los billetes tengan el valor que se les supone. Muchos vivimos el momento milagroso de la nochevieja de 2001, cuando al acabar ese año los euros empezaron a circular. Iba uno al cajero en esa noche de fiesta y casi lo primero que hacía en 2002 era sacar unos billetes de colores que olían a nuevo, y los miraba con curiosidad y, hasta cierto punto, orgullo. Para que esos billetes llegasen hasta nuestras manos pasó mucho tiempo y esfuerzo técnico, sí, pero también consenso institucional y político. Recuerden que el 31 de diciembre de 2001 esos billetes no existían, no eran legales, no tenían valor, y tras las campanadas, sí. ¿Milagro? No exactamente. Consenso, que es algo parecido. En Grecia ese consenso, ahora mismo, no existe, se ha roto. Los cajeros pueden expedir billetes, sus ranuras están libres, los rodillos que los capturan, lectores de tarjetas, pantallas táctiles, todo está en orden. Pero falta el consenso político y financiero que permita que esos papeles puedan circular, al haberse roto muchas de las reglas que, aunque no se vean, les ofrecen el sustento debido. Desde los propios bancos, hasta el BCE y los gobiernos, sus reglas deben cumplirse para que el billete salga de la máquina, en algo que es mucho más que un mero ejercicio mecánico.

Y si, como sabemos por experiencia, reparar una avería técnica puede ser algo muy difícil y costoso, en tiempo y dinero, arreglar un desaguisado institucional lo es mucho más, porque exige reconstruir ese consenso perdido y volver a unas reglas mínimas de funcionamiento que, al menos en este caso, permitan a la banca griega no saltar por los aires si no recibe la liquidez necesaria para sobrevivir día a día. El BCE, otra institución, tiene el poder en su mano en este momento, pero son muchas las personas y organismos que van, vamos, a tener que trabajar duro para que algo tan natural como sacar euros del cajero vuelva a convertirse en rutinario en las ciudades helenas. Recuérdelo la próxima vez que acuda a su cajero, hay un inmenso mundo oculto funcionando detrás de la pantalla, y no sólo de cables y palancas.

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