Hoy
se reúne en Frankfurt el BCE, y volverá a decidir sobre los tipos de interés, que
muy probablemente sigan invariables en mínimos, y tendrá que pronunciarse sobre
la convulsa actualidad económica. Tras un devastador inicio de año en los
mercados, se ha dado una media vuelta desde, aproximadamente, un mes, y se han
recuperado parte de las pérdidas, aunque no todas. La volatilidad sigue
presente y las incertidumbres que hace poco eran comentadas por todos, pese a
que no se mencionen en las últimas semanas, no han cambiado para nada. Quizás
permanecen agazapadas esperando el momento para dar otro zarpazo.
Consecuencia de todas las medidas
adoptadas por el BCE y demás instituciones para tratar de salir de la crisis,
de la que puede que hayamos escapado, pero siendo más pobres y muy diferentes ha
como entramos en ella, una de las más significativas es el derrumbe de los
intereses, y cómo eso afecta a la vida real. Todos han caído, tanto los que
oferta el banco a los clientes por sus depósitos como los que cobra por los créditos,
aunque en el caso de los créditos al consumo siguen siendo muy elevados
(recuerden un consejo, salvo extrema necesidad, nunca los pidan, salen carísimos).
Hasta hace poco meter el dinero en casa bajo el colchón era sinónimo de
comportamiento carca y desfasado, y perdedor, porque se perdía la remuneración
que otorgaba el banco y la inflación se comía el efectivo. Ahora la inflación
está en negativo en muchísimos productos e indicadores, y los bancos ya no dan
nada más allá de juegos de toallas o accesorios para móviles. Al paso que vamos
acabarán cobrando por depositar el efectivo en ellos, y el señor del colchón
adquirirá el estatus de gurú financiero, y su posición “sólida” será muy
rentable. Vivir para ver. Pero sin duda, lo más asombroso de todo es asomarse a
un indicador como el euríbor y comprobar que tiene valor negativo. Esa
referencia de todas nuestras hipotecas, que junto con el diferencial indica el
precio al que el banco nos cobra su préstamo, es negativa. Eso significa que,
en ausencia de diferencial, como pasa en algunos de los contratos concedidos,
el banco paga al cliente por darle un préstamo. El cliente gana dinero por
pedir prestado y el banco pierde por darlo. Es el mundo al revés. Hace no
muchos años empezamos a ver este (absurdo) fenómeno en las colocaciones de
deuda soberana. Empezó en los plazos más cortos y en los títulos triple A de
naciones seguras como Alemania y EEUU. Grandes titulares, manos a la cabeza,
incredulidad. ¿Cobrar por pedir prestado? Eso es imposible, estamos tontos,
etc. Y desde entonces ese (absurdo) proceso se ha ido extendiendo a colocaciones
de distintos plazos y calidad de emisión. El Reino de España obtuvo sus
primeras emisiones negativas hace un par de años, en letras a seis meses y un
año. A medida que esa irracionalidad se convertía en normal, los mensajes que
la tachaban de absurda fueron callando y la nueva normalidad reinó en los
mercados y medios de comunicación. El último gran indicador que faltaba en
sumarse a este baile de locos, el euríbor, llegó a tasa anual negativa al
cierre del pasado mes de febrero. Pocas centésimas, sí, pero negativas. Con un “menos”
por delante que destroza todos los modelos económicos, los lleva al absurdo, y que
de haber sido supuesto por mi o por cualquier otro alumno en la facultad de
Economía hubiera supuesto una nota de cero, no negativa porque “sería imposible”
puntuar por debajo de cero. Sería absurdo.
Estos indicadores, y muchos otros, nos siguen
recordando que estamos en un mercado y economía, además de intervenido,
completamente irracional, en el que el sentido común hace mucho tiempo que salió
corriendo. Seguimos esperando las reuniones del BCE y la FED como una especie
de Semana Santa revivida, donde Draghi pronuncia el discurso de las siete
palabras y los fieles actúan celebrando la buena nueva o llorando amargamente
por la decepción. No tiene sentido. Un mundo en el que se gana dinero por pedir
prestado y se pierde por prestar está abocado al desastre, y esto lo puede ver
cualquier. Más allá de artificios, la distorsión generada por la crisis y sus
soluciones han trastocado nuestro mundo, y no se ve la manera de volver a la
normalidad
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