Se acercan las elecciones
generales, aunque no está claro cuándo van a ser y, desde luego, sui fuera por
la voluntad de Rajoy, llegarían muy tarde. Sin embargo es inevitable que el
ambiente preelectoral nos invada, a pesar de que nos encontramos a principios
de un Julio tremendamente cálido y en el que la actualidad internacional no da
tregua. En este ambiente, y entre nuevas acusaciones de corrupción, Rajoy
anunció ayer un nuevo paquete de rebajas fiscales, que replica al que entró en
vigor el 1 de enero de este año y que, desde la nómina de este mismo julio,
supondrá una inyección de 1.500 millones en nuestros bolsillos.
Y para variar, aflora mi vena cascarrabias.
Estoy en contra. Ya hace una semana escribí en contra de la posibilidad de que
se nos reintegrara a los empleados públicos lo que nos queda pendiente de la
extra retenida en 2012, y el argumento que utilice entonces sigue siendo válido
ahora. Es una medida electoralista y que supone incrementar un gasto público
que está fuera de control, y que año tras año genera un déficit que engorda
nuestra deuda pública. Si Rajoy cree que le sobran 1.500 millones de euros,
como político obsesionado por ganar las elecciones, que es lo que es, como
todos, es lógico que lo derroche para comprar votos. Pero su fuera un buen
presidente del gobierno, debiera darle otro uso a ese dinero. Le ofrezco aquí,
sin pensarlo mucho, cuatro alternativas, dos de gasto y dos de ahorro, para que
se sienta feliz y vea que hay donde escoger. Una primera de gasto sería, por
ejemplo, reforzar las políticas de I+D+i, buscando el retorno de
investigadores, dedicando ese dinero a un programa de becas que, con una
duración de varios año, permita que científicos que han tenido que irse al
extranjero puedan retornar en condiciones competitivas, u otorgándolo en bloque
a proyectos de excelencia científica o de empresas innovadoras que estén
desarrollando iniciativas (¿una asociación con el nuevo campus de emprendedores
de google recientemente inaugurado en Madrid?). Otra de gasto, muy distinta,
sería la de emplear ese dinero en la creación de un fondo de lucha contra la
desigualdad que, por ejemplo, se destine a alimentar a niños que se encuentran en
el umbral de la pobreza, o a surtir de recursos a bancos de alimentos o
comedores escolares que, siendo verano, deben seguir abiertos para que muchos
críos puedan comer en ellos lo que en sus casas sus padres no pueden
proporcionarles. Entre las alternativas de ahorro, que serían mis favoritas en
caso de hacer una elección rápida, la obvia es la de aprovechar para amortizar
títulos de deuda pública viejos, de interés elevado, con lo que la media de
intereses de nuestra deuda bajaría un pelo y el monto total, que ya está en el
salvaje 100% del PIB se reduciría, casi nada, sí, pero algo por primera vez en mucho
tiempo. Otra posibilidad de ahorro sería la de destinar ese dinero a reforzar
el fondo de las pensiones, la
hucha de la que no se deja de sacar dinero a manos llenas, ayer mismo más de 3.500
millones sin ir más lejos, mostrando que los ingresos vía cotizaciones no
deben ir muy holgados, lo que es lógico dado que los nuevos cotizantes cobran
menos que los antiguos y por ello sus aportaciones, pese a que numéricamente
crezcan, no lo hacen proporcionalmente en el volumen recaudado. Destinar el
dinero a ese fondo sería una muestra de responsabilidad intergeneracional y de
compromiso con el mantenimiento de las pensiones públicas, hecho del que el
gobierno alardea frecuentemente, y que, de hacerlo, sí podría exhibir con
orgullo.
De hecho, cualquiera de estas cuatro medidas,
bien vendida, se podría colocar como un éxito de la política del gobierno y, en
el caso de las de gasto, generaría réditos electorales, que es lo único que
interesa ahora mismo al PP (y resto de partidos). Sin embargo Rajoy ha optado
por lo fácil, por fundírselo, por gastar la paga extra que, se supone, le ha caído,
en la esperanza de que ese dinero extra anime el consumo y tire aún más de la
economía hasta el sprint de finales de año, y ese mejor comportamiento económico
se transforme en votos para su causa. El tiempo dirá si acertará en esta
estrategia o no, pero desde un punto de vista macroprudencial, que es el que me
importa, me parece un error de libro. Yo como usted, en previsión de lo que
pueda pasar el año que viene, ahorraría el ingreso extra. Sea más prudente que
el presidente.
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