viernes, febrero 26, 2016

Vaya par de Ritas

El tamaño muestral es ridículo, dos de dos no llega ni a racha, pero si hubiera una tercera se demostraría que llamarse Rita es condición para ser mala política. De hecho a las dos Ritas famosas sólo les une su nombre, todo lo demás les separa…. Salvo su mala gestión, su altanería y su creencia de estar por encima de los demás. Maestre, de Podemos, en el Ayuntamiento de Madrid, juzgada por desnudarse en una capilla de la Complutense, no reconoció los hechos y, en todo caso, dijo que no tenían por qué ser irrespetuosos. Ella es la verdad y el resto están para adorarla. Quizás por eso se sintió a gusto cerca de un sagrario, demostrando eso de que no escandaliza quien quiere sino quien puede.

Barberá, del PP, alcaldesa de casi toda la vida en Valencia, la tercera ciudad de España, dueña y señora del ayuntamiento, el grupo municipal, el partido y parte de la sociedad local, compareció ayer ante los medios para desmentir que tenga algo que ver con todos los colaboradores suyos en el ayuntamiento que, por graves delitos, están imputados. Con su altanería de toda la vida, ese estilo declamatorio propio de alcaldables de balcón, de esos miles, millones que viven en España que disfrutarían pegando gritos y dando órdenes a las masas desde lo alto de su atalaya, Barberá ofreció ayer un espectáculo que oscilaba entre el sainete cómico y el drama, en el que cada palabra de negación era un más que probable clavo en su ataúd político y en el que sus manos no hacían otra cosa que ponerse en fuegos ajenos que, ahora mismo, arden sin control. Escenificó Barberá, buscándolo o no, la imagen de un partido desbordado por la corrupción que ni ha querido ni ha mostrado interés en atajarla hasta que ha visto que le podía costar votos. Rajoy lo ha dicho muy claro, le duele la corrupción por los votos que le ha costado, no por el mal que supone el desvío o latrocinio de fondos. En Valencia las tramas corruptas, que existían desde épocas socialistas, fueron absorbidas por los populares cuando empezó su reinado de un cuarto de siglo. El sector inmobiliario, siempre pujante en la costa mediterránea, inflaba más o menos esas estructuras en función de la bonanza económica. Y cuando llegó la burbuja las velas se hincharon hasta cubrir el mar y el horizonte. Voces de todo tipo clamaban desde hace tiempo contra las tramas corruptas en la región, y nadie hacía nada, salvo ruedas de prensa graciosas en las que Barberá derrochaba desparpajo, fondo de malas formas y evasivas de todo tipo. La inminente derrota electoral de mayo, que Barberá si vio venir y Rajoy no, le hizo tomar precauciones, y logró acceder a las listas del Senado, dándole utilidad a la cámara baja como refugio, como isla donde presuntos piratas pueden encontrar puerto seguro ante las patrulleras del mar que los buscan. Con su actitud Barberá destroza un poco más a un PP que sangra por la herida de la corrupción sin que sus altos cargos, empezando por Rajoy, hagan nada para taponar la herida. Los partidos, no sólo el PP, ven “normal” cobrar mordidas, se ha hecho siempre, y no ven motivos para cambiar de sistema, que por cierto, les ha funcionado muy bien. Rajoy no hará nada en este aspecto, nunca, porque no es consciente de que haya nada malo en su funcionamiento. De lo que tampoco parece ser consciente es de que, como en una falla valenciana, el incendio de, ahora Barberá, abrasa a todo el partido, hace que muchos dirigentes honrados estén “hasta los cojones” (sólo en Bilbao podían decirlo así) y que, entre aplausos de una directiva amordazada por el miedo a perder el puesto, la estructura del partido se queme hasta los cimientos. La falla del PP arde en Valencia y, en torno a ella, mientras se queman, sus dueños y jefes no dejan de aplaudir.

Joven y mayor, progresista y conservadora, nueva y vieja política (etiquetas muy falsas, por cierto) moderna y chapada a la antigua… nada hay más diferente a Rita Maestre y Rita Barberá, salvo que son un perfecto ejemplo de mala política, de nulo servicio público, de olvido y desprecio al ciudadano que les vota y paga. Sus actitudes, aparentemente opuestas, son complementarias hasta el extremo, y demuestran que más allá de estructuras, consignas baratas, eslóganes y twits, la honradez empieza por uno mismo, y ninguna de las dos ha dado muestras inequívocas de serlo. Y si aplicamos la máxima evangélica de “por sus hechos les conoceréis” ambas escandalizan, y de verdad, por sus acciones y omisiones.


Subo a Elorrio este fin de semana y me quedo allí hasta el martes. Abríguense ante un invierno que llega para este fin de semana. Si no pasa nada raro, hasta el miércoles 2 de marzo.

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