lunes, febrero 15, 2016

Invierno político

Ha costado, casi ni se le esperaba, pero ha llegado el invierno, con sus dosis habitual de viento, lluvia, nieve en cotas altas y medias, y sensación desapacible, que permite disfrutar de una tarde hogareña con la sensación de que se aprovecha el tiempo en el hogar. Durante esta semana tendremos a los informativos hablando de heladas, puertos cortados, cadenas, y demás clásicos, todo ello enmarcado en localidades de postal, cubiertas de una nieve que otorga ese aspecto inmaculado a todo lo que toca. A ver si hay suerte y la localidad de cada uno resulta agraciada, y en Madrid cae un nevadón. Muy difícil lo veo, la verdad.

El clima político, que no estaba en las semanas pasadas muy jovial que se diga, se ha puesto a tono con la meteorología y se ha congelado del todo. La imagen del no saludo del pasado viernes entre Rajoy y Sánchez, más allá de la simplificación que se encierra en toda imagen, instante congelado en el tiempo, ejemplifica muy bien donde nos encontramos. Los puentes entre las dos grandes formaciones políticas están rotos, y sus máximos dirigentes se desprecian mutuamente. Su rechazo al adversario, al que necesitan, siempre, y ahora más que nunca, es total. Rivera, de Ciudadanos, lleva tiempo diciendo que PP y PSOE deben abandonar la guerra fría en la que viven, y esa imagen del viernes ejemplifica muy bien lo fría que es la guerra que ambos contendientes libran. En las cumbres que celebraban EEUU y la URSS se buscaba mantener unas mínimas formas para que los “kremlinólogos” y demás especialistas en gestos no sacasen conclusiones precipitadas de algunos aspectos que, muy menores, podían dar más información de la que se contaba con posterioridad (normalmente muy escasa y distorsionada). Quiero pensar que por debajo existen vías de comunicación, teléfonos rojos, enlaces y canales que permiten a PP y PSOE verse sin que los medios lo sepan, y que parte de este enfrentamiento a cara de perro sea simulado, un teatro para mantener contentas a las bases y enardecidos a los fieles. Pero sea eso así o no, el teatro que estamos viendo es lamentable, indigno de la responsabilidad que recae sobre ambos gobernantes y completamente inapropiado para la gravedad del momento, tanto política como económicamente. Sólo un acuerdo PP PSOE puede reformar la Constitución, sólo su unión frenará las ansias independentistas, o podrá aprobar leyes de emergencia económica que tendrán que ser puestas en marcha, o luchar de verdad contra la corrupción. Su enfrentamiento total lleva al desgobierno, porque aunque Sánchez logre ser investido con los votos de la izquierda, cada ley que presente, cada votación que se realice, será un nuevo test en el que ese gobierno puede caer. Y la inestabilidad sería total. PP y PSOE deben buscar fórmulas, que pasen por la abstención de uno de ellos o por la elección por parte de ambos de un tercero, o lo que se les ocurra, que permitan una gobernabilidad centrada, equilibrada, y sólida, para hacer frente a los enormes retos a los que nos enfrentamos (y la tormenta económica que viene de fuera no es, precisamente de los pequeños). Si ese acuerdo, explícito o tácito, no existe, nos enfrentamos a un panorama difícil, en el que da igual que haya gobierno o se convoquen elecciones, dado que perderemos tiempo, ilusión política y esfuerzos. Serán meses o años desaprovechados. Otro ejercicio de incomprensión mutua que sólo genera costes para todos.

Lo ciertos es que, más allá de la animadversión personal de sus líderes, ni PP ni PSOE están por la labor del acuerdo. El PSOE ve cómo puede esconder su nefasto resultado electoral liderando un gobierno, pese a que ello pueda implicar pactar con quien quiere destruirlo. Y el PP, primero en votos y escaños, en soledad, nada puede hacer, salvo tratar de gobernar para que el partido, reventado por corruptelas día sí y día también, no estalle cuando el poder, el mejor de los cementos, desaparezca. El mensaje que ayer lanzó Esperanza Aguirre a Rajoy forma parte de esa tensión que viven los populares, que estallará del todo si no acceden al gobierno. Y entre unos y otros, nada hecho, todo por hacer.

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