lunes, octubre 10, 2016

Pero, ¿quién pensabais que era Trump?

Si Haití ha sido la más damnificada por el paso del huracán Matthew, EEUU, con algunas zonas de las Carolinas inundadas por el agua, sigue sufriendo la embestida permanente del fenómeno Trump, algo que sin duda se estudiará en el futuro en los libros de historia y sociología. La campaña presidencial, para la que quedan menos de cuatro semanas, vive polarizada por las declaraciones, conocidas o no, antiguas o recientes, de un sujeto que es lo que parece que es. Este fin de semana muchos se han escandalizado por un registro de hace una década en el que Trump se jactaba de poder abusar de las chicas que quisiera por ser una estrella.

La pregunta que me hago, sobre todo, es cómo alguien puede extrañarse de una grabación de este tipo si el personaje Trump no hace nada más que repetir esa actitud allá donde va. Desde el inicio de su quebrada carrera empresarial Trump ha alardeado de las mujeres con las que se ha acostado, de su virilidad, de lo buenas que estaban y de cómo las utilizaba. Su machismo no es patológico, sino sólo una manera natural de cómo el entiende las relaciones, dado que todas están subordinadas a su persona e interés. En este sentido Trump no es excesivamente racista. Él es el mejor y el resto tienen que vivir con la desgracia de no llegar a su altura. Algunos afortunados por la varita divina han tenido la suerte de conocerle y situarse a su lado, pero el resto son basura. Sean mujeres, hombres, blancos o negros. En cuestiones de sexo nada distingue a Trump de Berlusconi, otro personaje que sólo engañaba a los que se dejaban engañar. Si recuerdan su carrera empezó a frustrarse tras el escándalo de las fiestas “bunga bunga” y al presencia de una menor, pero eso no fue sino una de las miles de actuaciones vergonzantes que Silvio llevó a cabo con el conocimiento de todo el mundo. Escucharle luego hablar de decencia y honestidad era uno de los mejores espectáculos de humor a los que uno ha asistido. Y la situación actual, que hace de Trump, un golfo con todas las letras bien grandes, representante político de la extrema derecha evangélica norteamericana es, como mínimo, igual de divertida. Montones de fervorosos creyentes que residen en grandes áreas del interior de EEUU, en lo que se conoce como “el cinturón de la biblia” tienen como candidato a presidente a un putero profesional, a un sujeto que ha quebrado sus negocios, a un irresponsable bocazas que no deja de insultar a mansalva y, sobre todo, visto desde esa óptica bíblica, un contumaz pecador que no se arrepiente de ninguna de sus faltas. Es más, alardea de ellas y se muestra muy orgulloso, pidiendo perdón con boca pequeña por unas declaraciones privadas (en privado todos decimos de todo) que son exactamente las mismas que representa en público día a día. A lo largo de los dos últimos días pesos pesados del partido republicano han pedido a Trump que lo deje, anunciando que, en todo caso, no le van a votar. Pero Trump, desde luego, no va a abandonar una carrera que, gane o pierda, le va a dar mucho dinero y fama, le permitirá cuadrar las cuentas de sus quebrados negocios, dar un impulso a su familia y allegados y, cómo no, conocer chicas guapas en diversos estados. Es muy probable que ya tenga citas con algunas de ellas para someterlas a una intensa “entrevista de trabajo” mientras su mujer, como en el pasado hicieron la de Berlusconi o la de Strauss Khan (otro sujeto similar) calla o perdona en público la traición que sufre cada día en su vida.


Tras el segundo debate electoral, celebrado esta noche en San Louis, algunos medios señalan que Trump ha salido al ataque con todo, con ganas de morir matando, de no renunciar y de expandir todo el fango posible con tal de sobrevivir. Típico de los de su especie. Si como muchos esperamos, Trump pierde las elecciones, todo esto será un mal recuerdo y el fenómeno de su campaña pasará a estudiarse como, quizás, el momento en el que la política norteamericana cayó en su punto más bajo. Si Trump gana, que esperemos no suceda, prepárense para unos años de emociones fuertes, donde hasta puede ser que nos invadan los alienígenas para desalojarlo de una Casa Blanca que, sin duda, estará muy sucia.

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