La anunciada confluencia, otra palabra
de moda, entre Podemos e IU se escenificó el lunes de una manera muy cercana a
una celebración universitaria. Unos abrazos en la Puerta del Sol, muchos
botellines de cerveza y risas comunes para un acuerdo que, en principio,
promete el oro y el moro para los de IU, acostumbrados a ver cómo sus votos
acaban convertidos en nada debido a la dispersión con la que se recogen en todo
el territorio nacional. Alberto Garzón, que siempre ha visto a Podemos como su
lugar de destino frente al viejo origen que ocupa, era el más sonriente en
todas las escenas. Iglesias, frente a él, era el que ganaba de verdad.
Es curioso ver como Iglesias, que
antes de diciembre, y subido a la soberbia perpetua en la que vive, calificaba
a IU de “putufos gruñones y viejos” ahora se pone al frente de un proceso
negociador con ellos. Entonces les despreciaba, ahora les necesita. Su
resultado electoral en diciembre, excelente, se reveló insuficiente, y la
nefasta gestión que ha hecho del mismo en estos meses le han producido un daño
en las encuestas que apenas puede disimular. Siguiendo con los dibujos
animados, Iglesias ha resultado ser un auténtico Gargamel, que deja al pitufo
gruñón a la altura de La Sirenita. El primer objetivo de Iglesias, a muy corto
plazo, es taponar esa brecha demoscópica con el millón de votos de IU, pero su
objetivo principal está más allá, en Ferraz. Por fin Iglesias ha construido una
plataforma unitaria, monolítica, que hace sólo lo que él desea, y que reúne a
todas las fuerzas de izquierda que están más allá del PSOE, con el objetivo no
tanto de arrebatar la victoria al PP, que todo el mundo sabe que ganará las
elecciones en Junio. La idea fuerte de Iglesias es convertirse en el líder
único de la izquierda en España, en ser el referente, la orilla en la que todos
los que no voten a PP vean en su formación, léase su persona, al indiscutible
caudillo. Es la vieja teoría del “sorpasso” que supuso en sus tiempos la obsesión
de otro iluminado, Julio Anguita, que fracasó en el intento, y que ve como
ahora un joven discípulo suyo, un pequeño Padwan, bastante más hábil en el uso
del reverso tenebroso de la fuerza y dotado de una ambición infinita, puede
llevar a cabo. Anguita no deja de dar entrevistas en las que se declara
emocionado porque, por fin, la izquierda verdadera, auténtica, la fetén, la
suya, puede aventajar a los corruptos que se disfrazan con rosas y no son
capaces de llevar a cabo promesa alguna. ¿Y qué se dice desde Ferraz de todo
esto? Se responde con la boca pequeña, diciendo “no, gracias” a las ofertas que
la galaxia Iglesias les lanza desde su nuevo trono. Sabe el PSOE que estas elecciones
pueden ser determinantes para su futuro, que un resultado peor que el cosechado
en diciembre puede, por arte de la ley electoral, hacerles perder muchos
escaños que se irían a ese conglomerado de izquierdas. Para un partido de poder
como el PSOE, quedar tercero pudiera ser la gran tragedia. El voto útil de la
izquierda, que hasta ahora siempre le ha sido fiel porque, aún a disgusto, era
una vía para llegar al poder y evitar que la derecha lo dominase, puede huir en
masa si ve que la opción PSOE es un caballo perdedor. Ante esta coyuntura se
impone el clásico movimiento en Ferraz. Prietas las filas, apoyo sin fisuras al
candidato y, como las cohortes romanas, escudos al alza para defenderse del fuego
graneado. Las
primeras reacciones, procedentes del partido en Valencia, son un indicio de que
parte de la formación se empieza a desmoronar, quizás deseándolo, ante el
envenenado canto de la sirena Iglesias.
Sólo ha habido un caso de “confluencia” en la
izquierda en el pasado, cuando no éramos tan pijos y a las coaliciones las llamábamos
por su nombre, que fue el pacto entre Almunia PSOE y Frutos IU frente a la
segunda elección de Aznar. Si lo recuerdan, aquello acabó con la mayoría
absoluta del PP y el fin de carrera política de ambos líderes de izquierdas. En
este caso dudo que pase lo mismo, pero es muy probable que muchos votantes de
IU, insultados sin parar desde hace meses por el líder supremo de Podemos,
rechacen ahora votarle por la opción de que sus
dirigentes alcancen un plato de escasos escaños. A ver qué es lo que acaba
pasando.
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