martes, mayo 31, 2016

De mientras todos miraban al norte de Italia..

Este fin de semana ha estado marcado por un evento, que algunos denominan deportivo, pero que no es sino otra muestra de hasta qué punto el marketing puede triunfar y lograr que la gente se gaste el dinero que no tiene en lo que no lo vale y se sienta satisfecha por ello. Millones de personas desembolsando millones de euros para que unos pocos millonarios lo sean aún más. Algo carente de sentido desde todo punto de vista, y que encima es festejado por algunos como un éxito, lo que lo lleva hasta el absurdo. Todo esto sucedía al norte de Italia, y hacia allí han estado puestos todos los ojos y al atención, no se si del mundo, desde luego de nuestro país.

Mientras tanto, al sur del mismo país, en el canal de Sicilia, moría gente sin cuento, sin control, sin contabilidad, y sin que nadie lo viese ni le prestara atención. Varias han sido las organizaciones que han tratado de poner cifras a los muertos de esta pasada semana, pero es muy difícil saber realmente de cuántas personas estamos hablando. La cifra de setecientos parece ser la más comentada, pero pueden haber sido más o menos, no hay manera de precisarlo. No teníamos cientos de enviados especiales sobre esas aguas para contárnoslo, no había platos improvisados en barcazas ni presentadores estrella de múltiples cadenas que nos lo narrasen en vivo y en directo. No había anunciantes, publicistas, expertos en mercadotecnia ni otros profesionales que organizasen el evento y la cobertura. Y desde luego no había un euro, ni un solo euro que ganar en medio de ese Mediterráneo vacío de atención y lleno de drama. En los informativos del fin de semana, en medio de interminables conexiones especiales con la nada más absoluta, se colaban algunas noticias, pero eran apenas flases, intentos de asomar la cabeza por encima del sacrosanto evento planetario que todo lo llenaba y exigía. Y desde luego, nada de malas noticias. Nada de muertes, tragedias o angustias que entorpecieran la sensación de triunfo y gozo que llenaba a (casi) todos. Ayer, con la bajada de la marea mediática, empezó a colarse alguna imagen de lo que pudo haber pasado en el mar, y es otra vez un niño el protagonista de la misma. Corrijo, no es un niño, es un bebé. En la foto se ve a un hombre grande, fornido, de barba pelirroja, que sostiene en sus manos lo que parece un muñeco realista, tan realista que es un bebe de verdad, muerto, ahogado, como al parecer también sus padres, todos ellos muertos el pasado viernes en uno de esos hundimientos de los que nada sabemos ni, probablemente, sabremos. No sabemos cómo se llamaba ese niño, ni sus padres, de dónde venía, de quién huían, cuándo salieron de su hogar, en qué estado de ruina lo dejaron, si la guerra les pisaba los talones o escapaban antes de que les alcanzase, cómo alcanzaron las costas de una Libia que ya no existe, cuántos kilómetros levaban a sus espaldas, cuántos días de angustia y miedo, cuánto pagaron a la mafia de turno que les apretujó en una embarcación junto a otro montón de personas y les lanzó a la deriva de un mar que no perdona a nada ni a nadie… ya no sabremos nada de la historia de ese bebé ni de su final, ni de lo que ansiaban buscar en este lado del mundo. Quizás el hombre que sostiene al bebé fallecido también se estaría haciendo alguna de estas preguntas en ese instante, pero a buen seguro que no tampoco tiene respuesta alguna. El casco que cubre su gran cabeza tapa sus ojos, que a buen seguro están llenos de unas lágrimas que, quizás, sea lo único que obtenga como resultado de sus preguntas. La escena, desoladora, no necesita comentario alguno.

Todo esto sucedía al sur de Italia, mientras al norte cientos de miles de personas y de millones de euros se congregaban en una fiesta de la ostentación de la riqueza, del nivel de vida que hemos alcanzado, y que, orgullosos, proclamamos a lo largo y ancho de todo el planeta, con el deseo profundo de ser envidiados y con la firme determinación de que nadie venga a quitarnos nada de lo que consideramos que nos pertenece por derecho propio. Desde luego, ni ese bebé ni sus familiares podrán ya compartir nada de lo que nos hace felices a los que vivimos a este lado del Mediterráneo. Lo poquísimo que tenían lo perdieron en las aguas que, también, a nosotros nos bañan. Y no había presentadores mediáticos para contarlo, ni enviados especiales, ni platós a pie de barca.

viernes, mayo 27, 2016

La superbacteria resistente a los antibióticos ya está aquí

Se temía desde hace algún tiempo que llegase esta noticia, era cuestión de esperar y probar, y había miedo a que se diera. Finalmente el día ha llegado. Hace unas pocas horas responsables del departamento de salud de EEUU han anunciado que han encontrado una bacteria que es resistente a todos los tipos de antibióticos conocidos y, por tanto, no es destruida por ellos. Esos medicamentos no ejercen efecto alguno sobre ese agente y son incapaces de parar la enfermedad que transmite. Este es un asunto muy serio y que puede cambiar el mundo en el que vivimos, acostumbrado a un muy alto nivel de salud debido, entre otras cosas, al éxito de los antibióticos sobre las enfermedades bacterianas.

Lo primero que hay que señalar es que esto afecta sólo a ese tipo de enfermedades, las transmitidas por bacterias, algunas tan famosas como la difteria, escarlatina, tifus, gonorrea, etc. La lucha contra las enfermedades transmitidas por virus es muy distinta y no entra en esta guerra ¿Qué es lo que ha pasado? Nuestro amigo Darwin nos lo explica, aunque obviamente mi forma de contarlo sea muy imprecisa, dado que no soy experto en la materia (disculpas si me lee alguno que sí lo sea). Básicamente la guerra contra las enfermedades bacterianas es una guerra biológica, en la que los humanos utilizamos otra bacteria que destruye a las malignas. La primera y más conocida de ellas fue la penicilina, descubierta por Fleming. Esa bacteria buena ataca a las malas y las vence. Las bacterias desarrollan la enfermedad reproduciéndose a muy alta velocidad, tienen hijos, nietos y demás descendencia a velocidades fantásticas, por lo que la selección natural funciona a alta velocidad y, en un momento dado, puede haber un descendiente de la bacteria originaria, que era derrotada por la penicilina, que logre sobrevivir. En ese momento la penicilina ha llegado al límite de sus capacidades contra esa enfermedad. El descubrimiento de los antibióticos y su forma de funcionamiento permitió a la ciencia el desarrollo de muchos de ellos, que son capaces de actuar contra diversas enfermedades y que poseen distintas propiedades y, obviamente, efectos secundarios. Desde un primer momento se vio el riesgo de que la evolución bacteriana era el principal riesgo de cara a la pérdida de la efectividad de los antibióticos, por lo que se recomendó, sin descanso, no abusar de ellos, para retardar lo más posible este proceso natural de supervivencia. Usando esos medicamentos sólo cuando fuera necesario evitaría la continua exposición de muestras bacterianas a los mismos y alejaría en el tiempo ese riesgo de selección natural beneficiosa para las bacterias pero adversa para nosotros. ¿Hemos seguido esa política prudencial? En absoluto, más bien lo contrario. La automedicación descontrolada y el uso imprudente de antibióticos para fines no médicos, como por ejemplo el del engorde rápido del ganado, han sido prácticas peligrosas que no han dejado de darse desde que se descubrieron esas “mágicas” bacterias. Y la comunidad científica ha ido viendo con temor cómo, sin cesar, la vida útil de los nuevos antibióticos era cada vez más corta dada la sobreexposición a la que eran sometidos. En esta carrera armamentística la selección natural es imparable y, acelerada por nosotros, invencible. Por eso, como les citaba al principio, el riesgo de que se llegara al descubrimiento de una bacteria que fuera inmune a todos los antibióticos conocidos, la llamada superbacteria, estaba en todos los laboratorios públicos y privados del mundo. Por lo que parece, ese riesgo se ha materializado hoy.

A partir de ahora toca investigar, muy a fondo, deprisa, con cierta urgencia, sobre cómo atacar a esa nueva bacteria, y sobre todo, empezar a diseñar fármacos que logren saltar el problema antibiótico. Hay muchas alternativas sobre la mesa, destacando las de tipo genético o las del uso de nanorobots para enfrentarse a estas nuevas bacterias, que son muy peligrosas, pero está por ver hasta qué punto estas nuevas técnicas médicas, que escapan en bastante a la definición clásica de medicina, están en condiciones de aplicarse ya. A partir de hoy el riesgo de que se produzca una infección por una de estas bacterias crece. La enfermedad que genere puede ser de todo tipo, desde leve y asintomática hasta muy peligrosa, pero es un peligro que, hasta ayer, sólo existía como hipótesis, y que hoy es real.

Subo a Elorrio este fin de semana y me cojo el lunes festivo. Descansen y sean muy felices.

jueves, mayo 26, 2016

El cese del director de El Mundo (o la crisis de la prensa)

Fue ayer muy ácido, a la par que brillante, uno de los periodistas de El Mundo que, en su twitter, dejó escrito que es más peligrosos ser director de esa publicación que pertenecer a la familia Stark en Juego de Tronos. Si no han visto la serie deducirán que a esa saga no le van muy bien las cosas a lo largo de los capítulos y temporadas. La destitución, anunciada ayer, de David Jiménez como director de ese periódico, con apenas un año exacto cumplido al frente de la cabecera muestra que las cosas bajan muy revueltas por la Avenida de San Luís, que es donde está la actual sede de la redacción, pero que no es El Mundo sino otro ejemplo, entre miles, de la crisis de un formato de comunicación, el de la prensa escrita, que se aproxima cada vez más a un aparente y definitivo abismo.

