Lo de Grecia empieza a ser algo
parecido a la idea que tenía San Agustín del concepto del tiempo. Si no me lo
preguntas, se lo que es, pero si me lo preguntas, no puedo contestarte. Ayer
se vivió una jornada caótica, de cruce de cartas en las que por un momento
Tsipras se rendía en su postura frente a los acreedores para, poco después,
volver a desdecirse con los hechos, manteniendo el referéndum y su idea del No.
La carta de la mañana y la entrevista de la tarde reflejan dos mundos
antagónicos, dos Tsipras, si se me permite la expresión, incompatibles entre
sí. ¿Cuál es el bueno? ¿A cuál creer?
A lo largo de toda esta
negociación Grecia ha cometido varios errores, a mi entender, basados todos
ellos en tratar de asustar al resto de socios con la amenaza de una salida del
Euro para, como si de un terrorista con cinturón de explosivos se tratase,
amedrentarlos al prometer graves daños para todos. Pero lo que al final está
consiguiendo esta táctica, y todos los altibajos diarios, u horarios, además de
agotar a los periodistas, es a destruir la confianza del conjunto de la UE en
Grecia, a no saber cuándo dice la verdad y cuándo no, a no tener claro nada de
lo que prometa, y dudar de cada ofrecimiento. Esa ruptura de la confianza es lo
más grave, ya que permite que sentimientos negativos como el hartazgo o el
reproche se expresen con toda su crudeza, viciando aún más las relaciones.
Seguro que el lector ha vivido situaciones semejantes, en las que una persona
en la que confiaba ha fallado, le ha dado la espalda, o ha tenido una actuación
que le ha hecho, a ojos suyos, perder esa confianza que tenía depositada en él.
Eso duele. Se siente uno engañado, estafado, tonto, ridículo por haber puesto
algo de tanto valor en alguien que ha demostrado no merecérselo. ¿Cómo ha
reconstruido los puentes con esa persona? ¿Cuánto le costó? ¿Lo ha hecho? La
vida de las parejas es un caso claro de relación basada en una confianza mutua
que es muy exigente en ambos sentidos, y cuya ruptura muchas veces aboca a una
separación. Ante un terreno que, antes sólido, se vuelve quebradizo e
inestable, ¿cómo volver a asentar esa relación? Supongo que cada uno tendrá
experiencias distintas, que acabaron bien o mal, pero que en todo caso supongo
que implicaron mucho trabajo de ambas partes y sacrificio, ojalá recompensado
con la reconstrucción de la relación, con la cimentación del terreno que se
había vuelto movedizo. Pero pese a que las cosas volvieran a su cauce, ya nada
será igual, sospecho. Oí decir una vez que las relaciones que se recomponen son
como la vajilla que, rota, se vuelve a pegar. Funciona, es útil, pero deja a la
vista las marcas y cicatrices, y no se pueden borrar. Nunca vuelve a ser
impoluta. Esas cicatrices, ese recuerdo permanece en las personas que han
vivido esa experiencia de ruptura, y es probable que su relación, si continúa,
tenga un poso de cinismo o de desencanto que no existía con anterioridad. Y es
que, para todo, la virginidad sólo se pierde una vez. En los casos en los que
la ruptura de la confianza no ha podido solventarse, es más que segura la
separación de la pareja o la ruptura de la amistad, y la relación que hubo
probablemente haya pasado a formar parte de ese baúl de los recuerdos que tanto
nos recuerda a la canción de Karina, pero que suele alojar muchas veces
momentos nada armónicos. Y al volver la vista atrás, recordaremos los momentos
felices de la relación, sí, pero con el poso de amargura, atemperado por el
tiempo, de una ruptura que nos marcó.
En el caso de Grecia y el resto de socios, la
situación es similar. Ahora mismo nadie se fía de la palabra de Tsipras,
Varoufakis o cualquier otro miembro del gobierno de Atenas. Sus compromisos,
sus promesas, no son sino cantos de sirena que suenan bien o mal, pero que no
parecen tener un reflejo en la realidad. Su palabra ya no es creíble, y eso es
desastroso. Volver a reconstruir esa confianza entre Grecia y resto de socios,
trabajo que sólo será posible a partir del Lunes, será uno de los retos más difíciles
que nos ha dejado sobre la mesa esta extraña, compleja y peligrosa situación que
estamos viviendo. Y no será nada fácil. Y requerirá el esfuerzo de todos.
Empezando por el de los propios griegos.
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