miércoles, marzo 02, 2016

Sánchez admite sus limitaciones

Me pilló de viaje el discurso de investidura de Pedro Sánchez, por lo que no pude oírlo en directo ni en su totalidad. Mientras el candidato socialista desgranaba propuestas y mensajes yo cruzaba en el autobús una Castilla regada y, a ratos, encharcada. No da tregua la política, pero sí el tiempo, que ha regado los campos que tanto lo necesitaban tras un seco y caluroso invierno, marcado por los ríos agostados y los brotes verdes de enero. Por seguir con el símil, en el levante se mantiene la sequía y el campo reseco, y en el Congreso, con alta probabilidad, no veremos fruto de esta sesión de investidura. No llega la lluvia a la política.

De lo dicho por Sánchez en su sesión dos son las cosas que me parecen más relevantes, más allá de las propuestas y mensajes, y en ambas admite algo que no le gusta. La primera es la asunción de que no tiene los votos suficientes para ser investido. Es una obviedad, pero no es menos cierto que admitirla pone en su sitio la sesión de ayer y el conjunto de esta semana. Sánchez se presenta a un debate en el que, salvo mayúscula sorpresa del viernes, no será elegido como presidente. Creo que esto tiene más consecuencias en el plano interno del PSOE y personal suyo que en cualquier otro ámbito. El discurso de ayer fue plúmbeo, poco motivador, muy leído, recibido por sus propias huestes con un entusiasmo moderado, pero no es menos cierto que en estas semanas Sánchez ha logrado acallar a la disidencia de su partido y, probablemente, fortalecer su posición en la secretaría general más allá de estos días, y de los que vengan en forma de congreso extraordinario. Ha logrado visibilizar su alternativa ante los suyos de una manera contundente, y quizás haya colocado una barrera lo suficientemente gruesa para que Susana Díaz y otros barones no quieran, ahora, meterse en el jardín de desbancarle. Por ello, el fracaso nacional de su investidura puede revestirse para él de un éxito en su partido. Si no gano la presidencia del país, al menos que no me echen de la de mi partido, puede que estuviera pensando ayer mientras “encandilaba” al mucho público concentrado en el Congreso. La otra asunción, mucho más importante, e igualmente cierta, es que no hay una mayoría suficiente de izquierdas como para elegir a un presidente, y menos que éste disponga de un gobierno estable, y mucho menos capaz de desarrollar reformas constitucionales. La suma de PSOE Podemos y resto de partidos de izquierdas, excluyendo a Bildu y los independentistas catalanes (letales para el PSOE, y que tampoco son de izquierdas pese a que así se vistan) no da como para hacer maravillas. Sí quizás para investir un presidente por mayoría simple, pero no para desarrollar un gobierno y llevar a cabo políticas de signo izquierdista. Esta es la frase de mayor calado, a mi juicio, del discurso de ayer, y la más certera. La mayoría que sea capaz de constituir un gobierno de mínima solidez y perspectiva debe estar arropada no sólo por fuerzas distintas, lo cual es obvio vistos los números, sino también por fuerzas ideológicamente opuestas. La idea de Podemos de un frente amplio de izquierdas, más allá de los dogmatismos y “carguitis” de Iglesias, está abocada al fracaso porque no presenta socialmente al país y, tarde o temprano, más probablemente antes, acabaría encallando en su propio marasmo y en la respuesta social a sus medidas, y en las nefastas consecuencias económicas de su gestión. Por tanto, es imprescindible un pacto transversal que sume fuerzas opuestas ¿Y cómo articular esto? Difícil, pero no imposible.


El acuerdo PSOE Ciudadanos, que puede que no sobreviva más allá de esta semana en función de los probables dos noes, es una vía que señala el camino correcto, el de la cesión y el acuerdo entre distintos. Un acuerdo así, que recoja la abstención o el voto afirmativo de PSOE y PP es, quizás, la única alternativa sensata a una coalición extrema o a unas nuevas elecciones que, a mi entender, serían la expresión del fracaso colectivo. Es muy probable que este acuerdo a dos pase por la renuncia de Rajoy y Sánchez al frente de sus formaciones para poder hacerlo posible. Pero hasta que llegue ese momento, hoy asistiremos, otra vez, a un desagradable enfrentamiento entre ambos, que sólo servirá para dañarlos mutuamente. Así de complejo y abierto está el panorama.

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