Fue a finales de los ochenta, si no recuerdo mal, cuando Pedro Jota fundó el mundo. Periodista de una personalidad desbordante, tan brillante como narcisista, durante décadas era imposible disociar a la publicación de su director. Con el periodismo de investigación, de exclusivas duras contra el gobernante, poco amigo del poder y con un estilo fresco, El Mundo se convirtió rápidamente en la cabecera del lector de centro derecha moderno, que veía como el ABC se quedaba antiguo para sus aspiraciones y El País reinaba en el centro izquierda. Los ochenta y noventa fueron años dorados para la prensa. Las tiradas eran enormes, los ingresos seguros, el prestigio alto y trabajar en un periódico, símbolo de estatus. Quizás el primer día en el que en una redacción, o mejor aún, en casa o en la oficina de un cliente, llegó internet y se pudo consultar los artículos a través de ese nuevo medio nadie fue capaz de adivinar que el imperio de la prensa se enfrentaba a su mayor enemigo. La difusión tecnológica empezó no a herir, sino a destrozar la cuenta de resultados de todas las cabeceras, que veían reducirse sus ingresos a marchas forzadas. Los italianos de Rizzoli RSC compraron El Mundo hace ya unos cuantos años, en una operación que buscaba, sobre todo, que la cabecera no fuese a la quiebra, mientras que el ABC era absorbido por la empresa de periódicos regionales Vocento y El País, cada vez más ruinosos, sobrevivía gracias al resto de piezas del grupo Prisa, que eran las que le sufragaban los costes. El papel de Pedro Jota en el mundo empezó a verse en entredicho a medida que los números rojos presionaban su corbata y el poder político de todo signo le veía como un problema. Si sacar escándalos hubiera seguido siendo rentable es probable que el fundador tuviera su silla muy asegurada, pero meterle el dedo en el ojo a Rajoy y su gobierno a la vez que uno suplica ayuda financiera es una combinación que sólo asegura problemas. Hace dos años Pedro Jota fue destituido de su creación y expulsado a la oscuridad de la web, desde donde sobrevive, mal, con un medio digital que no logra obtener audiencia y prestigio de la manera que él esperaba. Casimiro García Abadillo, su segundo durante décadas, se situó al frente del El Mundo, pero duro apenas catorce meses. La fuga de firmas, las cuentas que seguían saliendo mal, la falta de rumbo y la pérdida del fundador eran lastres muy serios que el bueno de Abadillo quizás no supo, desde luego no pudo, solucionar. Para sustituirle se echó mano de alguien de la casa, desconocido, joven, David Jiménez, corresponsal en Asia, al que casi nadie conocía. Jiménez llegó con un discurso renovador, tecnófilo, algo visionario. A los pocos meses renovó la web del periódico, dejándola bastante peor de como lo era antes, y logrando que El País, que nunca ha sabido hacer una web, le superase en audiencia. Pasaban los meses y el rumbo de la publicación seguía sin ser definido. Y las cuentas, como siempre, rojas. Y los EREs, como en Andalucía, omnipresentes.

Ayer Jiménez fue cesado, relevado por Pedro García Cuartango, de los pocos históricos que quedan aún en la casa. Cuartando tiene ante sí todos los retos posibles, empezando por lograr la mera supervivencia de una cabecera que, vía despidos y desplome de ventas, empieza incluso a ver peligrar su propia existencia. En el resto de medios escritos el relevo de Jiménez quizás haya sido visto con cierta alegría (malo para mi competidor, bueno para mi) pero también con tristeza, porque otro experimento, otra intentona de enfrentarse a la gran crisis de la prensa ha fracasado. La situación del resto de cabeceras españolas, y mundiales, es igual de delicada que la de El Mundo, o incluso peor. ¿Sobrevivirán? ¿Cómo? ¿Hasta cuándo? Esas son las preguntas para las que nadie, hoy mismo, tiene respuesta.

miércoles, mayo 25, 2016

Albert Rivera en Venezuela

Es imposible, a casi un mes de las elecciones, deslindar la visita de Albert Rivera a Venezuela de la campaña electoral. De hecho todo lo que se haga en estas fechas, sea pensado en esos términos o no, será interpretado en clave política y electoral. Pero es indudable la valentía y el coraje que Rivera ha demostrado en su gesto de apoyo a los opositores venezolanos, a los que luchan por la libertad en aquel país y a las clases medias y bajas de una nación que, harta de la corrupción tradicional, se echó en brazos de un mesianismo armado que la ha conducido a la más profunda de las crisis y pobrezas. Rivera ha hecho lo debido. Y eso es indudable.

Es Venezuela la constante historia de una posibilidad frustrada, de unas excelentes condiciones de partida, de una riqueza natural y humana extraordinaria, que no deja de echarse a perder por cómo se ha gestionado. Durante décadas los ingresos, fabulosos, provenientes del petróleo condenaron a la economía venezolana a eso que se llama la “trampa de los holandeses”. El río de divisas que accedía al país de manera irrefrenable y sólo a cuenta del crudo hacía que cualquier otra inversión productiva no fuera rentable. Era imposible crear empresas de otro tipo, y sobre esa catarata de dinero empezaron a surgir, como suele ser habitual en estos casos, oligarcas, potentados y familias que se hicieron con la mayor parte de los réditos de la economía nacional, convirtiéndola en un cortijo. Si Latinoamérica ha tenido en su abrupta desigualdad uno de los mayores males de su historia, el caso venezolano era paradigmático. Corrupción desatada e ineficiencias acabaron por soterrar a la democracia en Caracas, democracia que era más formal que efectiva, y un golpe de estado encabezado por un militar bravucón y poseído por una verborrea alucinógena, de nombre Hugo, se hizo con el poder, no al primer intento, es verdad, pero sí a la larga. Chávez mostró inteligencia política, y se dio cuenta de que su reinado absolutista sólo podía durar si atrapaba a las masas, si las encandilaba, y se puso al frente de un discurso basado en el comunismo de toda la vida y el nacionalismo, tanto venezolano como latinoamericano. La explotación del discurso de la agresión exterior siempre funciona en sociedades pobres, incapaces de hacer frente al hecho de que quienes más les roban no son los de otros países, sino algunos de sus propios compatriotas. El chavismo fue afianzando su poder a base del palo de la represión y la zanahoria de los subsidios basados en ese maná petrolífero, que llegó a costar bastante más de 100 dólares el barril. Así mismo Chávez supo engrasar, nunca mejor dicho, su imagen en el exterior, tanto exhibiéndose como abanderado de los desarrapados (un clásico de la falsedad) como financiando movimientos y grupos de trabajo en el exterior que elogiasen su figura y obra. La economía venezolana, mientras tanto, seguía igual de abandonada, en Caracas se daba un asesinato cada media hora más o menos y la estructura del país se descomponía, pero el petróleo caro todo lo amparaba. La muerte de Chávez por un cáncer, la llegada al poder de Nicolás Maduro, un vulgar imitador que no duraría ni dos días en un programa de variedades televisivas, y el derrumbe del petróleo, eran las condiciones necesarias para que Venezuela, otra vez, se derrumbase. Y en ello está, cayendo en picado por el pozo negro de la corrupción, dictadura, inflación y pobreza.

Venezuela es el ejemplo perfecto de esa teoría de Acemoglu y Robinson de que son las instituciones, la forma en la que los humanos gestionamos los recursos, lo que permite el crecimiento económico y la huida de la pobreza. De nada sirve la infinita riqueza natural de Venezuela si, bien una panda de corruptos o de golpistas, o de ambas cosas, se hacen con el poder y mangonean a su antojo. Rivera lo está viendo con sus propios ojos, y su intervención ante la asamblea venezolana, en un acto que eleva su condición de presidenciable, es el mensaje que, proveniente de un liberalismo tranquilo y de un sentimiento democrático normal, el de la Europa que deseamos muchos, no se olvida de Venezuela en este momento tan dramático para su población.

martes, mayo 24, 2016

La carta de Rajoy a Bruselas

Bonito revuelo se ha organizado con la carta que Rajoy mandó a Bruselas a principios de mayo, en lo que es una nueva manera de sostener un doble discurso y un éxito periodístico. En esa misiva Rajoy promete realizar los miles de millones de ajustes en la segunda parte del año, dando por sentado que gobernará tras las segundas elecciones, y pese a no dar detalles sobre cómo hacerlo, ofrece su voluntad, a cambio de que la Comisión no sancione a España y se muestre más flexible con los calendarios de aplicación del déficit. Lo primero ya está concedido, dado que Bruselas ha retrasado toda decisión sancionadora hasta, al menos, después de las elecciones.

