Hoy se celebra en Bruselas otra
de esas cumbres que son decisivas para la UE, que suponen un antes y un después,
y esta vez no es por Grecia. Corresponsales y enviados especiales sacarán su
arsenal de frases solemnes, grabadas en piedra helena, para rescatarlas ahora a
cuento de la negociación
que tiene abierta el Primer Ministro Cameron con el resto de sus socios sobre
las modificaciones que pide para mantener al Reino Unido en la Unión. La
mera posibilidad de que los británicos se larguen es estremecedora. Si ocurriera,
sería nefasto para ambos.
Si han seguido algo el tema, sabrán
que de llegarse a un acuerdo entre hoy y mañana Cameron tiene el compromiso de
convocar un referéndum en la isla, en torno al verano, en el que pedirá el sí a
la permanencia en la UE. Las peticiones de Cameron son de todo tipo, pero
principalmente se centran en los aspectos económicos y sociales, siendo estos
segundos los peliagudos. La petición económica básica es que al Reino Unido no
le cueste una libra estar en la UE. Quiere desvincularse de los mecanismos de
rescate, no aportando a los fondos creados al efecto, y dejar de ser
contribuyente neto al presupuesto comunitario. Ya Margaret Thatcher consiguió
el llamado “cheque británico” que es la compensación que recibe el país por la
renuncia a las ayudas de la política agraria común. Agricultores y ganaderos
británicos no reciben fondos ni subvenciones de la UE en este tema y a cambio
el país recupera el dinero que aporta al presupuesto común destinado a estos
fondos. Hay muchos detalles de este tipo que, aunque son farragosos y
complejos, pueden ser acordados entre las partes. El tema social es el más
vidrioso de los problemas. En la práctica, pide el Reino Unido el derecho a
tratar a los ciudadanos de la UE como si no lo fueran. En territorio común los
ciudadanos de los países de este club tenemos unos derechos comunes en todos
los países, que empiezan por la libertad de movimientos (bendito Schengen, que
te quieren destruir a golpe de valla y miedo) y abarcan ventajas sociales,
fiscales y políticas. Si Cameron se sale con la suya los miles de españoles,
polacos y nacionales del resto de la UE que allí se encuentran perderán muchos
de estos derechos, y el Reino Unido podrá implantar controles, visados y
restricciones a la entrada del país a los comunitarios, como ahora ya hacemos
todos a los nacionales de terceros países. Las consecuencias económicas de
estas medidas para el presupuesto británico son escasas, porque esas ayudas
sociales que reciben estos ciudadanos son muy poco sobre el conjunto de gasto público
en las islas, pero la medida es, sobre todo, política. Busca aplacar al
nacionalismo británico ofreciendo un perfil de dureza, una imagen de
inflexibilidad con los que vienen de fuera y pueden quitar el trabajo a los residentes
(viejo discurso que no cesa de repetirse). Haciéndose el duro Cameron busca
debilitar al ala más conservadora de su partido y a los extremistas del UKIP y
formaciones similares, que con el banderín de la inmigración han conseguido una
gran herramienta para movilizar voto y presentarse como “salvadores” de los amenazados
trabajadores británicos. Como se puede ver, avanzan las décadas pero vuelven
las viejas e inútiles soluciones para los viejos y nuevos problemas.
Si Cameron logra un acuerdo en estas
condiciones, quizás pueda controlar a sus radicales, aunque no es probable,
pero lo que es seguro es que lo hará a costa de romper algunos de los
principios fundamentales de la UE, que compartimos todos. Desde el momento en
el que un hipotético acuerdo recogiera cláusulas de este tipo, qué impediría
que otras naciones de la UE se agarrasen a ellas para, por los graves motivos que
se adujeran en ese momento, salirse de la legislación acordada por todos?? El
asunto es, como puede verse, muy espinoso. Y es peligroso que un acuerdo con
Reino Unido suponga un desacuerdo con el espíritu de la UE. Esta tarde noche,
madrugada, quizás mañana, sepamos si hay acuerdo, cuál, y qué pasa después
No hay comentarios:
Publicar un comentario