viernes, julio 24, 2015

De momento, este es nuestro único hogar

La búsqueda de exoplanetas no cesa, y gracias a ello casi cada día podemos aumentar el catálogo de potenciales vecinos, con lo que aumenta la probabilidad, y con ello la esperanza, de que algún día sepamos si estamos solos en el universo o no. Ayer se dio a conocer el descubrimiento de Kepler-452b, un planeta de tamaño similar a la Tierra, un poco mayor de hecho, que orbita en la zona habitable de su estrella, definiendo habitable la posibilidad de que pueda haber agua líquida en su superficie, y que está a unos 1.700 años luz de nosotros. Al lado en términos espaciales. Otro candidato en el que fijarse más atentamente.

Pero de momento, y hasta que algo muy sorprendente se descubra, y ojalá sea pronto, el único planeta que sabemos que es habitable es en el que vivimos, el nuestro. Este lunes 20 la NASA publicó una preciosa imagen de nuestra Tierra tomada desde el espacio, en la que podemos verla en su totalidad. La imagen puede parecer convencional, pero no lo es. De hecho es la primera imagen de este tipo que podemos ver desde las misiones Apollo, de hace cuarenta años. Está tomada por un satélite situado a un millón y medio de kilómetros de nosotros, y es una captura real, sin filtros, del disco terrestre plenamente iluminado por el Sol. Las vistas habituales que vemos de la tierra tomadas por los astronautas se realizan desde la Estación Espacial Internacional, a escasos cuatrocientos kilómetros del suelo. En ellas se pueden apreciar muy bien las nubes, detalles geográficos, ciudades y demás cosas de interés, pero si se mira al horizonte la curvatura del planeta y la atmósfera, a modo de cinta situada sobre el mismo, impide todo tipo de impresión global del planeta. Los satélites geoestacionarios, como el meteosat meteorológico, orbitan más lejos, a unos 36.000 kilómetros de altura, y lo hacen en ese punto porque ahí su velocidad de giro se acompasa con la del planeta y pueden permanecer “quietos” sobre un mismo punto de manera constante en el tiempo. Pero aún desde tan lejos las imágenes tienen distorsiones y no permiten apreciar el mundo en su totalidad. Ahí que irse más lejos. Y da que pensar que en cuarenta años no hemos mandado una cámara de fotos (que no me lea nadie que sepa de esto) allá donde se pueda obtener la imagen en condiciones reales. Hasta este Lunes, la última toma de este tipo, tomada como les digo por los astronautas de las misiones Apollo, era conocida como “la pequeña canica azul”. En ella el objeto que dominaba la toma era el sur de África y, como en este caso, y por lógica, el mar era el fondo dominante. Esa imagen fue un revulsivo mundial, porque aparte de su belleza, indiscutible, supuso un impacto al poder ver todos, por primera vez, el mundo en el que vivimos. La aldea global, que empezaba a serlo gracias a las tecnologías de la comunicación, se convertía en un icono, en una imagen en la que se mostraba la belleza de nuestro mundo, su grandeza y, a la vez, su fragilidad. Era y es sobrecogedor comprobar como todo lo que somos sigue ahí, rodeado por el más vasto y frío negro que uno pueda imaginar, y que una franja minúscula de aire es lo que nos protege de convertirnos en nada. La imagen de los setenta supuso para muchos un cambio de paradigma, disparó las creencias en lo esotérico y, sin duda, impulsó la conciencia ecológica como pocas campañas podían haberlo hecho. Cuarenta años después, tras inmensos avances tecnológicos, podemos ver una nueva imagen de nuestra “casa” en todo su esplendor, y la misma sensación de belleza, inmensidad y fragilidad se vuelve a producir en cualquiera que la observe.

Es complejo asumir que todo, todo lo que hemos sido, somos y seremos, se produce en esa pequeña bola de colores. Alegrías, penas, dramas, emociones, arte, belleza, sentimientos, vacíos… todas nuestras vidas, y las de los que nos han precedido, y la de los que nos precedan, tendrán lugar en este planeta, en el que, visto desde el cielo, no hay fronteras ni divisiones ni colores de piel ni razas ni, desde luego, rastro de la presencia humana. Carl Sagan lo expresó hace ya unos cuántos años de una manera muchos más precisa y bella de lo que yo jamás podré hacerlo, así que no lo repetiré, pero les aconsejo que le lean. Todo está ahí. Y es libre soñar en un futuro en el que descubramos otro lugar en el que, también, podamos estar.

La semana que viene la pasaré entera en Elorrio, por lo que no habrá entradas en el blog. Si todo va bien, volveré a escribirles el Lunes 3 de Agosto. Descansen y ánimo con el calor!!

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