No me interesa tanto de este asunto el que Rajoy mienta al electorado, prometiendo una cosa en público y asegurando que hará otra en privado. A fin de cuentas es un político, y el que gente que aún se crea los mensajes de campaña demuestra el grado de ingenuidad de muchos, aprovechado por tantos, empezando por los políticos. Lo que me importa de todo este asunto es lo serio, es decir, las cifras. Que las cuentas públicas españolas son un desastre lo sabe todo el mundo, y que no logran entrar en una senda de control, también. No hace falta que Bruselas nos diga que tenemos que realizar ajustes, ese famoso 100% de deuda sobre el PIB sobre el que les hablaba la semana que viene lo dice todo, y no necesita ni carta ni sello ni membrete ni acuse de recibo. Sea cual sea el gobierno que surja de las próximas elecciones, si es que lo hay, se enfrentará al inmenso reto de cuadrar las cuentas públicas, y no porque se lo diga Bruselas, lo repito, sino porque de no hacerlo se volverán insostenibles en un plazo no muy lejano. Dos son, obviamente, las vías para hacerlo. Por un lado, gastar menos y mejor. Nadie usa el segundo de los conceptos de esa frase, y es muy importante. Hay ciertas partidas de gasto público que deben reducirse, y otras eliminarse, pero con la tecnología que se dispone hoy en día la mayor parte de procedimientos se pueden realizar con menos personal y de una manera más ágil y eficiente y, por tanto, menos gravosa. Hay servicios públicos, como la sanidad, educación, justicia y pensiones, donde hay que gastar mejor, pero también más, y no será posible hacer recortes en ellos, pero en muchos otros aspectos sí. La otra vía para reducir es la de ingresar, nuevamente más y mejor. Siempre, otra vez, nos fijamos en el más, subiendo tipos a impuestos existentes, pero no en el mejor, dado que no nos planteamos reformar impuestos que están muy obsoletos, o que directamente sólo exprimen a una parte de la sociedad, como el IRPF, y no gravan a otra. Una reforma fiscal integral, seria, moderna, simplificadora y eficiente debe ser llevada a cabo sin demora, y es muy probable que con ella lográramos obtener, manteniendo los impuestos, mucha más recaudación, por la vía de ahorro de costes, aumento de las bases imponibles, reducción del fraude y extensión de la extracción a aquellos sujetos, físicos y jurídicos, que hoy en día siguen funcionando al margen de Hacienda. Tenemos un sistema fiscal de no muy finales del siglo XX en la segunda década, ya mediada, del siglo XXI, y es obvio que se ha quedado muy viejo. Es cierto que crecer económicamente es la panacea para todo porque, como la buena grasa, hace que hasta las ruedas roñosas giren, pero el crecimiento económico no va a ir mucho más allá de lo que ahora marcan los registros de PIB, en un contexto internacional complicado, y el gobierno, que puede hacer más para que la economía crezca (permitiendo por ejemplo que crear empresas sea algo sencillo, rápido, ágil y barato) no está por la labor.

¿Escuchan ustedes alguna propuesta sobre estos asuntos en la precampaña electoral? ¿Algún mensaje al respecto? Ninguno. Más allá del debate de si complementar las pensiones con impuestos que no sean cotizaciones sociales (que ya es un impuesto al trabajo. Tema interesante, a ver si un día les comento algo al respecto) nada de nada. Sólo ruido y acusaciones mutuas de grueso calado. Es necesario un pacto económico nacional para afrontar la situación de las cuentas públicas, modernizar la administración y todo el país, y mantener los servicios sociales, especialmente pensiones, y dinamizar el mercado laboral. Unos nuevos pactos de la Moncloa que, como un gilipollas, llevo reclamando desde 2008. Pero temo que de esta campaña tampoco saldrán.

lunes, mayo 23, 2016

La ultraderecha vence en Austria

En el momento de duda y zozobra en el que se encuentra Europa, cualquier elección nacional puede suponer un quebranto serio de cara a la supervivencia del proyecto. El antieuropeísmo, enarbolado desde posiciones extremas de izquierda y derecha, es pregonado en cada país con fuerza por quienes apelan al nacionalismo y al cierre de fronteras como solución mágica para todos los males. Su discurso es mentiroso, falaz, peligroso, reaccionario…. Todo lo que ustedes quieran, sí, pero cosecha votos, y muchos, y eso lo hace aún más peligroso. En Junio las elecciones españolas y el referéndum del Brexit serán los centros de atención.

Y mayo acaba con las presidenciales austriacas, en las que a falta de contar el voto por correo, que es muy numeroso en ese país (no se por qué) poco más de la mitad del electorado le ha dado el voto a Norbert Hofer, candidato del Partido Liberal. Así leído no suena mal, pero hay que tener cuidado con los términos y ver en cada caso qué es lo que esconden. En Austria el llamado Partido Liberal tiene de liberal lo que yo de atractivo físico. Es una ambigua denominación que esconde una formación de extrema derecha pura, un partido radical, antieuropeo, con ideología nacionalista xenófoba y un discurso económico intervencionista, proteccionista y excluyente. Hasta ahora habíamos visto como estos extremistas conseguían buenos resultados en Grecia, o llegaban al poder en países de la periferia europea, como Hungría o Polonia, en los que las coaliciones gobernantes están dirigidas por partidos extremistas, más en el caso húngaro que en el polaco, pero de igual y preocupante signo. Sabemos que en los países que componen el núcleo de la UE hay tendencias de este tipo que están cogiendo mucha fuerza. Clásico es ya el caso de Francia, donde un Frente Nacional amplio empieza a ver cómo la presidencia del Eliseo puede estar al alcance de una Marine Le Pen que quita el sueño a media Europa. Grave es el caso de Alemania, donde la política de inmigración de Merkel ha servido como excusa para que Pegida, formación que agrupa a movimientos de este tipo, se convierta en una fuerza electoral de peso, capaz de hacer frente a los partidos clásicos y empezar a cosechar poder local y regional. Austria es un caso clásico en lo que hace al ascenso de la ultraderecha. Si recuerdan ya hace años Jörg Haider se llevó muchos titulares de la prensa europea. Antiguo líder de esa formación “liberal” ascendió al poder del gobierno regional de Carintia, una región austriaca, y tuvo un papel en el gobierno de coalición que regía en Viena, con ese mismo discurso extremista, filonazi y negacionista que mantienen sus seguidores. En aquel entonces la idea de Europa era más fuerte que ahora, la crisis no nos había dejado a todos llenos de heridas y la idea de sancionar a Austria por el comportamiento de Haider fue vista con naturalidad. Pase lo que pase con el voto por correo, llegue Hofer a la presidencia o no (confiemos en que no lo haga) ese escenario de bloqueo de la UE a una Austria regida por un presidente extremista sería hoy impensable. La Unión está débil, y que la mitad de la población haya votado a un candidato así indica que el partido y persona que ha ganado son, pásmense, el menor de los problemas. Algo muy gordo y feo se está cociendo en los electorados de la vieja y temerosa Europa. Y no usemos la economía en este caso como excusa, dado que Austria es una de las naciones más ricas del continente y de las menos afectadas por la crisis.

Hay varios mapas en la web que muestran que el electorado austriaco se ha dividido completamente entre el mundo urbano y rural. Hofer ha perdido en Viena y en las ciudades fronterizas con Baviera, pero ha arrasado en todo el resto del país, salpicado de pueblos y ciudades pequeñas. El electorado urbano, cosmopolita, huye de ese candidato extremista, pero se encuentra rodeado de un país que opta por todo lo contrario. Y el equilibrio de voto es, como ven, casi perfecto. La mayor parte de trabajadores de clase media baja han votado por el candidato extremista. Es un indicio de lo que puede suceder en posteriores elecciones europeas. Así, lo sucedido ayer en Austria, grave, es una mala noticia, otra más, para la UE.

viernes, mayo 20, 2016

Otro avión (egipcio) desaparecido

La racha de desastres aéreos que llevamos los últimos meses es de las malas, aunque la verdad es que no pueden ser calificados en ningún caso de accidentes. Hace poco se cumplió el aniversario del desastre de los Alpes, causado por el suicidio, que no quiso que fuera en solitario, de un copiloto cuyo nombre no quiero ni aludir. En verano tuvo lugar al destrucción de un vuelo del Sinaí a San Petersburgo, en el que fallecieron más de doscientas personas, casi todas ellas turistas rusos. La tragedia se produjo por una bomba introducida en una lata de refresco que, a la altura a la que explotó, bastó para condenar al avión. Entre decisiones premeditadas y atentados los aviones se caen, sí, pero no fallan.

¿Estamos ante un caso similar en el vuelo de Egypt Air desaparecido ayer? No se sabe aún, aunque muchas fuentes así lo sospecha. El viaje comenzó en el, presuntamente, muy seguro aeropuerto de París Charles de Gaulle, con rumbo a El Cairo. El rastro del vuelo fue normal hasta que dejó de ser detectado por los radares griegos sobre el Mediterráneo, cuando ya le quedaba poco más de una hora para llegar a su destino. Al parecer el avión realizó dos giros imprevistos, uno de noventa grados en un sentido y luego otro giro, completo, en el sentido inverso. Y se esfumó. Algunos restos aparecieron ayer flotando a la altura de algunas islas griegas y en principio se tomaron como fragmentos de ese vuelo, pero a última hora del día el gobierno griego desmentía que tuvieran que ver con él. Así que de momento reina la confusión, lo único seguro es que el vuelo no ha llegado, lo más probable es que se haya estrellado en un punto no identificado y la hipótesis del atentado está sobre la mesa, pero no se confirma del todo. En el caso del vuelo ruso de septiembre parece que la bomba fue introducida en el avión gracias a la ayuda de personal de tierra del aeropuerto, islamistas que allí trabajaban y que encontraron una vía alternativa a la seguridad absoluta que impide a los pasajeros meter objetos sospechosos en la cabina (de hecho casi es imposible introducir a los pobres pasajeros, dada la rigurosidad de los controles en algunos casos). Si el avión no ha sido derribado por un ataque exterior, por el impacto de un misil u otro tipo de proyectil lanzado desde tierra, el atentado, de haberse producido, requeriría un modus operandi similar al del caso anterior, es decir, con colaboración del personal de, en este caso, el aeropuerto parisiense. Eso sería muy grave. Ya lo fue en el caso del avión ruso, pero los expertos daban por sentado que la seguridad del aeropuerto de Sharm El Sheij, la zona turística desde la que partió aquel vuelo, era menor que la de cualquier aeropuerto occidental, y más si tenemos en cuenta que gran parte de la península del Sinaí, en cuyo extremo sur se encuentra ese lujoso enclave turístico, es tierra de nadie semicontrolada por las bandas yihadistas de DAESH. “Cosas que pueden pasar ahí fuera” venían a decir aquellas explicaciones. Pero ahora la posibilidad de que algo así haya sucedido en un aeropuerto internacional de primer nivel sería una noticia muy seria. Recordemos que Francia sigue en estado de excepción, renovado precisamente ayer hasta finales de julio, tras los atentados de noviembre, y que los ataques islamistas de Bruselas en marzo mostraron que miembros de esa banda de fanáticos habían estudiado en detalle las instalaciones y formas de funcionamiento del aeropuerto de Zaventem, en este caso para la confección de un atentado en las instalaciones de acceso a la facturación del mismo, pero en ningún caso se ha descartado la opción de que personal del propio aeropuerto hubiera colaborado con aquellos terroristas. ¿Existe una brecha de seguridad interna en nuestros aeropuertos? ¿Han encontrado los terroristas la forma de burlar los controles del pasaje, no recurriendo a él como forma de introducción de explosivos?


