Mientras que la crisis griega
sigue desbordándonos en su complejidad, mostrando decenas de aristas a cada
cual más difícil de evaluar, la situación en las calles de Atenas se complica a
medida que el corralito cumple días, la restricción monetaria se convierte en
escasez y particulares y empresas empiezan a encontrarse faltos de efectivo
unos e imposibilitadas las otras para efectuar transacciones y pagos, dado el
cierre bancario. Poco a poco la economía se esclerotiza y estrangula, lenta
pero de manera imparable. Haya acuerdo hoy, mañana o cuando sea, el destrozo
que esta situación ejerce sobre la economía local es inmenso.
Lo de Grecia también nos sirve
para recordar que muchas de las cosas que damos por supuestas en nuestro día a
día son mucho más frágiles de lo que parecen, y requieren que haya mucha gente,
e instituciones, trabajando y cooperando para que sucedan, aunque nosotros sólo
veamos pequeños frutos de ese inmenso trabajo. Abrimos el grifo y sale agua,
pulsamos un interruptor y se enciende la luz, hacemos click en un enlace y
saltamos de web en web, y así miles de situaciones cotidianas en las que apenas
reparamos, que son naturales, porque para nosotros siempre han existido, y nos
parecen tan obvias como el aparente (y falso) ascenso y descenso del sol sobre
nuestras cabezas. Cuando se produce una huelga en uno de estos sistemas básicos
es cuando empezamos a intuir el papel de quienes trabajan para respaldarlo.
Deje unos cuantos días sin mantenimiento la red eléctrica de una ciudad o país
y verá como empiezan a producirse apagones, pequeños en un principio, pero que
irán a más. Abandone el metro de una ciudad a su antojo durante unas semanas y
las líneas empezarán a dejar de prestar servicio por caídas de tensión,
inundaciones, roturas de trenes y cualquier otro desperfecto que, poco a poco,
irá agrandándose hasta convertirse en un serio inconveniente. En los cajeros
automáticos, que son nuestra habitual fuente de billetes, y más en España, que
posee un parque con una densidad, creo haber leído, como no la hay en el mundo,
el milagro de meter la tarjeta, teclear unos números y sacar el dinero requiere
técnicos electricistas, reponedores de billetes, encargados de logística, mantenimiento
de los cajeros, etc. Pero junto a esa técnica, en este caso también hace falta
un trabajo “oculto” de instituciones públicas y privadas para que sea posible,
por un lado, acceder a esos billetes y para que, por otro, los billetes tengan
el valor que se les supone. Muchos vivimos el momento milagroso de la
nochevieja de 2001, cuando al acabar ese año los euros empezaron a circular.
Iba uno al cajero en esa noche de fiesta y casi lo primero que hacía en 2002
era sacar unos billetes de colores que olían a nuevo, y los miraba con
curiosidad y, hasta cierto punto, orgullo. Para que esos billetes llegasen
hasta nuestras manos pasó mucho tiempo y esfuerzo técnico, sí, pero también
consenso institucional y político. Recuerden que el 31 de diciembre de 2001
esos billetes no existían, no eran legales, no tenían valor, y tras las
campanadas, sí. ¿Milagro? No exactamente. Consenso, que es algo parecido. En
Grecia ese consenso, ahora mismo, no existe, se ha roto. Los cajeros pueden
expedir billetes, sus ranuras están libres, los rodillos que los capturan,
lectores de tarjetas, pantallas táctiles, todo está en orden. Pero falta el
consenso político y financiero que permita que esos papeles puedan circular, al
haberse roto muchas de las reglas que, aunque no se vean, les ofrecen el sustento
debido. Desde los propios bancos, hasta el BCE y los gobiernos, sus reglas
deben cumplirse para que el billete salga de la máquina, en algo que es mucho más
que un mero ejercicio mecánico.
Y si, como sabemos por experiencia, reparar una
avería técnica puede ser algo muy difícil y costoso, en tiempo y dinero,
arreglar un desaguisado institucional lo es mucho más, porque exige reconstruir
ese consenso perdido y volver a unas reglas mínimas de funcionamiento que, al
menos en este caso, permitan a la banca griega no saltar por los aires si no
recibe la liquidez necesaria para sobrevivir día a día. El
BCE, otra institución, tiene el poder en su mano en este momento, pero son
muchas las personas y organismos que van, vamos, a tener que trabajar duro para
que algo tan natural como sacar euros del cajero vuelva a convertirse en
rutinario en las ciudades helenas. Recuérdelo la próxima vez que acuda a su
cajero, hay un inmenso mundo oculto funcionando detrás de la pantalla, y no sólo
de cables y palancas.
No hay comentarios:
Publicar un comentario