El PSOE volvió a comprobar ayer,
en sus propias carnes, lo que supone tener que dialogar con un sujeto como
Pablo Iglesias, alguien dotado de toda la soberbia del mundo, la capacidad de
interpretación y la voluntad (y el arrojo) de salir cada mañana a la plaza pública
a chulear a todo aquel que se le ponga por delante. Iglesias es un demagogo
profesional, lo que es sabido por muchos, y debiera ser combatido con las armas
de la dialéctica, la razón y, también, el desparpajo. De momento sólo Albert
Rivera, en el debate en la cafetería de Évole, logró ponerle contra las
cuerdas, y demostró lo vació que es el discurso del líder de Podemos.
Ante la necesidad de un pacto, Podemos
salió ayer a la palestra con un documento de unas cien páginas, que no me
he leído, pero que por los titulares que he visto sería capaz de quebrar
nuestra economía del todo en un plazo muy breve. Partiendo de un volumen de
deuda pública de un 100% sobre el PIB, plantea el partido de Iglesias el
disparo del gasto público y de los impuestos a las clases medias. Habla mucho
de la subida de impuestos a los grandes patrimonios, pero bien sable, su
compañera Bescansa podría explicárselo muy bien, que éstos tienen maneras para
eludir el pago que los asalariados no poseemos. Más allá de sus propuestas económicas,
y plurinacionales (bonito eufemismo para enmascarar al nacionalismo, la ideología
más antiizquierda que uno pueda imaginar), Iglesias salió ante los medios con
una actitud, que está por ver si es pose o posee fondo. Era una especie de “aquí
decido yo y que el PSOE se pliegue”. Tras más de una semana de espera, en la
que algunas voces habían afirmado que Podemos comenzaría a rebajar sus
pretensiones, la pose y el fondo expresados ayer por Podemos no diferían nada
de sus propuestas de máximos. Por tanto, qué es lo que vimos ayer? Unos afirman
que un teatro, una pose en la que Iglesias parte de lo más profundo de su
cerrazón para ir rebajando posiciones de cara a un acuerdo. Otros lo ven como
el fono, como un Podemos que quiere a toda costa forzar unas elecciones, porque
sólo le importa el poder y cree que en una segunda vuelta desbancará al PSOE y
será la fuerza hegemónica de la izquierda y liderará la alternativa. En ese
caso no creo que le ofreciera a Sánchez, o quien ocupase su lugar en ese
momento, algo más que el puesto de chico de los cafés, para servirle a Iglesias
en todo momento lo que desee. Entre ambas posturas yo me decanto por la
segunda, que parece la más bruta y perversa, y por ello, quizás, la más cierta.
Y en todo caso, bien por un “sorpaso” electoral o por un acuerdo de gobierno,
la intención de Podemos de fagocitar, destruir el PSOE es muy clara. Y ayer
volvió Iglesias a mostrar el profundo desprecio que le provoca ese partido
centenario, aunque es verdad que a Iglesias parece provocarle desprecio todo
aquel que no es él mismo. Sánchez pudo ver a las claras las dimensiones del
precipicio que tiene por delante, ya que sabe que, o con su voto o con la abstención,
Podemos es imprescindible para que su proceso de investidura, cuya primera
votación será el 3 de marzo, pueda salir. En la segunda votación, a mayoría
simple, el sábado 5 de marzo, con un PP que votará en contra, la colaboración
de Podemos en el caso de un pacto PSOE Ciudadanos es obligatoria. Y para ese sábado
Iglesias debe decidir qué es lo que quiere hacer, y el PSOE lo que puede. La
situación para Sánchez, complicada desde un principio, se tornó ayer muy
peligrosa.
Sigo pensando, y se lo digo a
todo el que me quiera oír, que la mejor alternativa es un acuerdo a tres PP
PSOE Ciudadanos, con la combinación de votos a favor, abstenciones y presidente
que ustedes prefieran, pero que sean esos tres los partidos que lideren la
formación del gobierno, que en todo caso, y con los mimbres de un acuerdo de
necesidad, sería corto y centrado en las reformas que España necesita, y en la
gestión de una economía que se enfrenta a una más que probable nueva crisis de
origen internacional. Otras alternativas me parecen nefastas, y también lo serían
unas nuevas elecciones, como muy tarde el 26 de Junio, que nos garantizaría un
embarazo, y quién sabe cuánto más tiempo, sin gobierno. Pero dado como están
las cosas, a saber qué es lo que pasa. Incertidumbre total.
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