Estas preguntas y muchas otras, de gran importancia, siguen en el aire mientras lo que parece seguro es que ahí no se encuentra el avión desaparecido. La angustia de las familias de los viajeros, siempre inmensa en estas situaciones, no deja de acrecentarse ante la espera sin noticias ni resultados. El área de búsqueda de posibles restos es, en este caso, más pequeña y localizada que en siniestros anteriores, por lo que no debiera tardarse demasiado en encontrar evidencias, restos y fragmentos del avión. En todo caso el aspecto que tiene el suceso es muy feo, y de confirmarse la hipótesis terrorista, nos situaría ante un grave y no previsto problema de seguridad. A ver qué es lo que finalmente ha sucedido.

jueves, mayo 19, 2016

Ya lo debemos todo, y cada vez más

Ayer se hizo oficial una cifra que todos llevábamos tiempo esperando, y temiendo, y que parecía imposible que no se lograra alcanzar. La deuda pública ha alcanzado el 100% del PIB. Esta deuda es la que tiene todas las administraciones públicas (Central, autonómica y local) y la de la Seguridad Social, que funciona como una especie de administración paralela. Ese 100% quiere decir que el valor de todo lo que se produce en España en un año, tanto por agentes públicos como privados, es lo que debemos. Todo, sueldos y salarios, ingresos, ventas, productos, todas las rentas generadas en un año son las necesarias para cubrir la deuda.

Es una cifra disparatada, peligrosa, y que supone un problema muy serio para el conjunto de la economía nacional. A medida que crece, la deuda no hace sino consumir recursos que podrían ser asignados a otros fines más productivos. Los intereses que haya que pagar por ella, aunque sean muy bajos como ahora, supondrán partidas muy importantes por el mero hecho de corresponderse con cifras absolutas de deuda mareantes. La dependencia de la economía nacional de los tenedores de la deuda crece, y también se reduce la capacidad de maniobra de un país que, día sí y día también, tiene que acudir a refinanciarse a mercados nacionales e internacionales en busca de un crédito (palabra que proviene del credere latino, creer) cada vez más exigente. La actual política ultraexpansiva del BCE, que lo compra todo, y que ha arrojado a la basura los tipos de interés, hace que la prima de riesgo esté bastante controlada y que tengamos la sensación de que esa deuda no es peligrosa. Pues bien, el mayor de los peligros se da cuando uno no es ni siquiera consciente de su existencia. Basta un repunte en los tipos por vaya usted a saber que causa para que el servicio de la deuda se dispare hasta niveles insoportables. Pero más allá del problema (enorme) de su volumen, el grave problema de fondo es que la deuda no deja de crecer, ni en épocas de crecimiento económico como las que estamos viviendo. Por redondear los números, en 2015 España creció más de un 3% y el déficit púbico, que engorda la deuda, se situó en el 5%. Si creciendo la economía la deuda crece, ¿qué pasará con ella cuando la economía no crezca? Casi da miedo pensarlo. La gestión de la deuda pública por parte de los gobiernos de ZP fue desastrosa, porque fue plenamente cíclica, con un mínimo en la época máxima de la burbuja y un crecimiento desatado a partir de ahí. El gobierno de Rajoy en sus cuatro años largos apenas ha logrado moderar el ritmo de crecimiento, pero se ha mostrado incapaz en lo que hace a la reforma fiscal y de gastos del país, que muestra en esas cifras de deuda acumuladas que nuestro modelo económico (y de ingresos y gastos) no funciona, y que es un generador perpetuo de déficits. Se ha hartado Rajoy de decir estos años que “no podemos seguir gastando lo que no tenemos” y cada vez que decía esa (acertada) frase hacía exactamente lo contrario, mostrándose como otro político más, que vende un discurso alejado de una realidad grave. De momento seguimos viviendo de réditos del pasado y, por ejemplo, las pensiones se mantienen sin recorte gracias a una hucha de la Seguridad Social que merma año a año. A este ritmo en apenas cuatro o cinco se acabará, y entonces los pensionistas entenderán lo que significa, en la práctica, que no hacemos otra cosa que gastar lo que no tenemos.


Endeudarse, en sí mismo, no es malo. Sería imposible invertir, comprarse un piso o afrontar gastos por el estilo (por cierto, huyan de la comparación de un país con una familia, no tiene nada que ver) pero nunca, nunca, uno debe endeudarse por encima de sus posibilidades. En esto hay que ser cautos, precavidos, y saber que a medida que se pide más crédito se pierde más vida y libertad. En eso sí que todos los agentes económicos son muy similares. Urge un replanteamiento del sistema fiscal, para optimizarlo y que genere ingresos reales, una reestructuración muy seria de muchas de las partidas de gasto público y, en definitiva, tomarse en serio un problema como el de la deuda, que no deja de crecer. Ahhh, me dicen que no hay gobierno para nada de todo esto… vaya vaya.

miércoles, mayo 18, 2016

La sabiduría de Svetlana Alexiévich

Ayer, por primera vez en mi vida, pude acudir a un acto en el que participaba un premio Nobel de literatura Tuvo lugar en el Espacio Telefónica, y presentado por Marta Fernández, el protagonismo recaía en la periodista y escritora bielorrusa Svetlana Alexiévich. Mujer menuda, de suaves gestos, de ruso hablar, y que gracias a una buena traducción simultánea pudo ser escuchada por un auditorio que, atestando el local, asistió a toda una revelación, a un discurso, hilvanado a través de las precisas preguntas de Marta, que llegó al corazón de todos los presentes, tanto por la intensidad del mensaje como por la sinceridad y honestidad que emanaba de quien lo pronunciaba.

Hubo algunos que el año pasado, tras la concesión del Nobel, criticaron al jurado por otorgárselo a una periodista, como señalando que pertenecía a un oficio menor que el del novelista o poeta. La obra de Svetlana es periodística, sí, se basa sobre todo en entrevistas y testimonios que, en función del tema que se trate, le permiten a la autora componer su relato. Un relato novelado, pero que no escapa nunca, ni lo pretende, de la realidad que le han contado los testigos que la han vivido de primera mano. Esas críticas a las que me refería fueron, por su puesto completamente injustas y falaces. A lo largo de su conversación de ayer, Svetlana volvió nuevamente a esos escenarios en los que ha desarrollado su vida y trabajo, escenarios de guerras presentes como la del Afganistán ruso de los ochenta o el Chernóbil de la radiación nuclear, escenarios pasados que no pudo conocer, como el de la Segunda Guerra Mundial, o escenas continuas de la vida bajo la dictadura comunista, que ha constituido gran parte de su vida adulta y, desde luego, todos sus años de infancia y adolescencia. Contó Svetlana varios episodios de todos estos frentes, frentes reales o figurados, dominados por la violencia, el miedo al fusil empuñado por el enemigo, la camaradería entre las tropas, la masculinidad que transforma en heroísmo la crueldad de la guerra, y el atroz sentimiento de impotencia que sienten todos aquellos que no pueden defenderse, especialmente mujeres y niños. Ese horror, ese mal que ella vio y oyó relatado a otros lo ha plasmado en sus páginas, llenas sin embargo de una gran ternura, de un cariño que calificaba como femenino, frente a la masculinidad violenta de la batalla, pero que puede extenderse como concepto al de puramente humano. En medio del mal Svetlana era capaz de encontrar historias de esperanza, muchas de ellas condenadas a ser destruidas, como la de esa pareja que se besa en medio de los disparos, a sabiendas de que en breve van a ser conducidas al pelotón de fusilamiento, como la de esos mutilados de guerra que, repudiados por sus familias al verse convertidos en tara, en estorbo para ellas, piden a la periodista que les ayude contando su relato, como esos aguerridos machos que en las polvorientas montañas afganas presumen de la carnicería que montan sus bellas y efectivas minas, y se regodean ante la mujer periodista enseñándole los restos deshechos de los infortunados que las han pisado, como si fueran trofeos de guerra. Ante preguntas del auditorio admitió Svetlana que se debe tener algo de valentía para afrontar episodios así, pero mucha menos que la del cirujano que abre un corazón y no puede dejarse influenciar, sabiendo que su trabajo es lo más importante. O la que necesita la pediatra cuando debe comunicar a unos padres que su hijo tiene una grave enfermedad. Su valentía es liviana comparada con la de estos profesionales, afirmó, pero su compromiso con la obligación profesional, en este caso la de transcribir esos testimonios, es igual de exigente.

