martes, julio 14, 2015

Guindos no presidirá el Eurogrupo

Haciendo un chiste muy malo, puede decirse que los miembros del Eurogrupo han preferido seguir con Apple antes que cambiarse a Guindos. Tras más de un año de campaña, vendiendo el resultado de la votación de ayer como si fuera un hecho cierto, la derrota de Guindos en la carrera por presidir el Eurogrupo, además de ser una mala noticia para España en su conjunto, es una nueva muestra de hasta qué punto el gobierno de Rajoy vive, como otros tantos gobiernos, en una realidad paralela, en la que confunde ilusiones con certezas, gigantes con molinos y se estrella una y otra vez contra sus aspas. Así no se va a ningún lado.

No quiero fijarme tanto en las implicaciones políticas de este fracaso, que las hay, sino en el hecho fundamental de suponer que algo sucederá. Rajoy cometió un enorme error al dar por sentado que, algo que no depende de él, pasaría. Ya suele ser difícil que lo que depende en exclusiva de nosotros mismos lo logremos, bien porque no es nuestro día o porque surjan imprevistos que lo alteren, pero en un juego en el que controlamos una de las piezas, y ni si quiera la principal, afirmar como se hacía desde Moncloa hace varios meses que ya se trabajaba con que, dando por segura la elección de Guindos, habría que hacer cambios en algunas piezas del gobierno resulta ser, visto con perspectiva, ridículo. Rajoy ha hecho campaña por su ministro, probablemente con el mismo estilo decimonónico con el que la hace para los suyos en España, y que resulta tan poco efectiva allí y aquí, y en una votación de diecinueve países en los que cada uno cuneta lo mismo de nada sirve que Alemania nos apoye. Partíamos con un hándicap de cara a esta elección, y es que pese a que nuestras cifras de crecimiento ahora son lustrosas, nuestra macro sigue siendo desoladora. Debemos un 100% del PIB y tenemos un 23% de desempleo, esas son nuestras credenciales básicas. ¿Qué lecciones podemos dar al resto de Europa en esos aspectos? Básicamente que no sigan nuestro ejemplo. En el transcurso de la crisis griega, donde se ha polarizado y extremado el debate, no consta en ninguna parte que hayamos jugado papel alguno. Somos público que aplaude y acepta el final de la obra, pero que ni participa en el guion de la misma ni, mucho menos, en la representación. Es evidente que no poseemos liderazgo comunitario, y que poco a poco nuestra representación en Bruselas ha sido reducida a la nada. Contábamos con la promesa de alcanzar el cargo de ayer, y el gobierno se las veía felices. Ahora, tras la derrota, España dirige una subcomisaría, que es el cargo que ostenta Arias Cañete, y muy poco más. Es cierto que estamos infrarepresentados, y habrá que pensar mucho cómo y por qué hemos llegado a este punto tan bajo. Nunca debimos dejar escapar la silla que teníamos en el BCE, que dejó González Páramo, y perder ese hueco fue nuestra mayor derrota. Ahora toca lamerse las heridas, fabricar excusas por parte del gobierno para justificar lo que no es sino una derrota absoluta (es triste e infantil, pero se hará), celebrar la pérdida por parte de la oposición política (es igualmente triste e infantil, pero se hará) y, en otros ámbitos y puestos, seguir intentándolo hasta lograr alcanzar algo.


Y la moraleja, para el gobierno y todos nosotros, es obvia. Humildad, humildad y siempre humildad. Cuando logres el éxito, celébralo y da las gracias a los que te han ayudado, que seguro serán muchos, pero nunca lo des por hecho hasta que lo tengas. Lo de “hasta el rabo todo es toro” es una frase hecha que tiene mucho sentido y advierte de que el peligro no desaparece hasta que desaparece. Tan sencillo como eso. Hoy en Moncloa debieran hacérselo mirar, y los medios que han dado por hecha esta victoria, ahora tendrán que reflexionar de hasta qué punto sus fiables fuentes no son sino caños huecos. Ya lo decía el personaje interpretado por Rosa María Sarda en “Belle Epoque”.. “comportaos, que estamos en el extranjero”.

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