La
aceptación por parte de Sánchez de su opción a formar gobierno, y el
refrendo de la misma que hizo el Rey Felipe VI, nos ha hecho avanzar en este
endiablado juego en el que nos encontramos desde el 20 de diciembre. Pero al
igual que en los videojuegos, en los que superar una pantalla implica empezar
otra que es mucho más difícil, así el escenario que se abre ante Sánchez
equivale a un reto de una cuadratura prácticamente imposible. Si lo logra tendrá
un mérito indiscutible. Sino, será su tumba política, aunque estoy cansado de
dar por muertas a figuras que, en pocas fechas, reviven. Cuidado con los obituarios
precipitados.
Dos son las fuerzas que buscan,
sobre todo, que el intento del PSOE triunfe. Por un lado, obvio, los
socialistas, que ven en ese poder el bálsamo que les redima de los catastróficos
resultados de diciembre y, de paso, sirva para amalgamar las distintas “sensibilidades”
más bien odios cainitas, que se viven en su seno, porque anda une tanto como el
poder. Por otro lado, Ciudadanos, que se ha quedado en tierra de nadie con sus
cuarenta escaños, que son muchos, pero no sirven para sumar mayoría cualificada
en ninguna combinación a dos. Sospechan que, de repetirse elecciones, perderán
votos, y se la juegan a una carta institucional, apareciendo como la fuerza
sensata que trata de sumar voluntades tanto con el PP como con el PSOE. En
frente, dos formaciones esperan con ansia el fracaso de Sánchez, con tácticas
muy distintas. Podemos, subidos en la soberbia más absoluta, no pierden ocasión
en mostrar desprecio hacia Sánchez y los suyos. Saben que son determinantes
para que el acuerdo de izquierdas tenga lugar, y empiezan esta negociación
desde una posición de máximos que, si bien luego puede verse reducida (ya pasó
en el caso de las negociaciones PSPV Compromís en Valencia) ofrece una cara
adusta y unas formas, sencillamente, impresentables. El PP, con una táctica de
indolencia muy al estilo Rajoy, no ha hecho nada desde el día de las
elecciones. Sentado en el sofá, esperando que la chica acuda a su cita sin ser
llamada, Rajoy esperaba “ligar” con PSOE y Ciudadanos, y al ver que no acudían,
ha optado por seguir esperando y ver, tranquilamente, como Sánchez se estrella
y vuelve la oportunidad de formar gobierno a su mesa, bien en sesión de
investidura o bien en forma de adelanto electoral. Es curioso ver que ambas
formaciones, Podemos y PP, antagónicas, con unas tácticas completamente
opuestas, desatados los primeros e indolentes los segundos, juegan a la misma
estrategia de llegar a unas segundas elecciones, en la confianza mutua de que
ellos serían los ganadores de las mismas. Podemos cree que puede sobrepasar al
PSOE y convertirse en la fuerza hegemónica de la izquierda, destrozando así el
puño, deshojando la rosa y dejando a los de Sánchez con apenas unas espinas. El
PP confía en que en unos nuevos comicios el escenario de caos les permita
presentarse como la alternativa de orden y así convocar a un voto fugado tanto
a la abstención como a otras formaciones políticas. En esa creencia los dos
torpedearán todas las opciones que puedan y confiarán en réditos futuros. Es
una jugada arriesgada, porque si se
llegará a esas nuevas elecciones, ojalá que no, el votante podría, y debiera,
penalizar a las formaciones que han buscado el adelanto electoral por encima de
la negociación. Y por ello, pese a lo que puedan señalar las encuestas (hoy
sale el primer CIS postelectoral) el panorama resultante de unos segundos
comicios quizás no fuera demasiado diferente al actual y, en todo caso, no daría
mayorías absolutas claras.
Como ven, el panorama sigue siendo muy turbio. Las
opciones de que Sánchez pueda llegar a un acuerdo son, a priori, escasas, pero
no hay que descartar ningún escenario, principalmente porque estamos jugando
con el poder, y eso es decisivo. Partidos que ahora aparecen unidos, como el
PP, se pueden hacer añicos si pierden el poder, y divisiones a muerte como las
que hay en el PSOE se convertirían en un cierre de filas en torno a un líder
presidenciable. Todo está muy abierto y en el mes, se supone, que van a durar
estas negociaciones, veremos y oiremos de todo. Ni series de televisión ni
nada, esto sí que es apasionante, y es imposible hacer spoliers.
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