Fueron muchos los temas que abordó la entrevista y las preguntas posteriores, varios de ellos centrados en la rabiosa actualidad de una Rusia conspiranoica que, bajo la bota de Putin, cercena libertades y camina hacia un nuevo autoritarismo perfecto. O el resurgir, incomprensible no sólo para ella, de ideales comunistas en la próspera Europa, que quieren volver a un pasado de dolor, de fracaso, amparados en la soberbia juvenil que siempre cree que no cometerá los mismos errores que sus padres, justo antes de embarcarse nuevamente en ellos. Fue hora y media de charla magistral sobre la vida desde una posición honesta, modesta, elevada y llena de misericordia, si se me permite el término, tras lo mucho visto y vivido. Compren sus libros, lean su obra, adéntrense en el mundo real, lleno de dolor y, también, esperanza.

martes, mayo 17, 2016

Nuestro incendio del vertedero ilegal de Seseña

7:55 de la mañana y, mirando por la ventana, apenas se distingue el resto de las brasas y humos que aún emergen del vertedero ilegal de neumáticos de Seseña, que arde desde la noche del jueves 13. El Viernes una imagen semiapocalíptica, formada por una inmensa y fiera nube de humo negro se elevaba en esa localización y era perfectamente visible desde cualquier punto de Madrid. Ardía lo que todo el mundo sabía que, tarde o temprano, iba a arder, y todos dispusimos de la metáfora perfecta, plasmada en esa negritud, para referirnos a la burbuja, a todas sus consecuencias, y a nuestra necedad en torno a ella.

Hay una imagen, parecida a esta que les enlazo, mejor aún, que no logro encontrar ahora, en la que se ve perfectamente como arde el vertedero, cómo algunos coches transitan junto a él por la ruinosa y quebrada radial 4 y, junto a todo ello, se levantan los pisos de la urbanización del Quiñón, edificada por el Pocero, uno de los emblemas de los años de la burbuja y, en su desolación posterior, de la crisis que nos llevó al precipicio y de la que seguimos huyendo, reptando más que corriendo. Tres símbolos que poseen, cada uno de ellos, una fuerza brutal y que nos lo dicen todo de nosotros mismos, de nuestras autoridades y de lo que nos pasó en el pasado y, no lo duden, volverá a suceder. El PAU del Quiñón encarna el exceso privado, la oportunidad única de un pelotazo de dimensiones tan grandes como la superficie edificada y el número de viviendas, en medio de la nada, pero eso sí, al lado de la frontera de la Comunidad de Madrid. Paco el Pocero se hizo millonario edificando esa ciudadela, y con él los propietarios de los terrenos, secarrales casi sin valor alguno, y las administraciones locales, tanto las de Seseña como las de la Junta de Castilla la Mancha. ¿Qué era imposible vender todo aquello? Qué más daba una vez cobrada la comisión debida. La Radial 4, autovía de peaje concebida, como otras radiales, para descongestionar las salidas de Madrid, se construyó en la misma época de euforia, con una asociación de capital público y privado, una concesión privada de explotación, una financiación mixta para los trabajos de obra y unas previsiones de uso que más parecían las del tráfico de Manhattan en hora punta que cualquier otra cosa. Pinchó la burbuja, el tráfico previsto se convirtió en nada y esa radial junto con otras, entró en concurso de acreedores, y aún sigue vigente el litigio entre concesionarias, Comunidad de Madrid y Ministerio de Fomento sobre quién asume las pérdidas, vía rescate público o no. Y el vertedero, que estaba ahí antes de todo lo demás, no es sino otro de esos monumentos nacionales a la desidia. Creciente día a día, desbordado, montañas apiladas de decenas de metros de sucias, negras y feas ruedas, que nadie vigilaba y a menos importaba. Durante años y años todas las administraciones, de distintos partidos políticos (PP, PSOE y ahora también Podemos) y grado (local, autonómica y regional) no han hecho nada, reitero, NADA, para evitar que esa sucia montaña de mierda creciese, aumentando en cada rueda tirada los riesgos de un posible incendio que, según las condiciones meteorológicas, podría haber sido devastador. ¿Se imaginan que el viento hubiera llevado la nube tóxica directamente sobre Madrid? ¿Conciben un escenario de millones de personas encerradas en sus casas por la contaminación y la capital bloqueada? Pudo pasar, y si no sucedió fue porque el viento, el viento, no lo quiso. Pregúntenles a los vecinos de El Quiñón y Seseña sobre si esa peste de humareda es saludable o no, pero no lo hagan a las autoridades, empeñadas en minusvalorar lo sucedido y “quitarle dramatismo”.


Al igual que lo que sucedió en la tragedia del Madrid Arena, donde toda autoridad falló, rápido han corrido todas, al ser preguntadas sobre el incendio, para echarle las culpas a los demás y no asumir su absoluto, total e inexcusable fracaso. Es lamentable pero, y es lo que más me duele, muy propio de nosotros. El incendio de Seseña es el castillo de fuegos artificiales de nuestra burbuja, y en su negra nube de humo se festejaba, sí, festejaba, la desidia e irresponsabilidad con la que vivimos aquellos años, en los que también sabíamos que la cosa iba a acabar mal, pero no hicimos nada para evitarlo. Como con los millones de ruedas. Las dejamos pudrir.

viernes, mayo 13, 2016

Miles y miles de exoplanetas

La astronomía es, de todas las ramas de la ciencia, la que más me llama la atención, quizás porque casi nunca puede acceder a conocer realmente los objetos que estudia. Su trabajo es oscuro, denso, sometido a las estrecheces de una mesa y ordenador. El cielo muestra sus lujos a quien lo mire pero no permite acceder a su conocimiento sin tener una formación salvaje y una imaginación igualmente portentosa. Eso hace que, realmente, sepamos muy poco del universo que nos rodea, y cada avance que damos, pese a suponer un salto importante para nosotros, sólo nos lleva a palpar una nueva ola en ese inmenso océano cósmico.

El caso de los exoplanetas es uno de ellos. Hace años, no muchos, su mera existencia era poco más que una conjetura, un supuesto basado en el hecho de que si nosotros residimos en un sistema solar con varios planetas orbitando a una estrella, por qué no iba a haber sistemas similares. Las dudas, muchas, que aún existen sobre la formación de nuestro sistema alentaban al pesimismo, y eran varias las voces que aventuraban que estructuras con varios planetas orbitando a una estrella eran excepcionales. No hará ni una década cuando se confirmó, por vías indirectas, que no hay otra manera, la existencia del primero de estos cuerpos orbitando en torno a su estrella. Fue una noticia impactante. Se trataba de un “Júpiter”, una enorme bola de gases que no había conseguido arrancar como estrella y que giraba en torno a otra que sí brillaba. ¿Era algo excepcional? Muchos decían que sí, pero más confiaban en que no. Poco a poco empezó a contarse un goteo de descubrimientos, que iban aumentando el censo de exoplanetas y, también, su tipología. No tardó demasiado en aparecer lo que se denominan “supertierras” es decir, planetas rocosos, pero de dimensiones mucho mayores a las del nuestro. La fauna planetaria empezó a dejar de compararse con una especie en extinción y se transformó, en pocos años, en un zoo lleno de todo tipo de especímenes que orbitaban en torno a, cada vez, una mayor tipología de estrellas. Gigantes rojas, enanas blancas, estrellas frías o calientes, de tamaños diversos, el número de ellas que albergan sistemas planetarios crece como la espuma, a medida que la tecnología con la que los buscamos se refina y, sobre todo, la idea con la que lo hacemos se expande. Y esa idea fuerza es que los planetas, como las estrellas, parecen encontrarse en todas partes. Son ubicuos. No hay que mirar a un punto especial del universo, buscando una tipología de estrella como la nuestra, o condiciones muy especiales. No, se mire a donde se mire, a la estrella que se desee, parece que se pueden encontrar cuerpos que orbitan en torno suyo. Algunos estarán situados en lo que se denomina zona de habitabilidad, que es la distancia correspondiente al astro que, por las características del mismo, se supone que debiera permitir la existencia de agua en estado líquido en la superficie de ese planeta. Otros pueden estar muy cerca de ella, y otros alejadísimos, replicando el modelo de nuestro sistema, con un planeta, Mercurio, pegado al infierno solar, tres planetas en la zona de habitabilidad, y uno de ellos, el nuestro, en el sitio idóneo, y otros muy alejados pero que también orbitan en torno a la misma estrella, caso de Júpiter y todos nuestros vecinos exteriores. Esta semana la NASA ha anunciado que el equipo del telescopio espacial Kepler ha aumentado el censo de exoplanetas conocidos en 1284. Sí, sí, más de mil planetas de una tacada, por lo que superan los dos millares los que están ya censados, y su número no dejará de crecer hasta convertirse en una de esas cifras absurdamente grandes que aparecen cada vez que tratamos de estudiar el espacio.

Tantos planetas… ¿habrá vida en alguno de ellos? Qué inmensa pregunta. A medida que aumentan los candidatos lo hacen las probabilidades de que en alguno de ellos sí se encuentren formas de vida, pero las distancias, infinitas a efectos prácticos, nos impiden acceder a ese conocimiento. Pero yo soy de los que creen, y desean, que la vida no sea sólo una excepción rara, un hecho que sólo ha sucedido aquí. Como los planetas, que no son algo propio de nuestro sistema solar y nada más. Lean esta entrevista, o esta otra, a Jill Tarter, ex directora del Centro de Investigación del Instituto SETI, sobre este otro apasionante tema.

