Obama ha decidido pisar el acelerador
a su presidencia. Consciente quizás de que se le acaba el tiempo, a poco más de
un año del final de su mandato los cambios que ha ejecutado en la política de
EEUU, interna y externa, empiezan a verse reflejados en actos que pueden
calificarse de históricos. Las decisiones del Tribunal Supremo abalando el
matrimonio homosexual y su reforma sanitaria, o el reciente acuerdo firmado con
Irán merecen un calificativo de este tipo. Y actos
como el celebrado ayer en la calle 16 de Washington, con la reapertura de la
embajada de Cuba en la capital tras medio siglo desde el cierre, también
son de lo que marcan un antes y un después.
Hay algo que comparten tanto el
acuerdo iraní como el deshielo cubano, y es que son procesos esperanzadores,
pero cargados de riesgo, en los que se debe ser pragmáticos pero muy vigilantes
para que acaben en buen puerto. En el caso de Cuba la situación para EEUU es, si
cabe, más compleja. Con más de un millón de cubanos refugiados en Miami Cuba es
casi un asunto de política doméstica para los norteamericanos, y desde hace
décadas, un tema sobre el que había poco que discutir. El enroque absoluto de
la dictadura de los Castro, que sigue viviendo fuera de la historia, instalada
en una paranoia que sólo genera pobreza y sufrimiento, impidió que hubiera
acercamiento alguno por ambas partes. La sucesión de Fidel por Raúl, en otro
gran ejemplo de democracia popular donde las haya, abrió una pequeña puerta de
esperanza, pero no se tradujo en resultados, al menos en un principio. Cuba
mantiene relaciones con un montón de países, desde luego con España, y el
bloqueo al que le somete EEUU es, desde ya hace bastantes años, más simbólico
que real. El apoyo que le brindó la Venezuela de Chávez, regalándole petróleo
que necesita como el agua, permitió al régimen castrista respirar durante un
tiempo, y hacerse el duro. La cada vez mayor debacle del chavismo, sin su líder
y sin los ingresos derivados de un petróleo cada vez más barato, volvieron a
poner a Cuba frente a la espada y la pared. El régimen empezó a introducir
algunas medidas para que la economía de mercado comenzara a existir en las
calles de La Habana y demás ciudades, sin ninguna apertura política, por
descontado, en un proceso que a cámara muy lenta me empezaba a recordar al
franquismo de finales de los cincuenta y principios de los sesenta, que
aflojaba la mano económica pero no soltaba la que blandía la porra. El anuncio
por parte de Obama, hace algo más de seis meses, del inicio de una “nueva
relación” con Cuba nos cogió a muchos desprevenidos, pero fue el fruto de
negociaciones que llevaban abiertas desde hacía bastante tiempo. Washington parece
haberse dado cuenta de que medio siglo de hostigamiento a la isla sólo ha
generado un enroque del régimen y la excusa victimista perfecta para que desde el
entorno de los Castro se mantenga la dictadura. Quizás pensando en el efecto
que tuvo en España el turismo de los sesenta, que no sólo aportó ingresos, sino
que sirvió para mostrar a los españoles la nueva y fresca manera de pensar y ver
la vida que existía en Europa, trata Obama y su gobierno de propiciar un cambio
de régimen en la isla mediante el arma más poderosa, el intercambio comercial.
Sita a unos 150 kilómetros de las costas de Florida, Cuba es la mayor de las
islas del Caribe y puede ser la potencia turística sin rival en la zona, y hay
el negocio es inmenso, tanto para las empresas ya asentadas en la isla, muchas
de ellas españolas, como para las americanas, que verán un nuevo lugar para
invertir, crear riqueza y hacer negocios. Y eso, tarde o temprano, generará
cambios políticos en la isla, y eso creo que lo saben todos los actores
implicados en este asunto.
No será ni fácil ni rápido, y contará con la
oposición del ala más dura del exilio cubano, que se apoya habitualmente en los
republicanos, pero creo que esta nueva política de relaciones con La Habana
puede salir bien. Como antes señalaba, hay que mantener siempre un ojo avizor a
sabiendas de cómo se las gastan los Castro, pero parece obvio que el régimen se
encamina hacia su obsolescencia absoluta, y que una nueva economía, preludio
esperemos de una recobrada libertad, sopla por el malecón y demás calles de una
Habana, Cuba, que se merece salir del ostracismo en el que el comunismo le ha
encerrado durante tantas y tantas décadas.
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