martes, octubre 25, 2016

El viernes alguien tiró media Internet


Aunque lo más comentado en los medios nacionales sea el desmadre, o el drama si ustedes lo prefieren, de la decisión de abstenerse del comité federal del PSOE, creo que, por mucho, la noticia más relevante de estos últimos tres días es el ataque que logró derrumbar gran parte de Internet el pasado viernes, ataque muy novedoso no tanto por la táctica utilizada, sino por los medios con los que se llevó a cabo, y por la voraces consecuencias que provocó. A eso de la tarde noche del viernes gran parte de los servicios tan importantes como Twitter, Spotify y otros similares estaban completamente caídos, y el mapa de servidores afectados parecía el de una epidemia planetaria.
 
El ataque tuvo lugar mediante una técnica muy clásica denominada en la jerga DoS, denegación de servicio. Consiste en que uno, dos, miles de ordenadores infectados se lanzan como posesos a solicitar a un servidor de internet la descarga de una página. El servidor está configurado para atender muchísimas descargas simultáneas, lo que permite que usted, yo y muchos más podamos ver la misma web a la vez. Sin embargo, lógico, tiene un límite. Esas infinitas peticiones que llegan desde los ordenadores atacantes logran alcanzar ese límite y, entonces, el servidor no puede dar abasto y se bloquea, y esa web deja de estar disponible. Se cae. Viene a ser la versión cibernética de un pacto en el que usted y un grupo de amigos se ponen de acuerdo para acudir a la cola de una sucursal bancaria y no dejan de pedir extractos, consultas, etc, y lo empleados, saturados con sus peticiones, no pueden hacer caso a nadie y la cola de los clientes verdaderos, que ya sale por la calle, no deja de aumentar. Ataques de este tipo los ha habido en abundancia en años anteriores, son un clásico. ¿Cuál es la novedad esta vez? Que no se han utilizado ordenadores personales al uso, ni ordenadores en general, sino cosas, cosas que están conectadas a internet, como alarmas, gps, cámaras web, y miles y miles de cachivaches, que pertenecen a eso que llamamos Internet de las Cosas, que siempre están conectadas a la red, tienen muy poco software, y prácticamente ninguna protección. Que se sepa es la primera vez que se utilizan este tipo de elementos para un ataque, de este estilo o de cualquier otro, por lo que se ha descubierto, de manera brusca y costosa, una vulnerabilidad donde prácticamente nadie pensaba que la hubiera. El uso de estos dispositivos no va a dejar de crecer en el futuro, en forma de electrodomésticos conectados, coches autónomos o no y cualquier otro tipo de máquina que usted pueda imaginar que interactúe con la red. Resulta que este ataque nos revela que esa otra red, que hasta ahora permanecía algo oculta, completamente a nuestro servicio, formada por multitud de cacharros “tontos”, tiene sus riesgos y ofrece la posibilidad de ser una nueva puerta de ataque. El otro factor que ha llamado mucho la atención de este ataque ha sido su eficacia, en el sentido de daños, webs caídas. El propio diseño de Internet como una estructura descentralizada garantiza que sea imposible tumbarla en la práctica al no existir un núcleo del que todo dependa. Los expertos, al ver las consecuencias del ataque, se han quedado muy preocupados porque ha sido mucho más devastador de lo que hubiera cabido esperar. Casi en algunos aspectos equivalía a un corte de luz en determinadas zonas, y ya se sabe que sin luz nada funciona. La intensidad y eficacia del ataque tiene a mucha gente asombrada y, con motivo, preocupada.
 
Dos preguntas obvias surgen tras esto. Quién y para qué ha llevado a cabo esto. Es difícil saberlo, pero a la primera pregunta, la respuesta más obvia es que no parece el trabajo de un grupo improvisado de hackers. Últimamente se han repetido ataques que, como mínimo, constaban con el respaldo de estados, principalmente Rusia, China y Corea del Norte. Lo más probable, aunque es difícil precisarlo, es que estemos ante un caso similar, por todos los motivos de complejidad comentados anteriormente. Habrá que investigarlo con cuidado. A la pregunta del “para qué” las respuestas pueden ser infinitas, desde la prueba, la demostración y el presumir de lo que se es capaz hasta el logro de cualquier objetivo estratégico. A saber

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