Este Lunes es festivo en Madrid, por lo que no habrá artículo. Hasta el soleado Martes 17

jueves, mayo 12, 2016

No deja de llover en Madrid

2016 va camino de ser uno de los años meteorológicos más interesantes de los que hay recuerdo. Ya saben que ni los más viejos del lugar recuerdan nada que se le parezca a lo que sucedió un día cualquiera, si son preguntados por ello, lo que da fe de la mala memoria que tenemos los humanos. Es casi seguro que todos recuerdan este pasado invierno que no llegó a serlo, que por cada día de frío tenue nos regalaba varios de sol y temperaturas suaves, que animaban la paseo. Anochecía muy pronto, sí, pero el termómetro te decía que no estaban ni en enero ni en febrero. Ni en marzo, que nos dejó una temprana y bonita Semana Santa.

Primeros días de abril, y el miedo a que el calor llegara de verdad se extendía con la misma rapidez con la que crecía el día. Todo parecía ir por el camino de otro eterno verano, como el del año pasado, hasta que abril empezó a hacer uso de su fama de lluvias mil, y frentes y aguaceros empezaron a entrar sin descanso por el oeste peninsular, empezando a regar unas tierras que, desde principios de año, estaban agostadas. Esos frentes dejaron las nieves que aún lucen algunas cordilleras, y consiguieron remontar una temporada de esquí que en su tramo inicial y medio fue desastrosa, dado que las pistas parecían montoneras de grava de lo desnudas que lucían. Poco a poco en Madrid los jardines, como el de mi barrio, que viven de la lluvia que cae, y ya eran arenales veraniegos, se fueron tiñendo de un tímido verde, que al principio crecía inseguro, temeroso, tras meses de castigo solar, como no fiándose de esa lluvia que le caía, pensando que era un señuelo para asomar la cabeza y que el mazo solar le estampase su golpe sobre ella. Sin embargo, y dado que a esas lluvias le siguieron otras y otras, las hierbas se animaron finalmente y brotaron. A mediados de abril mi barrio lucía primaveral, de una manera sorprendente, casi inesperada. Los pantanos, a cuyas curvas me he referido alguna vez, hicieron un giro de vuelta muy parecido al que experimentó el Ibex en marco, y tras desplomarse en invierno empezaron a crecer en primavera, con poca fuerza al principio, pero luego ya con determinación. Llegaron las primeras inundaciones a Castilla y León, tras días y días de lluvias en toda la comunidad que, tanto en la tierra de campos como en las zonas de montaña, veía como las nubes se habían hecho con sus cielos. Lerma, Valladolid y, sobre todo, Zamora, vieron mansas crecidas de cauces que se extendían como sábanas al viento, ocupándolo todo. Sin destruir por falta de furia, pero empapando hasta que la vista alcanzase. En Madrid, de manera irregular, seguía lloviendo, y los dueños de las terrazas, que las llenaron en invierno, empezaban a tener que esconderlas justo cuando la temporada debía empezar, porque el chubasco de tarde se estaba convirtiendo en una tradición. Se acabó abril, empezó mayo, y tuvimos en la capital un episodio de tres días de temperaturas suaves, de entorno a los 27 grados, que a muchos les sentó a alivio y a algunos asustó como preludio de un calor (¿ya está aquí? ¿ya está aquí?) que empezaba a tocar. Pero fue un espejismo. A los pocos días de mayo, una tarde, llovió, con ganas. La temperatura se desplomó, y a partir de ahí, y durante ya una semana larga, ha llovido todos los días con una intensidad variable, pero nunca escasa.

Amanece por la mañana como hoy, con nubes y claros, a veces nubes finas, otras más serias, que a lo largo de la mañana van cogiendo fuste, y a primera hora de la tarde, desde la atalaya de la oficina, se vislumbran ya las primeras cortinas de precipitación que, al fondo, a muchos kilómetros, anticipan el chaparrón que caerá en la ciudad en las próximas horas. El viento se encrespa, las ramas se agitan y las nubes, cada vez más consistentes, se abalanzan contra la ciudad, volviéndola a regar una tarde más, haciendo correr a los desprevenidos urbanitas, maldecir al señor de la terraza y saltar de júbilo a las plantas, que no se creen lo que les cae, y que han tomado Madrid y sus alrededores para convertirlos, como no recuerdan ni los más viejos del lugar, en un exuberante vergel.

miércoles, mayo 11, 2016

¿Cuánto suman Podemos más IU?

La anunciada confluencia, otra palabra de moda, entre Podemos e IU se escenificó el lunes de una manera muy cercana a una celebración universitaria. Unos abrazos en la Puerta del Sol, muchos botellines de cerveza y risas comunes para un acuerdo que, en principio, promete el oro y el moro para los de IU, acostumbrados a ver cómo sus votos acaban convertidos en nada debido a la dispersión con la que se recogen en todo el territorio nacional. Alberto Garzón, que siempre ha visto a Podemos como su lugar de destino frente al viejo origen que ocupa, era el más sonriente en todas las escenas. Iglesias, frente a él, era el que ganaba de verdad.

Es curioso ver como Iglesias, que antes de diciembre, y subido a la soberbia perpetua en la que vive, calificaba a IU de “putufos gruñones y viejos” ahora se pone al frente de un proceso negociador con ellos. Entonces les despreciaba, ahora les necesita. Su resultado electoral en diciembre, excelente, se reveló insuficiente, y la nefasta gestión que ha hecho del mismo en estos meses le han producido un daño en las encuestas que apenas puede disimular. Siguiendo con los dibujos animados, Iglesias ha resultado ser un auténtico Gargamel, que deja al pitufo gruñón a la altura de La Sirenita. El primer objetivo de Iglesias, a muy corto plazo, es taponar esa brecha demoscópica con el millón de votos de IU, pero su objetivo principal está más allá, en Ferraz. Por fin Iglesias ha construido una plataforma unitaria, monolítica, que hace sólo lo que él desea, y que reúne a todas las fuerzas de izquierda que están más allá del PSOE, con el objetivo no tanto de arrebatar la victoria al PP, que todo el mundo sabe que ganará las elecciones en Junio. La idea fuerte de Iglesias es convertirse en el líder único de la izquierda en España, en ser el referente, la orilla en la que todos los que no voten a PP vean en su formación, léase su persona, al indiscutible caudillo. Es la vieja teoría del “sorpasso” que supuso en sus tiempos la obsesión de otro iluminado, Julio Anguita, que fracasó en el intento, y que ve como ahora un joven discípulo suyo, un pequeño Padwan, bastante más hábil en el uso del reverso tenebroso de la fuerza y dotado de una ambición infinita, puede llevar a cabo. Anguita no deja de dar entrevistas en las que se declara emocionado porque, por fin, la izquierda verdadera, auténtica, la fetén, la suya, puede aventajar a los corruptos que se disfrazan con rosas y no son capaces de llevar a cabo promesa alguna. ¿Y qué se dice desde Ferraz de todo esto? Se responde con la boca pequeña, diciendo “no, gracias” a las ofertas que la galaxia Iglesias les lanza desde su nuevo trono. Sabe el PSOE que estas elecciones pueden ser determinantes para su futuro, que un resultado peor que el cosechado en diciembre puede, por arte de la ley electoral, hacerles perder muchos escaños que se irían a ese conglomerado de izquierdas. Para un partido de poder como el PSOE, quedar tercero pudiera ser la gran tragedia. El voto útil de la izquierda, que hasta ahora siempre le ha sido fiel porque, aún a disgusto, era una vía para llegar al poder y evitar que la derecha lo dominase, puede huir en masa si ve que la opción PSOE es un caballo perdedor. Ante esta coyuntura se impone el clásico movimiento en Ferraz. Prietas las filas, apoyo sin fisuras al candidato y, como las cohortes romanas, escudos al alza para defenderse del fuego graneado. Las primeras reacciones, procedentes del partido en Valencia, son un indicio de que parte de la formación se empieza a desmoronar, quizás deseándolo, ante el envenenado canto de la sirena Iglesias.

Sólo ha habido un caso de “confluencia” en la izquierda en el pasado, cuando no éramos tan pijos y a las coaliciones las llamábamos por su nombre, que fue el pacto entre Almunia PSOE y Frutos IU frente a la segunda elección de Aznar. Si lo recuerdan, aquello acabó con la mayoría absoluta del PP y el fin de carrera política de ambos líderes de izquierdas. En este caso dudo que pase lo mismo, pero es muy probable que muchos votantes de IU, insultados sin parar desde hace meses por el líder supremo de Podemos, rechacen ahora votarle por la opción de que sus dirigentes alcancen un plato de escasos escaños. A ver qué es lo que acaba pasando.

martes, mayo 10, 2016

Tres hombres, periodistas, libres del terror

La gran, muy esperada, y magnífica noticia del fin de semana, ha sido la liberación de los tres periodistas españoles que, desde hace casi un año, permanecían retenidos por Al Nusra, filial de Al Queda, en el infierno de Siria. Antonio Pampliega, José Manuel López y Ángel Sastre acudieron como freelance, sin cobertura de gran empresa y con medios precarios, al avispero de Alepo en medio de unos combates feroces, y de unas partes que han visto a la prensa como jugoso bocado con el que traficar y hacer sucios negocios. Su secuestro supuso una conmoción, pero la discreción requerida ha hecho que apenas hablemos de ellos desde entonces.

