viernes, marzo 11, 2016

Y Draghi cogió su fusil

Sorprendió a todos ayer el amigo Mario. Les comentaba en el artículo del jueves que se esperaban palabras y medidas por su parte, pero no tantas. La decisión de bajar los tipos al 0% es simbólica en lo monetario, dado que estaban en el ya ínfimo nivel del 0,05%. Bajó a también la tasa de depósito en el BCE, que es lo que paga a las entidades por dejar el dinero allí, del -0,3% al -0,4%. Este “menos” por delante significa que les cobra a los bancos por el dinero que allí depositan. Y avisó de que va a comprar más títulos en su plan de expansión QE, durante más tiempo, y de entidades no sólo financieras. Draghi se desmelenó del todo.

Sin embargo, si uno analiza con cuidado lo que ayer hizo el BCE y el discurso que Draghi mantiene desde hace meses, puede traducir las medidas de ayer no tanto como un grito de ánimo a la economía como un grito de desesperación. Algo así como “yo ya no puedo hacer nada más, os toca a vosotros!!!!” dirigido a los gobiernos y demás agentes económicos de la eurozona. La bolsa reaccionó disparada al conocer las noticias, rozando subidas del 4%, pero luego entendió ese mismo mensaje de desesperación y se desinfló por completo, cerrando plano el Ibex y bajando más de un 2% el parqué alemán. Los mercados conocen los datos que maneja Draghi, quizás un poco más tarde de que sean vistos en la nueva torre de Frankfurt, pero saben que pintan mal. Saben que la desaceleración global empieza a coger tintes de crisis, que afectará más o menos, pero en todo caso, a las naciones de la eurozona, y que para hacerle frente las políticas monetarias laxas pueden ser, quizás, condición necesaria, pero es seguro que no suficiente. Desde 2012 Draghi está haciendo todo lo posible para alentar el crecimiento en Europa, pero parece que lo único que logra es comprar un valiosísimo tiempo que los agentes no utilizan para reformar economías que necesitan ajustes y cambios estructurales muy serios para ser competitivas. Las condiciones de financiación que otorga el BCE son las mejores posibles para afrontar ese reto reformista, pero si no son utilizadas, no valdrán de nada. Draghi empieza a desesperarse, y cada vez hay más gente que así lo percibe. Sus llamadas de aviso caen en saco roto, y juega a un juego muy peligroso de desconocidas consecuencias. Mientras se desaprovecha ese tiempo que el compra, las distorsiones en los mercados financieros que provocan sus medidas no dejan de crecer, y como pasa en medicina, todo tratamiento de choque puede acabar provocando reacciones agresivas por parte de un cuerpo enfermo. El arsenal con el que cuenta el BCE está casi liquidado, sólo le falta ingresarnos directamente a los ciudadanos euros en nuestras cuentas corrientes (no lo descarten al paso que vamos) pero la atonía de los precios se mantiene, las ventas caen, las expectativas de crecimiento son bajísimas, el frenazo chino se acentúa, y una posible recesión en EEUU que tantos analistas proclaman se quedarían sin posibles respuestas por parte de una institución monetaria que, sinceramente, ya hace mucho más de lo que puede y, para muchos, debe. Draghi dispara con bazuca, sí, pero nadie avanza con él en la guerra contra la crisis.

En la Europa de hoy las disensiones políticas, el populismo que amenaza con hacerse con gobiernos o, como poco, paralizarlos, las tensiones derivadas de la gestión de los refugiados y la amenaza que supone, entre otras cosas, al espacio Schengen (vital para el funcionamiento del euro) el problema del Brexit y la parálisis de las instituciones comunitarias, la sensación de que ante los problemas las naciones europeas recurren a las vallas y a echar la culpa al vecino… Ninguno de estos problemas puede solucionarlos Draghi, ni el BCE. Su varita mágica da hasta donde da, y el hecho de que la invoquemos frecuentemente con esa expresión de cuento indica hasta qué punto estamos ajenos a una realidad que nos sobrepasa. Draghi, desde su torre, grita, pero por el miedo ante el peligro que detecta. Y está sólo.

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