Es imposible superar la intensidad
del guion del drama griego. Muchos creíamos que el referéndum de ayer iba a ser
muy disputado, que iba a dar la imagen de un país fracturado casi por la mitad
y, pese a que esperaba que ganase el sí, cualquier resultado iba a estar
empañado por esa división interna. Pues
resulta que no y que no. El país no se ha dividido, sino que de una manera
contundente, un 60 a 40, ha votado por el No a la propuesta de acuerdo que
se debatía, propuesta ya superada por los acontecimientos. El resultado, en
principio el más difícil de los dos posibles, ha cogido a muchos por sorpresa,
a mi también, y abre un escenario de incertidumbre aún mayor si cabe.
Y ahora ¿Qué? Pues la verdad es que
no tengo ni idea. En teoría un Sí, pese a referirse a una oferta caducada,
simplificaba la posibilidad de acuerdo dado que venía a respaldar la existencia
de uno, en las condiciones en las que alcanzase. La traducción más literal del
No es que Atenas no aceptará cualquier cosa como acuerdo, que sus líneas rojas
de recortes en pensiones y estado de bienestar son inamovibles y que la
reestructuración de la deuda tiene que estar encima de la mesa. Es decir, que o
el acuerdo se parece mucho a lo que yo deseo o no hay acuerdo. Por el lado de
las instituciones de la UE la situación también se ha complicado. Saben que si
quieren ofrecer a Atenas algo que vaya a firmar debe incluir compromisos que respeten
esos puntos, cosa que no desean hacer porque saben que sería una derrota para
los acreedores en toda regla, pero lo más importante ahora es ese “si
condicional” sobre el acuerdo, y es que hoy habrá voces que interpreten el No
de ayer como un no a Europa, como un no al euro, como un no a las
instituciones, y que la respuesta a un No es un No aún más grande. Algunos de
los socios se plantean directamente la posibilidad de no negociar, y empezar el
proceso de ruptura, pensando en el fondo que para qué negociar con unos señores
que no respetan su palabra y que sólo van a firmar, y no cumplir, lo que
deseen. Los resquemores, recelos y enemistades de los que hablábamos la semana
pasada, y que no han dejado de crecer, son ahora mucho más importantes a la
hora de llegar a un presunto acuerdo, y todas las declaraciones habidas desde
hace unos días hasta ahora mismo no hacen sino dificultar el logro de ese
necesario acuerdo. Sigo pensando que finalmente se alcanzará, porque la salida
de Grecia de la UE sería un disparate para Europa y el suicidio para los
griegos. El BCE es, ahora mismo, el único que puede otorgar a la banca helena
la liquidez necesaria para poder afrontar los pagos de esta semana y comprar así
tiempo para que el acuerdo, aunque fuera de mínimos, y sujeto posteriormente a
costosas ratificaciones, lograse al menos tranquilizar al situación y permitir
reabrir los bancos. La economía y los ciudadanos griegos no van a aguantar
mucho tiempo la situación de corralito en la que viven, y el colapso de los
negocios y empresas no tardará en llegar con el sistema financiero estrangulado.
En plena temporada turística urge arreglar este problema de acceso a la
liquidez, y lograrlo es la única manera de evitar que la macro helena se
despeñe por completo y haga inviable cualquier ajuste a medio o largo plazo.
¿Es posible lograr el acuerdo? ¿Hay margen para sentar en una mesa hoy mismo a
Grecia y a sus acreedores para que, en horas, en días, alcancen un mínimo
entendimiento? No lo se.
Supongo que estas preguntas se las ha hecho por
la noche Yanis Varoufakis, el ministro de finanzas griego, uno de los grandes
protagonistas de la historia, y su conclusión ha sido que, pese a la victoria
en el referéndum, su imagen ante Bruselas, chamuscada por completo, es un obstáculo
para alcanzar ese acuerdo in extremis, por
lo que acaba de anunciar, por sorpresa, su dimisión, para allanar el camino y
facilitar las negociaciones, en otro apasionante giro argumental de esta
historia que mantiene enganchada a la población de medio mundo como si de una
telenovela se tratase. Esta jugada de Varoufakis tiene un potencial enorme, y
habrá que ver a lo largo del día de que es capaz. Si pestañean, se lo pierden,
porque esto es economía política en estado puro.
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