Ayer Ángel Sastre fue entrevistado en La Brújula de Onda Cero, en una charla muy emotiva (escúchenla, merece mucho la pena) con David del Cura, presentador del programa y, sobre todo, amigo. Sastre mostraba un tono de voz elevado, normal, sorprendentemente normal, sabiendo lo que acababa de pasar en su vida, y en sus declaraciones transmitía esa sensación de extraña normalidad que, por momentos, confundía. Sin embargo, en algunos requiebros o momentos, se dejaba ver, más bien oír, vacilaciones, dudas, síntomas del miedo que, hoy y aún muchos días, Sastre va a tener muy pegado en el cuerpo. Se le notaba como recién salido de una cámara de descompresión, sin ser muy consciente aún de lo que ha vivido ni de dónde se encuentra ahora. La experiencia que han pasado esos tres hombres es durísima, insoportable. Para ellos, acostumbrados a trabajar en condiciones adversas, rodeados de peligros, ha debido suponer todo un trauma, por lo que piensen por un momento su a usted o a mi, tranquilos y blanditos habitantes de las organizadas sociedades occidentales, nos pasa algo similar. El relato de Sastre tenía mucho en común con el de otros secuestrados, como los de ETA, en los que la necesidad de mantener la estabilidad mental era lo prioritario, más allá de la condiciones físicas del cautiverio. Tener la mente ocupada, mantener un objetivo firme, asumir que la vida de uno no está en sus manos sino en la de los captores y, pese a ello, tratar de controlarla, de no dejarse llevar, ha sido la guía que ha permitido a cautivos como Ortega Lara, Cosme Delclaux o Emiliano Revilla poder soportar su infierno. Un infierno que, recordemos, nunca se sabe ni cuándo ni cómo va a terminar. El sadismo con el que los islamistas han mostrado la forma en la que “resuelven” los secuestros obligaba a los tres periodistas y a sus familiares a estar preparados para soportar la peor de las ideas, unida a su obscena propagación por parte de esos bárbaros. Sólo los familiares de ellos, que han permanecido en un secuestro interior, rodeados de libertad durante estos meses, pueden entender la angustia, el calvario por el que han pasado sus seres queridos, y el abrazo de amor puro, desatado con el que les recibieron el Domingo en una empapada pista de aterrizaje de Torrejón de Ardoz supuso, también para ellos, el principio del fin de ese cautiverio virtual en el que se encontraban. Fue la de ese domingo la primera mañana desde hacía muchas en las que el temor a que una llamada oficial les avisara de lo peor, o de que, directamente, en su ordenador, pudieran ver un vídeo yihadista en el que uno de sus familiares fuera protagonista de una infamia. En ese abrazo compulsivo, en esa carrera que dan los familiares empiezan, como en la escena de Forrest Gump, a romperse los grilletes que les han mantenido presos a todos durante casi un año.


Poco a poco Pampliega, López y Sastre van a ir asimilando todo lo sucedido, siendo conscientes de los detalles de su cautiverio, y de lo que pueden contar de él y lo que, sin duda, jamás relatarán, porque hay cosas que se viven que no se pueden contar a nadie, ya que no hay quien las soporte. Su vida les ha sido devuelta y sus familiares ya les tienen otra vez en casa. Desde aquí mi reconocimiento a los funcionarios y profesionales que, durante estos meses, han trabajado en las sombras para traerlos a la luz, y un abrazo a todos ellos. Y por supuesto, a los tres periodistas y a todos los suyos. Bienvenidos a casa, curaros de vuestras heridas, las que se ven y, sobre todo, las que no se ven, en la compañía que durante tanto tiempo os fue arrebatada.

lunes, mayo 09, 2016

Hay motivos para festejar el día de Europa

Hoy es el día de Europa, fiesta laboralmente no festiva que se conmemora de manera discreta en un continente atribulado y ensimismado. Hasta hace un par de años el reglamento comunitario exigía, a los que trabajamos en temas relacionados con la UE, hacer hoy una conmemoración pública, con izado de bandera, suene de himno y presencia pública. Tras el cambio reglamentario, producto de un nuevo periodo de programación financiera, esa obligación se ha suprimido, y no saldremos a la calle a festejar nada.

Estuve ayer pensando en este caso, y la verdad es que la conclusión es deprimente. Sólo festejamos la existencia de la UE si nos obligan a ello, pero sin ninguna convicción ni deseo. Así no hay manera de que este proyecto compartido, uno de los más ambiciosos y complejos de los que nunca se han puesto en marcha en la historia, llegue a ningún lado. En esta época estamos de euroescépticos, o directamente antieuropeístas, que no dudan segundo alguno en sacar sus consignas a la calle, en gritar, pancarta en mano, contra la tiranía de Europa, de proclamar a todo aquel que quiera oírles las maldades que salen de Bruselas. El espectro ideológico de esos manifestantes es muy variado, moviéndose desde la extrema izquierda de los movimientos antiglobalización y los partidos tipo Podemos a la extrema derecha de grupos como la Alternativa por Alemania o las huestes de Le Pen. Todos ellos comparten un nacionalismo exclusivista de fondo y el miedo a perder los privilegios que se asocia a una unión con otras personas, entidades o naciones. Y frente a ellos, ¿hay alguien? La burocracia de la UE, inmensa, anquilosada y lenta, no es precisamente la imagen más atractiva y seductora que se puede ofrecer para apoyar el sueño de la Unión, y no parece haber mucho más. Los proeuopeos, los convencidos de ello, los que pensamos que la UE es la garantía de prosperidad de este conjunto de pequeños países en un mundo global, y supone el juramento de que jamás nos volveremos a enfrentar en una guerra unos contra otros ¿dónde estamos? ¿Se oyen nuestras voces? ¿Quién las proclama en alto? Frente a los maniqueos y opositores, ¿Quién hace “lobbismo” a favor de la bandera de las doce estrellas? En un año muy difícil para la Unión, con una economía que no acaba de arrancar, la tragedia de los refugiados y nuestra incapacidad (y no deseo) de abordarla y el referéndum británico sobre la permanencia, la UE se enfrenta a unos retos enormes, de los que puede salir fortalecida o gravemente herida, en función de cómo se desarrollen los acontecimientos. La campaña del Brexit nos permitirá ver los discursos que, a favor y en contra, pondrán un valor determinado, positivo o negativo, a la UE, pero más allá de los argumentos económicos que se esgriman al respecto, que supongo serán los dominantes, la UE es una idea política, una agregación de naciones a las que unen vínculos históricos, emocionales y sociales, y que por una vez en la vida, hartas de matarse entre ellas, decidieron cooperar. La unión económica es un fruto de esa cooperación, quizá el más visible y que más consecuencias nos genera en el día a día, pero es uno más de ella, y no hubiera sido posible sin la determinación de las naciones que, embarcadas en este proyecto común, luchan cada día para que la barca europea no zozobre ante el oleaje que, permanentemente, amenaza con hundirla.

Paseando este lluvioso fin de semana por Madrid veía como, con buen tino, la Comunidad y el Ayuntamiento han colgado banderas azules con las doce estrellas de sus sedes oficiales, mostrando un emblema que nos une a todos y debiera hacernos sentir orgullosos. Nunca se ha llevado a cabo esta idea de fusionar naciones ya existentes, con siglos de historia, en un proyecto compartido. Lograr que, día a día, esta idea se mantenga y avance, frente al egoísmo y la involución que tanto ruido hacen ahora mismo, es ya un aliciente poderoso para celebrar este día, para emocionarse ante una bandera por la que nadie ha muerto ni matado. Europa es nuestro proyecto, casa y futuro. En nuestras manos está que crezca. Trabajemos unidos por ello.

viernes, mayo 06, 2016

Haciendo el ridículo en el Mercadona

Los que me conocen saben que no me gusta ir a hacer compras, aunque sean necesarias. Cuando llego a Elorrio tengo la lista hecha por mi madre para el sábado por la mañana, y en Madrid, una vez por semana más o menos, acudo a rellenar un stock de cosas que tengo en casa. Compro más o menos lo mismo de una manera automatizada y no pienso en casi nada mientras lo hago, con el deseo de que todo pase rápido. Súmenle a ello mi torpeza física y falta de destreza con las cosas que para el resto de personas son normales y podrán entender algunas de las situaciones que me suceden habitualmente. Ayer dos de golpe.

Compré plátanos, y los metí en su bolsa para ser pesados y adherir a ella la etiqueta con el precio. Soy un incapaz para hacer nudos, por lo que tardé lo mío en hacer uno para dejar la bolsa cerrada, y acabó siendo un churro de plástico más que un nudo. Con la bolsa depositada en la cesta (horribles cestas, por cierto. Roig, cámbialas!!!) fue cogiendo otras cosas y el churro nudo de deshizo, sin esfuerzo alguno, y la bolsa se quedó abierta. En un momento dado me vivo un vigilante jurado para advertirme de que tenía la bolsa abierta y de que debía ir a la báscula para comprobar que no había metido más plátanos de los que marcase la etiqueta. Yo le dije que no me dedicaba a robar plátanos, no es mi pasión, pero estaba cansado, no tenía ganas de discutir y tenía pocas opciones ante aquel armario, así que volvía a la zona de frutas, cogía la bolsa abierta, la deposité en la báscula y el peso que marcó era, exactamente, el que figuraba en la etiqueta. El vigilante se quedó satisfecho, cogió la bolsa e hizo un nudo en tres nanosegundos que seré incapaz de soltar en toda mi existencia futura, por lo que rasgaré la bolsa cuando vaya a abrirla. Tras ello volví a mi recorrido de compra y, al acabarla, llegué a las cajas de pago. Poco a poco, con una sola mano, dado que en la otra sostenía un libro y un paraguas, fui sacando los enseres y depositándolos en la cinta. Al llegar mi turno le pedí al dependiente una bolsa grande de plástico para llevármelo todo, que me dio, y empecé a meter los productos en ella poco a poco, mientras que las hábiles manos del cajero los facturaban y cobraban a una velocidad que ya quisiera para sí el McLaren de Alonso. En medio de la avalancha me lie a la hora de organizar los productos en la bolsa para optimizar el espacio y el transporte, y tuve unos segundos de parón para pensar como reorganizarlo y, de paso, pagar. Una vez cobrado todo, ahí estaba con la bolsa medio llena, desordenada, y varias cosas al final de la cinta, y un par de chicas esperando, dado que su carro, atestado de cosas, se vaciaba a la misma y eficaz velocidad a la que me habían llegado mis cosas, y sus productos, como si fueran una riada de primavera, llegaban a juntarse con los míos, lo que me complicaba más aún la labor de cogerlos y meterlos en la condenada bolsa, que en ese momento empezaba a superar mis capacidades. El cajero, viendo que se le empezaba a montar un pequeño atasco, frenó algo su ritmo, pero eso ya no servía de nada, Tras unos segundos de parada, que a todo el mundo se le debieron hacer eternos, me indicó que, por favor, me retirase a una esquina del extremo de la caja para que allí llenase mi bolsa y no obstaculizase al resto de clientes que, sobre todo las dos chicas, me miraban con una cara de cierto hastío y conmiseración. Arrastré los productos que me quedaban al margen, dejé el paso abierto y allí, en la esquina, llené la bolsa sin orden ni concierto, con la única idea de salir de allí cuanto antes.

