martes, marzo 22, 2016

Obama hace historia en Cuba

Abusamos del adjetivo histórico, lo sometemos a una inflación desatada que lo devalúa hasta el extremo y muestra lo corta que es nuestra mira y perspectiva. Sin embargo esta vez merece ser empleado, porque han transcurrido ochenta y ocho años, casi un siglo, desde la última vez que un presidente de EEUU, el ya olvidado Calvin Coolidge, visitó Cuba, el gran país vecino del Caribe. En aquel caso se trató además de un encuentro de grado menor enmarcado en una visita de otro tipo. Ahora la visita tiene todo el rango posible y, dada la coyuntura, relevancia. Sus posibles frutos, eso es otro tema, están por ver.

Obama pasará a la historia de los presidentes de los EEUU, al menos, por Cuba. Tras más de medio siglo de política de bloqueo, que se ha mostrado muy acertada si lo que se pretendía era que el régimen de los Castro se mantuviera, decidió el presidente norteamericano hace caso a Einstein y, para obtener resultados distintos, llevar a cabo políticas diferentes. Hace ya más de un año que, en un discurso simultáneo, Obama y Raúl Castro anunciaron, de civil y de militar, cada uno mostrando en su estética cual es la fuente de su poder, el surgimiento de un nuevo tiempo en las relaciones entre ambos países. Tras meses de negociaciones vimos como en 2015 se inauguraban embajadas en Washington y La Habana, y era sabido que Obama visitaría la isla antes del fin de su mandato. Esa vista empezó en la noche del Domingo, hora española, y acabará hoy, tras dos días de estancia en la capital, con un encuentro con la disidencia. Ayer tuvo lugar la reunión más esperada, entre Raúl Castro y el presidente, con rueda de prensa incluida, que ofreció la posibilidad, inédita, a los periodistas allí presentes de hacer preguntas a un Castro, y que un Castro dictador las contestase, bien que a su manera. ¿Qué busca EEUU en su nueva política a Cuba? Lo mismo que siempre y lo que deseamos todos, la caída del régimen de los Castro, la llegada de la libertad a la isla y el desarrollo económico de la perla del Caribe, del que los norteamericanos, obviamente, pretenden sacar tajada. La idea base es que, tras décadas de bloqueo, nada ha cambiado en el interior del país. La represión se mantiene, el régimen se ha convertido en una dictadura hereditaria, de momento entre hermanos, y la pobreza en la que viven los cubanos es ya de dimensiones siderales. La experiencia dicta que un desarrollo económico suele ir acompañado de demandas de libertad, y por ello la táctica que explora ahora Washington se basa en las zanahorias diplomáticas, que a su vez permitan que la economía cubana pueda resurgir, y con ello la población, más autónoma y libre, empiece poco a poco a rebelarse, en serio, contra la dictadura. Quizás piensen los gerifaltes de Washington en un proceso similar a España, en el que el desarrollismo debilitó las bases de la dictadura, y la muerte de Franco dio paso a un proceso de transición en el que la sociedad tomó las riendas de un país que, durante décadas, estuvo amordazado. Hay también contraejemplos a esta teoría, quizás el más relevante sea China, donde el crecimiento económico, de momento, no logra desbancar al Partido Comunista del poder omnímodo, pero lo cierto es que hasta ahora, la política norteamericana con Cuba sólo ha servido para fortalecer al régimen, vía la creación de un maligno enemigo exterior contra el que volcar la ira popular. Está por ver si la nueva estrategia funcionará y si tendrá continuidad, dados los cambios que puede sufrir la política norteamericana y el peso del exilio cubano en el país. En todo caso el proceso está en marcha y, como en la jardinería, habrá que esperar a ver si da fruto o no.

Una nota obligada sobre el nulo papel de España en este proceso. Asentadas las empresas turísticas nacionales en cuba desde hace años, contando con una ventaja enorme respecto a sus futuras competidoras, y con los amplios y fraternales lazos que unen a ambos países, resulta descorazonador comprobar que la diplomacia y política española no ha pintado nada, ni antes ni ahora, en este proceso de cambio que se vive en la isla. Podíamos haber sido un mediador privilegiado, un interlocutor de confianza, pero no hemos jugado ningún papel. No deja de ser triste y, también, revelador, tanto de nuestra insignificancia como, sobre todo, el nulo interés que prestamos a estas cuestiones. Vivir de espaldas al mundo exterior es un inmenso error en el que no podemos seguir incurriendo.

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