lunes, julio 20, 2015

Del Reves, de Pixar. Una maravilla

¿Qué somos? Poseemos conciencia, sí, ¿pero qué es eso? ¿Tenemos libertad o alguien nos rige en nuestro interior? ¿en qué punto la complejidad biológica es lo suficientemente intensa como para generar pensamiento abstracto? Estas inmensas preguntas que nos las hacemos a nosotros mismos, y cuyas respuestas no somos capaces de atisbar, están en el fondo de la última película de Pixar, titulada “Del revés” en donde la mayor parte de la acción sucede en el interior de la mente de una niña de 11 años, y donde no se busca responder a esas preguntas, sino simplemente, nada más que eso, enfrentarnos a ellas para ver hasta qué punto somos complejos y diferentes.

Pixar es, probablemente, es estudio de cine que ha creado las mejores películas de los últimos tiempos, basadas además en ideas originales. Sólo han hecho secuelas de sus propios grandes éxitos. El que sean películas de animación no quiere decir nada, porque a mi modo de ver lo importante es que cuenten una historia bien contada, pero sí debiera ser un toque de atención para muchos actores acartonados, que no transmiten ni la milésima parte de la emoción de que son capaces los dibujos de la empresa del flexo. Wall-E y Up marcaron una cota que parecía imposible de alcanzar Perfectas, emotivas, técnicamente perfectas, con uno diálogos grandiosos, y una soberbia ausencia de los mismos en dos inicios que son imposibles de olvidar, no dejaron indiferentes a nadie. Muchos lloraron, lloramos, al verlas, las varias veces que las hemos visto. Ahora, tras unos años de películas “normales” Pixar vuelve a deslumbrar con otra propuesta arriesgada, en la que los protagonistas no son los personajes que pudiéramos pensar en un principio, la niña citada, sus padres y el resto de humanos que deambulan por el mundo, sino las emociones que rigen a los personajes. Cinco de ellas (alegría, tristeza, miedo, ira y asco) rigen la mente de cada persona desde el puesto de mando del cerebro, que tiene conexión con la memoria, el almacenamiento de recuerdos, el subconsciente, y todas las áreas imaginables de la mente humana. Las distintas emociones luchan a veces, cooperan en otras, para hacerse con el control del panel de mandos que rige la personalidad de la protagonista, que responde como una autómata ante las acciones de esos sentimientos, y las palancas y botones que manipulan. Tras una mudanza no deseada que rompe la tranquilidad de los protagonistas “humanos”, las peripecias y aventuras que sufren dos de esos sentimientos, alegría y tristeza, cuando por un accidente son expulsados del centro de mando y caen una región perdida del cerebro, sirven para explicarnos cómo funcionan nuestras mentes desde un punto de vista subjetivo, con un despliegue visual apabullante y un nivel de imaginación portentoso. La sola idea de hacer que los recuerdos sean bolitas de colores, cada uno de ellos propio de la emoción que se asocia, y eso genere un mundo en el que las bolas se encuentren por todas partes es realmente perfecta. A medida que avanza la acción, y con asco, ira y miedo al frente de la mente de la humana, esta se irá volviendo cada vez más recelosa y emprenderá una huida de casa de sus padres, que la lleva hasta el borde del precipicio, mientras que tristeza y alegría intentan de todas las maneras posibles volver al puesto de mando para arreglar los, cada vez más graves, destrozos que no dejan de crecer en la mente de una niña confusa, donde ya nada será igual a como lo recordaba. La acción y, sobre todo, la emoción, son permanentes a lo largo de todo el metraje.

Y un punto muy importante que quiero destacar. En esta película, que sólo los adultos comprenderán del todo, no hay malos. No hay un personaje destructivo que hace faenas o causa problemas, no. Lo bueno y malo, todo, sucede en el interior de nosotros mismos, fruto de nuestra propia complejidad. Hasta ese punto es honesta la película, porque muestra que las decisiones que tomamos nosotros y los que nos rodean son la fuente de nuestra felicidad y las raíces que determinan la personalidad de cada uno. No es necesario ni un héroe ni un villano. Todos somos ambos a la vez, y es responsabilidad nuestra, y de quienes nos acompañan, que uno venza al otro. Vayan al cine, diviértanse y, sobre todo, asómbrense de un derroche de inteligencia y emoción como pocas veces habrán visto.

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