jueves, febrero 18, 2016

Cumbre europea y Brexit

Hoy se celebra en Bruselas otra de esas cumbres que son decisivas para la UE, que suponen un antes y un después, y esta vez no es por Grecia. Corresponsales y enviados especiales sacarán su arsenal de frases solemnes, grabadas en piedra helena, para rescatarlas ahora a cuento de la negociación que tiene abierta el Primer Ministro Cameron con el resto de sus socios sobre las modificaciones que pide para mantener al Reino Unido en la Unión. La mera posibilidad de que los británicos se larguen es estremecedora. Si ocurriera, sería nefasto para ambos.

Si han seguido algo el tema, sabrán que de llegarse a un acuerdo entre hoy y mañana Cameron tiene el compromiso de convocar un referéndum en la isla, en torno al verano, en el que pedirá el sí a la permanencia en la UE. Las peticiones de Cameron son de todo tipo, pero principalmente se centran en los aspectos económicos y sociales, siendo estos segundos los peliagudos. La petición económica básica es que al Reino Unido no le cueste una libra estar en la UE. Quiere desvincularse de los mecanismos de rescate, no aportando a los fondos creados al efecto, y dejar de ser contribuyente neto al presupuesto comunitario. Ya Margaret Thatcher consiguió el llamado “cheque británico” que es la compensación que recibe el país por la renuncia a las ayudas de la política agraria común. Agricultores y ganaderos británicos no reciben fondos ni subvenciones de la UE en este tema y a cambio el país recupera el dinero que aporta al presupuesto común destinado a estos fondos. Hay muchos detalles de este tipo que, aunque son farragosos y complejos, pueden ser acordados entre las partes. El tema social es el más vidrioso de los problemas. En la práctica, pide el Reino Unido el derecho a tratar a los ciudadanos de la UE como si no lo fueran. En territorio común los ciudadanos de los países de este club tenemos unos derechos comunes en todos los países, que empiezan por la libertad de movimientos (bendito Schengen, que te quieren destruir a golpe de valla y miedo) y abarcan ventajas sociales, fiscales y políticas. Si Cameron se sale con la suya los miles de españoles, polacos y nacionales del resto de la UE que allí se encuentran perderán muchos de estos derechos, y el Reino Unido podrá implantar controles, visados y restricciones a la entrada del país a los comunitarios, como ahora ya hacemos todos a los nacionales de terceros países. Las consecuencias económicas de estas medidas para el presupuesto británico son escasas, porque esas ayudas sociales que reciben estos ciudadanos son muy poco sobre el conjunto de gasto público en las islas, pero la medida es, sobre todo, política. Busca aplacar al nacionalismo británico ofreciendo un perfil de dureza, una imagen de inflexibilidad con los que vienen de fuera y pueden quitar el trabajo a los residentes (viejo discurso que no cesa de repetirse). Haciéndose el duro Cameron busca debilitar al ala más conservadora de su partido y a los extremistas del UKIP y formaciones similares, que con el banderín de la inmigración han conseguido una gran herramienta para movilizar voto y presentarse como “salvadores” de los amenazados trabajadores británicos. Como se puede ver, avanzan las décadas pero vuelven las viejas e inútiles soluciones para los viejos y nuevos problemas.

Si Cameron logra un acuerdo en estas condiciones, quizás pueda controlar a sus radicales, aunque no es probable, pero lo que es seguro es que lo hará a costa de romper algunos de los principios fundamentales de la UE, que compartimos todos. Desde el momento en el que un hipotético acuerdo recogiera cláusulas de este tipo, qué impediría que otras naciones de la UE se agarrasen a ellas para, por los graves motivos que se adujeran en ese momento, salirse de la legislación acordada por todos?? El asunto es, como puede verse, muy espinoso. Y es peligroso que un acuerdo con Reino Unido suponga un desacuerdo con el espíritu de la UE. Esta tarde noche, madrugada, quizás mañana, sepamos si hay acuerdo, cuál, y qué pasa después

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