jueves, febrero 11, 2016

Cuando el insulto domina la red (para Dani Rovira)

Dani Rovira se ha hartado. Tras las críticas recibidas por su presentación de la gala de los Goya, que apenas vi, críticas que en las redes sociales se han transformado en una catarata de insultos, agresiones verbales y descalificaciones sin límite, ha declarado no le ha merecido la pena ser el presentador del acto. Su reacción llega, como les reitero, tras tener que soportar de todo y leer cómo muchos, escudados en el anonimato de la web, le dedicaban todo tipo de insultos, lo más hirientes posibles, sin que él tenga opción alguna para defenderse. No es el último caso de estos ni, me temo, con él se aplacarán las fieras.

Las redes sociales son muy útiles, permiten compartir información valiosa, aprender y saber dónde y cómo preguntar aquello que uno necesita, pero como toda herramienta poderosa, tienen un reverso oscuro muy peligroso. Igual que un martillo es ideal para clavar clavos, pero usado contra la cabeza de otra persona resulta letal, la algarabía de twitter puede ser el acosador perfecto que, poniendo como objetivo a alguien, lo hunda de manera irreversible. La prepotencia habitual que nos rodea en nuestra vida privada se ha trasladado al mundo virtual, sin que los límites físicos de la barra del bar o del salón, que antes impedían que los improperios lleguen más allá, funcionen de ninguna manera. El “efecto tertuliano” por el que uno se revela como Dios reencarnado, lo sabe todo de todo, lo hace todo perfectamente y es mejor que cualquier otro se ha trasladado al ciberespacio y, desde allí, miles de iluminados proclaman a los cuatro vientos como ellos lo arreglarían todo, y el resto no tiene ni XXX idea de nada. Ellos son genios y todos los demás son basura. Y así todos los días. Hoy le ha tocado a Rovira, pero cada día hay alguien que dice algo o lo escribe y es asaetado por la turba, que encima exige que sus gracias sean aplaudidas. Te pueden llamar de todo, soltarte cualquier retahíla de insultos, y encima debes aguantarlos con sorna, porque si protestas revelas no tener gracia alguna. Es asombroso. Como si los matones de instituto pegasen a alguien en el pasillo y la pobre víctima debiera agradecerles lo que le están haciendo… “¿cómo? ¿Que te quejas porque te peguemos? Abrase visto… ¡¡¡Vamos a darle más!!!” dirían los matones reunidos en torno a su presa, como lo hacen lo acosadores virtuales en torno a quien consideran, ese día, en ese momento, objeto de su escarnio. Qué bien lo expresaba este Domingo Javier Marías en su columna semanal. Me puede gustar más o menos un actor, dado que de esto va el último acoso, me parecerá más o menos gracioso, con mayor o menor ingenio, pero se que si ahora, a media mañana, me subo a un escenario e interpreto, cosa que no he hecho nunca, haré el más absoluto de los ridículos, porque ni es mi profesión ni tengo experiencia… porque no se ser actor. Como tantos, tantísimos, que han criticado a Rovira. ¿Cuántas veces se han puesto ellos delante de un público y dicho algo? ¿Cuántas han interpretado? ¿Cuántos aplausos han cosechado? ¿Y premios? ¿Cuánto dinero han ganado por sus actuaciones? ¿Cuánto las han ensayado? Y lo mismo se puede decir de otros tantos profesionales, enfrentados en cada caso a retos serios, difíciles, en los que pueden acertar o no, y que son ridiculizados por personajes que, de eso, y de otras tantas cosas, empezando por la educación, carecen de todo. No entiendo (ironía) como este mundo tiene problemas si, cada dos segundos, miles de genios infinitos proclaman su grandeza a los infinitos vientos de la red. Debiéramos ser los más listos, ricos, felices y geniales del planeta. Cuánta grandeza desperdiciada….

Cuando di de alta este blog, o mi usuario en twitter, dude si hacerlos con mi nombre real o con un alias, que me proporcionaría anonimato, seguridad, mayor libertad en mis opiniones y posibilidades para “jugar” con el lado oscuro de la red. Pero dudé poco tiempo. Lo que iba a escribir, y como iba a hacerlo, quería que fuese un reflejo de lo que soy y pienso en la realidad, con mis virtudes y defectos, con las cosas que se y las muchas, cada vez más, que desconozco. Por ello lo creé todo con mi nombre real. Y desde él me expreso y escribo. Dani Rovira tiene toda la razón. E Internet, genial invento, puede ser, mal usado, un arma de destrucción (personal) masiva.

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