Bonito
revuelo se ha organizado con la carta que Rajoy mandó a Bruselas a principios
de mayo, en lo que es una nueva manera de sostener un doble discurso y un éxito
periodístico. En esa misiva Rajoy promete realizar los miles de millones de
ajustes en la segunda parte del año, dando por sentado que gobernará tras las
segundas elecciones, y pese a no dar detalles sobre cómo hacerlo, ofrece su
voluntad, a cambio de que la Comisión no sancione a España y se muestre más
flexible con los calendarios de aplicación del déficit. Lo primero ya está
concedido, dado que Bruselas ha retrasado toda decisión sancionadora hasta, al
menos, después de las elecciones.
No me interesa tanto de este
asunto el que Rajoy mienta al electorado, prometiendo una cosa en público y
asegurando que hará otra en privado. A fin de cuentas es un político, y el que gente
que aún se crea los mensajes de campaña demuestra el grado de ingenuidad de
muchos, aprovechado por tantos, empezando por los políticos. Lo que me importa
de todo este asunto es lo serio, es decir, las cifras. Que las cuentas públicas
españolas son un desastre lo sabe todo el mundo, y que no logran entrar en una
senda de control, también. No hace falta que Bruselas nos diga que tenemos que
realizar ajustes, ese famoso 100% de deuda sobre el PIB sobre el que les
hablaba la semana que viene lo dice todo, y no necesita ni carta ni sello ni membrete
ni acuse de recibo. Sea cual sea el gobierno que surja de las próximas
elecciones, si es que lo hay, se enfrentará al inmenso reto de cuadrar las
cuentas públicas, y no porque se lo diga Bruselas, lo repito, sino porque de no
hacerlo se volverán insostenibles en un plazo no muy lejano. Dos son,
obviamente, las vías para hacerlo. Por un lado, gastar menos y mejor. Nadie usa
el segundo de los conceptos de esa frase, y es muy importante. Hay ciertas
partidas de gasto público que deben reducirse, y otras eliminarse, pero con la
tecnología que se dispone hoy en día la mayor parte de procedimientos se pueden
realizar con menos personal y de una manera más ágil y eficiente y, por tanto,
menos gravosa. Hay servicios públicos, como la sanidad, educación, justicia y
pensiones, donde hay que gastar mejor, pero también más, y no será posible
hacer recortes en ellos, pero en muchos otros aspectos sí. La otra vía para
reducir es la de ingresar, nuevamente más y mejor. Siempre, otra vez, nos fijamos
en el más, subiendo tipos a impuestos existentes, pero no en el mejor, dado que
no nos planteamos reformar impuestos que están muy obsoletos, o que
directamente sólo exprimen a una parte de la sociedad, como el IRPF, y no
gravan a otra. Una reforma fiscal integral, seria, moderna, simplificadora y
eficiente debe ser llevada a cabo sin demora, y es muy probable que con ella
lográramos obtener, manteniendo los impuestos, mucha más recaudación, por la vía
de ahorro de costes, aumento de las bases imponibles, reducción del fraude y
extensión de la extracción a aquellos sujetos, físicos y jurídicos, que hoy en
día siguen funcionando al margen de Hacienda. Tenemos un sistema fiscal de no
muy finales del siglo XX en la segunda década, ya mediada, del siglo XXI, y es
obvio que se ha quedado muy viejo. Es cierto que crecer económicamente es la
panacea para todo porque, como la buena grasa, hace que hasta las ruedas
roñosas giren, pero el crecimiento económico no va a ir mucho más allá de lo
que ahora marcan los registros de PIB, en un contexto internacional complicado,
y el gobierno, que puede hacer más para que la economía crezca (permitiendo por
ejemplo que crear empresas sea algo sencillo, rápido, ágil y barato) no está
por la labor.
¿Escuchan ustedes alguna propuesta sobre estos
asuntos en la precampaña electoral? ¿Algún mensaje al respecto? Ninguno. Más
allá del debate de si complementar las pensiones con impuestos que no sean
cotizaciones sociales (que ya es un impuesto al trabajo. Tema interesante, a
ver si un día les comento algo al respecto) nada de nada. Sólo ruido y
acusaciones mutuas de grueso calado. Es necesario un pacto económico nacional
para afrontar la situación de las cuentas públicas, modernizar la administración
y todo el país, y mantener los servicios sociales, especialmente pensiones, y
dinamizar el mercado laboral. Unos nuevos pactos de la Moncloa que, como un gilipollas,
llevo reclamando desde 2008. Pero temo que de esta campaña tampoco saldrán.
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