jueves, mayo 19, 2016

Ya lo debemos todo, y cada vez más

Ayer se hizo oficial una cifra que todos llevábamos tiempo esperando, y temiendo, y que parecía imposible que no se lograra alcanzar. La deuda pública ha alcanzado el 100% del PIB. Esta deuda es la que tiene todas las administraciones públicas (Central, autonómica y local) y la de la Seguridad Social, que funciona como una especie de administración paralela. Ese 100% quiere decir que el valor de todo lo que se produce en España en un año, tanto por agentes públicos como privados, es lo que debemos. Todo, sueldos y salarios, ingresos, ventas, productos, todas las rentas generadas en un año son las necesarias para cubrir la deuda.

Es una cifra disparatada, peligrosa, y que supone un problema muy serio para el conjunto de la economía nacional. A medida que crece, la deuda no hace sino consumir recursos que podrían ser asignados a otros fines más productivos. Los intereses que haya que pagar por ella, aunque sean muy bajos como ahora, supondrán partidas muy importantes por el mero hecho de corresponderse con cifras absolutas de deuda mareantes. La dependencia de la economía nacional de los tenedores de la deuda crece, y también se reduce la capacidad de maniobra de un país que, día sí y día también, tiene que acudir a refinanciarse a mercados nacionales e internacionales en busca de un crédito (palabra que proviene del credere latino, creer) cada vez más exigente. La actual política ultraexpansiva del BCE, que lo compra todo, y que ha arrojado a la basura los tipos de interés, hace que la prima de riesgo esté bastante controlada y que tengamos la sensación de que esa deuda no es peligrosa. Pues bien, el mayor de los peligros se da cuando uno no es ni siquiera consciente de su existencia. Basta un repunte en los tipos por vaya usted a saber que causa para que el servicio de la deuda se dispare hasta niveles insoportables. Pero más allá del problema (enorme) de su volumen, el grave problema de fondo es que la deuda no deja de crecer, ni en épocas de crecimiento económico como las que estamos viviendo. Por redondear los números, en 2015 España creció más de un 3% y el déficit púbico, que engorda la deuda, se situó en el 5%. Si creciendo la economía la deuda crece, ¿qué pasará con ella cuando la economía no crezca? Casi da miedo pensarlo. La gestión de la deuda pública por parte de los gobiernos de ZP fue desastrosa, porque fue plenamente cíclica, con un mínimo en la época máxima de la burbuja y un crecimiento desatado a partir de ahí. El gobierno de Rajoy en sus cuatro años largos apenas ha logrado moderar el ritmo de crecimiento, pero se ha mostrado incapaz en lo que hace a la reforma fiscal y de gastos del país, que muestra en esas cifras de deuda acumuladas que nuestro modelo económico (y de ingresos y gastos) no funciona, y que es un generador perpetuo de déficits. Se ha hartado Rajoy de decir estos años que “no podemos seguir gastando lo que no tenemos” y cada vez que decía esa (acertada) frase hacía exactamente lo contrario, mostrándose como otro político más, que vende un discurso alejado de una realidad grave. De momento seguimos viviendo de réditos del pasado y, por ejemplo, las pensiones se mantienen sin recorte gracias a una hucha de la Seguridad Social que merma año a año. A este ritmo en apenas cuatro o cinco se acabará, y entonces los pensionistas entenderán lo que significa, en la práctica, que no hacemos otra cosa que gastar lo que no tenemos.


Endeudarse, en sí mismo, no es malo. Sería imposible invertir, comprarse un piso o afrontar gastos por el estilo (por cierto, huyan de la comparación de un país con una familia, no tiene nada que ver) pero nunca, nunca, uno debe endeudarse por encima de sus posibilidades. En esto hay que ser cautos, precavidos, y saber que a medida que se pide más crédito se pierde más vida y libertad. En eso sí que todos los agentes económicos son muy similares. Urge un replanteamiento del sistema fiscal, para optimizarlo y que genere ingresos reales, una reestructuración muy seria de muchas de las partidas de gasto público y, en definitiva, tomarse en serio un problema como el de la deuda, que no deja de crecer. Ahhh, me dicen que no hay gobierno para nada de todo esto… vaya vaya.

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