Como todo estaba metido en desorden, el aspecto del conjunto era propio de una moderna obra de arte y su estabilidad, nula. Cuando la levanté me di cuenta de todo lo que pesaba y que sólo el camino hasta la boca del metro cercana iba a ser complicado, por lo que me resigné a no pasarlo nada bien hasta que llegase a casa, en un viaje algo circense con un paraguas, libro y bolsa del demonio que, cuando la posaba en el suelo, ya podía encerrarla entre unas muy arqueadas pierna para que todo su contenido no acabase, como un pequeño vertedero, desperdigado junto a mis pies. A veces, como ayer, conseguir llegar a casa y sentarse en el sofá es un triunfo, pero no evita la sensación de derrota. Mercadona 2, yo 0.

jueves, mayo 05, 2016

La alcaldía de Londres, en juego

Hoy se celebran en Reino Unido elecciones regionales y locales. Son las primeras desde las que dieron la mayoría absoluta, de manera inesperada, a los conservadores de David Cameron el año pasado. Algunos apuntan a que pueden servir de sondeo de cara al ya próximo referéndum sobre la permanencia en la UE, pero no lo veo así, dada la división al respecto entre los partidos que se presentan. De entre todos los resultados, uno es el que va a llamar toda la atención, y es el de la alcaldía de Londres. Tras años de polémico mandato, el curioso Boris Johnson deja el cargo y será relevado en una elección que dice muchísimo sobre el país y, curiosamente, toda Europa.

Londres es la mayor ciudad de Europa y, como leí hace unos días, no recuerdo dónde, su elección de alcalde es la tercera en dimensión en lo que hace a electores directos en el continente, por detrás de la presidencia francesa y portuguesa. La economía de la ciudad está desatada, descontrolada señalan algunos, con una incesante burbuja proveniente tanto del dinamismo propio como de los capitales de millonarios de todo el mundo que han visto en la City y sus aledaños el destino perfecto para sus fortunas. El precio de la vivienda no deja de crecer y provoca que muchos londinenses sean incapaces de afrontar los gastos en sus barrios, convertidos en muchos casos en guetos para ricos, semivallados y con accesos restringidos. La ciudad no deja de crecer en población, atraída por ese éxito económico, y son cerca de dos mil personas, si no recuerdo mal, las que cada jornada se suman a este monstruo que no deja de crecer a lo largo del Támesis y a lo alto de su cielo, con cientos de grúas que levantan torres de pisos y oficinas que no dan abasto. Su transporte público, carísimo, no es capaz de abordar esta marea humana y los grandes planes de ampliación que ahora se están llevando a cabo se hacen con el objeto de que no crezca el caos reinante en el futuro. Buscan estabilizar al enfermo más que mejorarlo. Pues bien, en este centro del mundo son dos los candidatos que aspiran a su alcaldía. Por el partido conservador, Zac Goldsmith, representante de la clásica nobleza patricia british, educado en Eton, con un perfil social y personal muy parecido a Cameron, muy rico y que no desentonaría demasiado entre las mansiones de Chelsea y los últimos pisos de oficinas de la City. Por el bando laborista, Sadiz Khan, hijo de taxista inmigrante, reflejo del ascenso social de los que han trabajado mucho por y en la ciudad, musulmán y estandarte de la Londres cosmopolita, abierta y multicultural, en el buen sentido de ese manido término. Ambos contrincantes parecen caricaturas de los extremos de la ciudad, y en cierto modo lo son. Polarizan mucho el voto y fuerzan a los electores a escoger entre alternativas completamente opuestas, que simplifican en exceso las múltiples opciones de gobierno. Zac encarna más para los conservadores su imagen de partido y sociedad que Sadiz para los laboristas, que se encuentran más divididos entre sus alas posibilistas y radicales, pero son ellos los que en una campaña dura y sucia se han enfrentado y, hoy, jueves, que hasta parea esto son raros en el Reino Unido, verán hasta qué punto sus opciones se hacen realidad o se convierten, como los candidatos derrotados en este tipo de votaciones, en meros recuerdos, o más bien, en olvidos.

Las encuestas ponen por delante al candidato laborista, con muchos puntos de ventaja hace unos meses, menos a medida que ha avanzado la campaña, tanto por el lógico fragor de la misma como por la absurda polémica sobre el antisemitismo en la que parte del partido laborista se ha embarcado, dejando claro nuevamente que hay sectores de izquierda allí y aquí que se identifican más con el extremismo de Le Pen que con la libertad de las sociedades iguales (en todas partes se cometen los mismo errores). Si Sadiz gana, se convertirá en el primer alcalde musulmán de una capital europea. Eso también refleja la revolución que se vive en el sustrato de nuestras sociedades. Por eso, también,  la votación de hoy es importante.

miércoles, mayo 04, 2016

Amargo cumpleaños en la prensa (El País y El Mundo)

Hoy es un día extraño para la prensa española, de esos que lo dicen todo sobre la situación en la que se encuentra, pero que de poco sirven para vislumbrar un futuro que, como mínimo, se presenta difícil. El periódico más vendido del país, El País, cumple cuarenta años, una fecha redonda, en medio de un desplome de sus ventas. La segunda cabecera nacional, El Mundo, hoy no sale al kisoco en edición impresa por huelga, ante el ERE que reducirá su plantilla en cerca de doscientos empleados. Y el resto de cabeceras luchan cada día por llegar a un punto de venta en el que la prensa es, cada vez, lo de menos.

El mito del periodista, de su medio, y de la libertad de información, de la que precisamente ayer se conmemoraba su día internacional, está de capa caída. Las empresas que dan sustentos a los profesionales, que saben escribir y escriben de lo que saben, agonizan en medio de una revolución tecnológica que ha destrozado el canal habitual de venta y, con él, gran parte de sus ingresos. Las webs de pago no acaban de arrancar, y cuando lo hacen ofrecen, sobre todo, servicios de suscripción que apenas cubren los costes operativos y los sueldos de los trabajadores. La publicidad de la versión impresa sigue siendo la gran financiadora de la prensa en todo el mundo, pero la inexorable bajada de las ventas está teniendo efectos demoledores en las cuentas de todas las editoras. Así, cada pocos meses, una tras otra, afrontan EREs y otras figuras que no son sino una forma de reducción, de achicarse para tratar de sobrevivir. Internet también ha permitido el surgimiento de medios nuevos, de formas alternativas de periodismo basadas en el artículo largo, el rigor, la seriedad y el estilo, que subsisten en una situación económica precaria, pero que nacidas en ese entorno, tratan de adaptar sus escasos costes, sobre todo los salarios, a esa nueva plataforma. Quizás sean ellas las vencedoras del futuro. Quienes creo que no van a salvar al sector ni ser su esperanza es esas tendencias que vemos día a día enmarcadas en lo que se llama “periodismo ciudadano”. Muchos gurús y expertos de todo tipo hablan de que en cada bolsillo llevamos una cámara, una unidad de edición y una vía de comunicarnos con el mundo, y eso ya nos hace periodistas. Los medios tecnológicos ponen a nuestra disposición las herramientas para compartir información, eso es cierto, y muy novedoso, pero esa idea me parece tan absurda como la de que por el hecho de poder comprarse un coche uno pueda decir que sabe conducir. La ubicuidad tecnológica nos permite a todos ser testigos de la noticia, y dar fe de ello, eso es cierto, pero ni mucho menos nos hace profesionales del relato de la misma, del arte de contarla y transmitirla a los demás. Junto con la cámara y la conexión a muchos Gs llevamos encima prejuicios, sesgos, criterios que ni están basados en la objetividad ni en otros parámetros que deben ser la base del periodismo. Poner a un montón de ciudadanos a contar historias desde la calle resulta pintoresco, curioso, divertido y, sobre todo, barato, muy barato. Tanto que no tiene coste salarial para quienes les animan a comportarse así, logrando devaluar del todo la profesión del periodista que, en estos tiempos de confusión, ruido y desinformación, resulta más necesaria que nunca.

Podría poner muchos ejemplos de lo que debe ser un periodista, y lo que cuesta serlo. Basta uno. Ayer mismo se entregaron los galardones del club internacional de prensa. Carlos Franganillo, actual corresponsal de TVE en Washington y anteriormente enviado en Moscú, fue uno de los galardonados. Sus crónicas, que trabajo y sustos le han costado, han servido para que muchos pudiéramos saber qué es lo que pasaba en Maidan, en Kiev, en medio de las revueltas, o en Fergusson, Misuri, entre conflictos raciales. Profesionales como él, presentes en medios públicos y privados, y de todo tipo de difusión, deben ser reconocidos por su labor, y desde luego, pagados por ella. Es tan simple como justo y necesario.