lunes, julio 06, 2015

Ahora que Grecia ha dicho que NO, Varoufakis se va

Es imposible superar la intensidad del guion del drama griego. Muchos creíamos que el referéndum de ayer iba a ser muy disputado, que iba a dar la imagen de un país fracturado casi por la mitad y, pese a que esperaba que ganase el sí, cualquier resultado iba a estar empañado por esa división interna. Pues resulta que no y que no. El país no se ha dividido, sino que de una manera contundente, un 60 a 40, ha votado por el No a la propuesta de acuerdo que se debatía, propuesta ya superada por los acontecimientos. El resultado, en principio el más difícil de los dos posibles, ha cogido a muchos por sorpresa, a mi también, y abre un escenario de incertidumbre aún mayor si cabe.

Y ahora ¿Qué? Pues la verdad es que no tengo ni idea. En teoría un Sí, pese a referirse a una oferta caducada, simplificaba la posibilidad de acuerdo dado que venía a respaldar la existencia de uno, en las condiciones en las que alcanzase. La traducción más literal del No es que Atenas no aceptará cualquier cosa como acuerdo, que sus líneas rojas de recortes en pensiones y estado de bienestar son inamovibles y que la reestructuración de la deuda tiene que estar encima de la mesa. Es decir, que o el acuerdo se parece mucho a lo que yo deseo o no hay acuerdo. Por el lado de las instituciones de la UE la situación también se ha complicado. Saben que si quieren ofrecer a Atenas algo que vaya a firmar debe incluir compromisos que respeten esos puntos, cosa que no desean hacer porque saben que sería una derrota para los acreedores en toda regla, pero lo más importante ahora es ese “si condicional” sobre el acuerdo, y es que hoy habrá voces que interpreten el No de ayer como un no a Europa, como un no al euro, como un no a las instituciones, y que la respuesta a un No es un No aún más grande. Algunos de los socios se plantean directamente la posibilidad de no negociar, y empezar el proceso de ruptura, pensando en el fondo que para qué negociar con unos señores que no respetan su palabra y que sólo van a firmar, y no cumplir, lo que deseen. Los resquemores, recelos y enemistades de los que hablábamos la semana pasada, y que no han dejado de crecer, son ahora mucho más importantes a la hora de llegar a un presunto acuerdo, y todas las declaraciones habidas desde hace unos días hasta ahora mismo no hacen sino dificultar el logro de ese necesario acuerdo. Sigo pensando que finalmente se alcanzará, porque la salida de Grecia de la UE sería un disparate para Europa y el suicidio para los griegos. El BCE es, ahora mismo, el único que puede otorgar a la banca helena la liquidez necesaria para poder afrontar los pagos de esta semana y comprar así tiempo para que el acuerdo, aunque fuera de mínimos, y sujeto posteriormente a costosas ratificaciones, lograse al menos tranquilizar al situación y permitir reabrir los bancos. La economía y los ciudadanos griegos no van a aguantar mucho tiempo la situación de corralito en la que viven, y el colapso de los negocios y empresas no tardará en llegar con el sistema financiero estrangulado. En plena temporada turística urge arreglar este problema de acceso a la liquidez, y lograrlo es la única manera de evitar que la macro helena se despeñe por completo y haga inviable cualquier ajuste a medio o largo plazo. ¿Es posible lograr el acuerdo? ¿Hay margen para sentar en una mesa hoy mismo a Grecia y a sus acreedores para que, en horas, en días, alcancen un mínimo entendimiento? No lo se.

Supongo que estas preguntas se las ha hecho por la noche Yanis Varoufakis, el ministro de finanzas griego, uno de los grandes protagonistas de la historia, y su conclusión ha sido que, pese a la victoria en el referéndum, su imagen ante Bruselas, chamuscada por completo, es un obstáculo para alcanzar ese acuerdo in extremis, por lo que acaba de anunciar, por sorpresa, su dimisión, para allanar el camino y facilitar las negociaciones, en otro apasionante giro argumental de esta historia que mantiene enganchada a la población de medio mundo como si de una telenovela se tratase. Esta jugada de Varoufakis tiene un potencial enorme, y habrá que ver a lo largo del día de que es capaz. Si pestañean, se lo pierden, porque esto es economía política en estado puro.

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