Las
primeras imágenes de Plutón, lejos de mostrar una roca inerte, baldía, muerta,
ofrecen una perspectiva dinámica, la sensación de un mundo joven. Enormes
montañas de hielo de más de tres mil metros se elevan sobre la superficie más o
menos uniforme de un planeta que, siendo así, muestra actividad geológica
propia. Si alguien esperaba que Plutón fuera una aburrida y fracturada bola de
hielo se ha dado una buena sorpresa. Nuevamente la ciencia nos muestra que, en
cada avance, soluciona viejas preguntas pero plantea muchas nuevas, y nos
obliga a ser escépticos, dudosos y humildes. Esa es, en el fondo, su gran
lección.
Si en el desarrollo del drama
griego hubieran participado un poco más estos factores a los que antes me
refería nos hubiera ido mucho mejor a todos, especialmente a los propios
griegos, los más interesados en ello. Esta
madrugada, en otro episodio geológico, por la intensidad que posee y las
fracturas generadas, Tsipras ha conseguido que el parlamento de Atenas vote a
favor de las condiciones impuestas en Bruselas la pasada noche del domingo
al lunes, por lo que se abre la puerta para, primero, conseguir un crédito
puente de cerca de 7.000 millones de euros que permita afrontar los pagos
pendientes de esta semana y la que viene, uno de ellos, determinante, con el
BCE. Pero el precio más caro que tendrá que afrontar Tsipras no se mide en
millones de euros, sino en votos perdidos. Su partido, Syriza, un conglomerado
de fuerzas de izquierdas de orígenes y tendencias diversas, se ha fracturado
muchísimo a la hora de escoger entre un acuerdo que destruye el programa electoral
con el que se presentó a las elecciones pero le permite sobrevivir a la
economía del país, o el rechazo a ese plan, la coherencia con sus políticas, y
el abismo de la quiebra bancaria y la salida forzada del euro. La bronca entre
los parlamentarios y dirigentes de la coalición ha sido de órdago, y las
consecuencias permanecerán mucho más allá del día de hoy. Tsipras ahora mismo
encabeza un gobierno que sólo puede sacar adelante las propuestas aprobadas con
el apoyo de los votos de la oposición, de la Nueva Democracia y el Pasok que
(des)gobernaron antes que él. Las reformas, nuevas leyes, duras medidas que
tiene que implantar en días, semanas, no las puede sacar con los suyos. Parte de
su gobierno se le opone, y esta es una situación anómala que, obviamente, no
puede mantenerse mucho tiempo. Tarde o temprano, haya o no remodelación del
gobierno, que se sospecha puede producirse hoy mismo, Tsipras se verá abocado a
unas nuevas elecciones en las que verá si sigue contando con la confianza del
pueblo heleno a la lista que, de fieles, le acompañe. En esa lista, entre otras
bajas, no se encontrará ya el inefable Varoufakys, una persona cuyo personaje
le ha ido devorando poco a poco hasta el esperpento protagonizado ayer, donde
se convirtió en uno de los más críticos con las medidas que traía su, hasta
hace menos de dos semanas, jefe en el gobierno. Desatado, libre de las obligaciones
y restricciones de ser ministro, Varoufakys ha culminado sus breve y desastrosa
gestión al frente de las finanzas helenas como un Nerón que, viendo arder desde
su acrópolis particular a la banca griega, se muestra orgulloso de lo que ha
hecho, no ve motivos de rectificación alguna y carga contra todos, imbuido de
una especie de razón absoluta que le absolverá ante su pueblo e historia. Sería
cómico si no fuera dramático.
Y tras un nuevo día de cierre de bancos y
corralito, y
con la resaca de los disturbios vividos ayer en las calles de una Atenas cada
vez más nerviosa y desesperanzada, la economía griega sigue en su proceso
de estrangulamiento, de parálisis, al carecer de efectivo, liquidez y servicios
financieros. No quiere saber cuál puede ser el importe del rescate que pueda
cubrir la ruina generada sólo en estas apenas tres semanas de cierre. La aprobación
de esta noche es el primer paso para lograr levantar el corralito, pero no se
engañen. El destrozo ya es inmenso y, en muchos casos, irreversible. Como me
temo que acabará siendo la situación del propio Tsipras.
No hay comentarios:
Publicar un comentario