jueves, julio 16, 2015

Tsipras gana la votación pero, quizás, lo pierda todo

Las primeras imágenes de Plutón, lejos de mostrar una roca inerte, baldía, muerta, ofrecen una perspectiva dinámica, la sensación de un mundo joven. Enormes montañas de hielo de más de tres mil metros se elevan sobre la superficie más o menos uniforme de un planeta que, siendo así, muestra actividad geológica propia. Si alguien esperaba que Plutón fuera una aburrida y fracturada bola de hielo se ha dado una buena sorpresa. Nuevamente la ciencia nos muestra que, en cada avance, soluciona viejas preguntas pero plantea muchas nuevas, y nos obliga a ser escépticos, dudosos y humildes. Esa es, en el fondo, su gran lección.

Si en el desarrollo del drama griego hubieran participado un poco más estos factores a los que antes me refería nos hubiera ido mucho mejor a todos, especialmente a los propios griegos, los más interesados en ello. Esta madrugada, en otro episodio geológico, por la intensidad que posee y las fracturas generadas, Tsipras ha conseguido que el parlamento de Atenas vote a favor de las condiciones impuestas en Bruselas la pasada noche del domingo al lunes, por lo que se abre la puerta para, primero, conseguir un crédito puente de cerca de 7.000 millones de euros que permita afrontar los pagos pendientes de esta semana y la que viene, uno de ellos, determinante, con el BCE. Pero el precio más caro que tendrá que afrontar Tsipras no se mide en millones de euros, sino en votos perdidos. Su partido, Syriza, un conglomerado de fuerzas de izquierdas de orígenes y tendencias diversas, se ha fracturado muchísimo a la hora de escoger entre un acuerdo que destruye el programa electoral con el que se presentó a las elecciones pero le permite sobrevivir a la economía del país, o el rechazo a ese plan, la coherencia con sus políticas, y el abismo de la quiebra bancaria y la salida forzada del euro. La bronca entre los parlamentarios y dirigentes de la coalición ha sido de órdago, y las consecuencias permanecerán mucho más allá del día de hoy. Tsipras ahora mismo encabeza un gobierno que sólo puede sacar adelante las propuestas aprobadas con el apoyo de los votos de la oposición, de la Nueva Democracia y el Pasok que (des)gobernaron antes que él. Las reformas, nuevas leyes, duras medidas que tiene que implantar en días, semanas, no las puede sacar con los suyos. Parte de su gobierno se le opone, y esta es una situación anómala que, obviamente, no puede mantenerse mucho tiempo. Tarde o temprano, haya o no remodelación del gobierno, que se sospecha puede producirse hoy mismo, Tsipras se verá abocado a unas nuevas elecciones en las que verá si sigue contando con la confianza del pueblo heleno a la lista que, de fieles, le acompañe. En esa lista, entre otras bajas, no se encontrará ya el inefable Varoufakys, una persona cuyo personaje le ha ido devorando poco a poco hasta el esperpento protagonizado ayer, donde se convirtió en uno de los más críticos con las medidas que traía su, hasta hace menos de dos semanas, jefe en el gobierno. Desatado, libre de las obligaciones y restricciones de ser ministro, Varoufakys ha culminado sus breve y desastrosa gestión al frente de las finanzas helenas como un Nerón que, viendo arder desde su acrópolis particular a la banca griega, se muestra orgulloso de lo que ha hecho, no ve motivos de rectificación alguna y carga contra todos, imbuido de una especie de razón absoluta que le absolverá ante su pueblo e historia. Sería cómico si no fuera dramático.

Y tras un nuevo día de cierre de bancos y corralito, y con la resaca de los disturbios vividos ayer en las calles de una Atenas cada vez más nerviosa y desesperanzada, la economía griega sigue en su proceso de estrangulamiento, de parálisis, al carecer de efectivo, liquidez y servicios financieros. No quiere saber cuál puede ser el importe del rescate que pueda cubrir la ruina generada sólo en estas apenas tres semanas de cierre. La aprobación de esta noche es el primer paso para lograr levantar el corralito, pero no se engañen. El destrozo ya es inmenso y, en muchos casos, irreversible. Como me temo que acabará siendo la situación del propio Tsipras.

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