La astronomía es, de todas las
ramas de la ciencia, la que más me llama la atención, quizás porque casi nunca
puede acceder a conocer realmente los objetos que estudia. Su trabajo es
oscuro, denso, sometido a las estrecheces de una mesa y ordenador. El cielo
muestra sus lujos a quien lo mire pero no permite acceder a su conocimiento sin
tener una formación salvaje y una imaginación igualmente portentosa. Eso hace
que, realmente, sepamos muy poco del universo que nos rodea, y cada avance que
damos, pese a suponer un salto importante para nosotros, sólo nos lleva a
palpar una nueva ola en ese inmenso océano cósmico.
El caso de los exoplanetas es uno
de ellos. Hace años, no muchos, su mera existencia era poco más que una
conjetura, un supuesto basado en el hecho de que si nosotros residimos en un
sistema solar con varios planetas orbitando a una estrella, por qué no iba a
haber sistemas similares. Las dudas, muchas, que aún existen sobre la formación
de nuestro sistema alentaban al pesimismo, y eran varias las voces que
aventuraban que estructuras con varios planetas orbitando a una estrella eran
excepcionales. No hará ni una década cuando se confirmó, por vías indirectas,
que no hay otra manera, la existencia del primero de estos cuerpos orbitando en
torno a su estrella. Fue una noticia impactante. Se trataba de un “Júpiter”,
una enorme bola de gases que no había conseguido arrancar como estrella y que
giraba en torno a otra que sí brillaba. ¿Era algo excepcional? Muchos decían
que sí, pero más confiaban en que no. Poco a poco empezó a contarse un goteo de
descubrimientos, que iban aumentando el censo de exoplanetas y, también, su
tipología. No tardó demasiado en aparecer lo que se denominan “supertierras” es
decir, planetas rocosos, pero de dimensiones mucho mayores a las del nuestro. La
fauna planetaria empezó a dejar de compararse con una especie en extinción y se
transformó, en pocos años, en un zoo lleno de todo tipo de especímenes que
orbitaban en torno a, cada vez, una mayor tipología de estrellas. Gigantes
rojas, enanas blancas, estrellas frías o calientes, de tamaños diversos, el número
de ellas que albergan sistemas planetarios crece como la espuma, a medida que
la tecnología con la que los buscamos se refina y, sobre todo, la idea con la
que lo hacemos se expande. Y esa idea fuerza es que los planetas, como las
estrellas, parecen encontrarse en todas partes. Son ubicuos. No hay que mirar a
un punto especial del universo, buscando una tipología de estrella como la
nuestra, o condiciones muy especiales. No, se mire a donde se mire, a la
estrella que se desee, parece que se pueden encontrar cuerpos que orbitan en
torno suyo. Algunos estarán situados en lo que se denomina zona de
habitabilidad, que es la distancia correspondiente al astro que, por las
características del mismo, se supone que debiera permitir la existencia de agua
en estado líquido en la superficie de ese planeta. Otros pueden estar muy cerca
de ella, y otros alejadísimos, replicando el modelo de nuestro sistema, con un
planeta, Mercurio, pegado al infierno solar, tres planetas en la zona de
habitabilidad, y uno de ellos, el nuestro, en el sitio idóneo, y otros muy
alejados pero que también orbitan en torno a la misma estrella, caso de Júpiter
y todos nuestros vecinos exteriores. Esta
semana la NASA ha anunciado que el equipo del telescopio espacial Kepler ha
aumentado el censo de exoplanetas conocidos en 1284. Sí, sí, más de mil
planetas de una tacada, por lo que superan los dos millares los que están ya
censados, y su número no dejará de crecer hasta convertirse en una de esas cifras
absurdamente grandes que aparecen cada vez que tratamos de estudiar el espacio.
Tantos planetas… ¿habrá vida en alguno de ellos? Qué
inmensa pregunta. A medida que aumentan los candidatos lo hacen las
probabilidades de que en alguno de ellos sí se encuentren formas de vida, pero
las distancias, infinitas a efectos prácticos, nos impiden acceder a ese
conocimiento. Pero yo soy de los que creen, y desean, que la vida no sea sólo
una excepción rara, un hecho que sólo ha sucedido aquí. Como los planetas, que
no son algo propio de nuestro sistema solar y nada más. Lean esta
entrevista, o esta otra,
a Jill Tarter, ex directora del Centro de Investigación del Instituto SETI,
sobre este otro apasionante tema.
Este Lunes es festivo en Madrid, por lo que no habrá artículo. Hasta el soleado Martes 17
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