Es curioso, hasta cierto punto
sarcástico, que Unión sea el término que se repite en el nombre de las dos
entidades que, en estos momentos, caminan rumbo a la separación, mutua y
propia. Tras una noches de jueves larga y un viernes extra no previsto (o sí) el
acuerdo alcanzado entre Cameron como representante del Reino Unido y las
instituciones europeas dio vía libre a la convocatoria del referéndum para la
permanencia o abandono de la Unión por parte de los británicos. Viendo las
cosas con objetividad, para evitar algo peor se llegó a un mal acuerdo por
ambas partes, y aún queda por ver que no suceda lo peor.
Mal acuerdo porque Cameron no puede
vender en su país que ha conseguido una gran victoria en Bruselas y porque los
europeístas creen, creemos, que ese acuerdo es una vía de agua en el barco
europeo en materias tan sensibles como los derechos sociales, la libre
circulación de ciudadanos y la igualdad. Ambas partes quedan doloridas tras
unas negociaciones en las que se pedía lo imposible, que el Reino Unido
perteneciese, de nombre, a una Unión en la que podría disfrutar de las ventajas
financieras, pero sin necesidad de adoptar ni respetar el resto de reglas
comunes, escogiendo a su conveniencia con qué quedarse, como si fuera un menú a
la carta. Eso era imposible. La alternativa de una ruptura de las negociaciones
y la más que probable campaña de Cameron a favor de salirse de la Unión asustó
al resto de socios, y al final el acuerdo llegó, pero repito, es malo para
todos. Quizás el lado más debilitado sea el de la propia Unión, porque se ha
abierto una puerta, la de la excepcionalidad al cumplimiento de las normas y
tratados, que una vez franqueada es imposible que no vuelva a serlo. Llegará un
día en el que otro país, primero de los grandes, alegue causas de fuerza mayor
imposibles de afrontar para, por ejemplo, recortar garantías, no transponer
directivas, incumplir sentencias de los tribunales comunitarios, y cualquier
otra cosa que usted se imagine. Y una vez que las reglas de un club se
convierten en una guía de buenas prácticas sin valor alguno, el club se
deshace. Lo curioso es que hayan sido precisamente los británicos, no se si
inventores, pero sí adictos a la institución del club, los que no hayan
entendido este asunto. Por tanto, con una UE dolorida y dañada en sus
principios, Cameron ha vuelto a Londres y ha convocado, como prometió, su referéndum
para el jueves 23 de junio. Mucho ojo a esa cita, porque nadie garantiza la
victoria de la campaña a favor del sí de Cameron y algunos de los de su partido
y los laboristas frente a parte del partido conservador y fuerzas nacionalistas
como el UKIP. Es más, las encuestas ahora mismo ofrecen un resultado
ligeramente favorable al no, de unos 8 puntos porcentuales. A medida que se
acerque la fecha aumentará el número de voces que reclamen el voto en uno y
otro sentido. Las empresas, la city y la racionalidad abogarán por el sí, pero
es una consulta en la que el voto inflamado, el pasional, el que reclama unos
derechos propios, el que es espoleado por el populismo, tiene en el no un
banderín de enganche muy tentador. Esa UE de Bruselas es el enemigo exterior perfecto
para echarle las culpas de los problemas que puedan existir en el país, y
responsabilizarle de ellos. La “independencia” del Reino Unido sería sí la
salvación, el cielo anhelado, liberador de todo problema ¿Verdad que les suena
el discurso? Si, sí. Y recuerden, siempre es falso.
Una derivada nada trivial de esta votación es el
papel de Escocia. Mucho más europeísta que Inglaterra, el partido nacionalista
escocés ha amenazado con que, en caso de una victoria del no, reclamarían un nuevo
referéndum de independencia en la región para salirse del Reino Unido, con
vistas a reintegrarse en la UE. Por lo tanto, una victoria del sí el 23 de
junio sería balsámico tanto para la UE como para Reino Unido, pero un no haría
que, por primera vez, la UE perdiera un miembro y abriría la puerta a que, esta
vez sí, Escocia abandonase su actual nación, y el Reino Unido dejase de
llamarse así al perder una de sus tres entidades (Gales es la tercera). Un no
sería devastador para ambos y sólo generaría desUnión a ambos lados del canal
de la Mancha.
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