Como en economía, también en política
las matemáticas pueden ser creativas. La respuesta a la pregunta que da título
al artículo es un trivial 130, pero esa cifra puede ser muchísimo o nada,
dependen de quién la juzgue. Nada para los que, sumados a ella, como PP o Podemos,
podrían llevarla a la mayoría necesaria para la investidura de Sánchez. Inmenso
valor para los que la conforman, PSOE y Ciudadanos, que logran superar al
PP con su voto conjunto y presentan una propuesta, sino de gobierno, sí de
reformas que pueden ser suscritas por muchísimos votantes más allá de los propios.
Por ello, en esta ecuación no está nada claro qué hay al otro lado del igual que
sigue a la suma.
Como esos 130 votos solos no
sirven para nada, ni en primera ni en segunda vuelta, hay quien dice que todo
esto es un teatro escenificado, que tiene tres posibles salidas. O bien Podemos
actúa de pose dura pero acabará absteniéndose, o la misma actitud es la que está
mostrando el PP, o sí, es un teatrillo en el que el PSOE sabe que no va a
contar con los votos necesarios pero está aprovechando su momento de gloria política
y mediática para mostrar un perfil de alternativa, pese a contar con el peor
resultado de su historia, unos muy escasos noventa diputados. ¿Y Ciudadanos? Es
el único que se mantiene fiel a su idea inicial. Reclama todo el tiempo un
pacto basado en reformas concretas, que aglutine a las grandes fuerzas, rechaza
vetos excluyentes y extremismos, y consciente de que sus cuarenta diputados no
son suficientes para generar mayoría alguna, pero sí bloquearlas, actúa como
muñidor de acuerdos. En este sentido es el partido que está engañando menos, si
se quiere usar este término algo grueso, a sus electores y al resto de
votantes. PP y Podemos juegan a dos barajas, creyendo firmemente que si no
logran un acuerdo ahora unas nuevas elecciones les beneficiarían. Tan es así
que el PP ni quiere jugar y Podemos amenaza cada media hora con romper el
tablero de juego si hay alguna cosa, la que sea, que no les gusta. Y el PSOE,
entre la espada de sus malos resultados, la pared de un, puede que sí o no,
reforzado Podemos en unas nuevas elecciones, y la batalla interna por el
liderazgo, exprime al máximo la ventana, el agujero de la cerradura de
oportunidad que se le ha brindado. Visto así, pocas cosas, por no decir nada,
han cambiado desde la noche electoral, la aritmética es tozuda y Podemos sigue
teniendo en su mano el pacto de izquierdas y PP la gran coalición. Si ninguno
de ellos da su brazo a torcer, habrá nuevas elecciones el 26 de junio y
podremos constatar el absoluto, bochornoso fracaso de unas formaciones que están
mostrando su incapacidad para el pacto. Pero más allá de aritméticas, ¿qué sensaciones
les está produciendo este proceso negociador? Si excluimos los deseos de echar
a todos los políticos a la hoguera, es evidente que el radicalismo de Podemos y
el pasotismo del PP no debiera jugar a su favor, hubiera elecciones o no. Se
están retratando ante la opinión pública como formaciones exclusivas, porque
creen que ellos son exclusivamente la verdad. Creen detentar el monopolio de la
misma y actúan, desde presupuestos ideológicos y formas completamente opuestas,
de una manera sorprendentemente similar. Sus voceros mediáticos los jalean con fuerza
a cada decisión y discurso que proclaman, aunque las consecuencias de esos
mensajes siempre sean las mismas, bloqueo institucional y acercamiento de unas
nuevas elecciones. Mi deseo es que, de celebrarse, cosa que me parecería
horrenda, ambas formaciones debieran ser penalizadas por el votante, pero a
saber si eso sería así o no.
Viendo los puntos de acuerdo que presentó Rivera
y a los que el PSOE se suma, y pese a que aún deben ser concretados en muchos
aspectos (las Diputaciones no deben ser sustituidas, sino suprimidas del todo,
por ejemplo) creo que la mayor parte de votantes de las cuatro formaciones en liza
aplaudirían esas reformas. Sin embargo, Podemos las rechaza porque su
sectarismo oficial le hace votar no a todo lo que no provenga de ellos mismos,
pese a que lo defiendan, y el PP no las acepta porque no cree en muchas de
ellas y, como Podemos, no han surgido de su propio ser. Ahora, votante, seas de
las siglas que seas, en conciencia, y sin oír lo que tu partido opine, ¿qué
opinas de esas propuestas? ¿Te gustan? ¿Qué votarías si te preguntasen a ti
como ciudadano elector, que es lo que eres?
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