Este Sábado, poco antes de las
20:00 si se cumplen los plazos previstos, Rajoy será investido Presidente del
Gobierno por mayoría simple en segunda votación tras la abstención de, al
menos, once socialistas, sin que aún esté claro por cuánto se superará esa
cifra, siendo ese uno de los puntos más morbosos de la sesión. Ayer,
sin sorpresas, Rajoy perdió la primera votación, que requiere mayoría absoluta.
180 noes frente a 170 síes que definen una correlación de supuestas ideologías,
y dejan a las claras la necesidad de acordar en la legisla tura que, ahora sí,
arranca. Sino, todos seguiremos perdiendo fuerzas e ilusiones.
Todo candidato elegido como presidente de acuerdo al reglamento del Congreso lo es legítimamente, guste más o menos. Manifestarse denunciando un “golpe” o ideas similares no es sino una cruel burla hacia aquellas personas que, en tantos países del mundo, viven sometidas a regímenes en los que, como en España hace años, votar es delito, opinar se reprime, expresarse se castiga y manifestarse, cosa muchas veces prohibida, es uno de los caminos más rectos hacia una dura cárcel. Por eso la manifestación del sábado, además de antidemocrática y carente de sentido es, sobre todo, injusta y falsa.
Coincidiendo con la sesión del
sábado, se ha convocado una manifestación tipo “rodea el Congreso” para
denunciar a la casta política y lo que denominan, los convocantes, ilegítima
investidura, golpe de estado, pucherazo y cualquier otro epíteto de alta
graduación que de sus bocas siempre se dirige hacia los partidos democráticos
pero nunca a los dictadores reales que defienden con la misma vehemencia.
Iglesias, ayer desde la tribuna del Congreso, se puso manifestante, exaltado,
se dedicó a insultar a todos los que pudo en el tiempo en el que habló,
demostró, por si quedaban dudas, qué tipo de personaje es, y alentó de manera
indirecta esa manifestación, jugando a nadar y esconder la ropa, que es el
juego que más practican los cobardes o los que quieren sacar tajada de
cualquier aspecto de la vida. No me van a ver en esta columna defendiendo la
honorabilidad de congresistas que no la tienen, ni amparando los casos de
corrupción que, algunos juzgándose ahora, muestran que hay muchas ramas
podridas en el árbol democrático bajo el que nos cobijamos, pero es ese árbol,
débil y enfermo, pero aún vivo, el único que tenemos. Sabemos en España, por
décadas de experiencia, qué es lo que sucede cuando el árbol cae y es
sustituido por alambre de espino. Cualquier democracia, la más imperfecta de
todas, la más pulida, será siempre fallida, tendrá problemas y no logrará
cubrir las aspiraciones de los ciudadanos, porque eso no es posible, pero la
prefiero a la más eficiente de las dictaduras. Ese Congreso que se pretende
rodear el sábado por algunos que nunca se han manifestado contra el terrorismo
estuvo ya cerca de cuarenta años rodeados, sitiado, aplastado por el
franquismo. En sus asientos no se sentaban diputados, sino títeres. Sus leones,
grandes y sólidos, nada podían hacer para evitar que los sables y pistolas los
dominasen bajo el látigo de su violencia. Ese Congreso también fue rodeado en
1981, asaltado por Tejero y sus mariachis, cuando en esos bancos se sentaban
diputados que ya, sí, representaban electores. Diputados mejores o peores,
algunos corruptos, otros no, algunos con liderazgo e ideas, otros no. Todos ellos
fueron asaltados a tiros por el fantasma de un pasado que se resistía a morir.
Hoy, 2016, cada uno de los 350 diputados sentados en su escaño, todos ellos,
representan a ciudadanos de este país, ciudadanos que tienen problemas muy
diversos, algunos quizás irreconciliables, que viven vidas que pueden ser de lo
más opuestas, pero que todos ellos desean, por encima de todo, vivir en un país
próspero y libre. Ciudadanos que, en su mayor parte, acudimos en junio a unas
elecciones y, con nuestro voto, conformamos esa cámara que, aunque no lo
parezca, es el lugar en el que reside el poder del país. En los parlamentos
elegidos democráticamente reside la soberanía del país, y visitarlos es conocer
el corazón de su democracia. Porque del voto libre y sin coacciones nacen, con la
esperanza de representar a ciudadanos libres e iguales.
Todo candidato elegido como presidente de acuerdo al reglamento del Congreso lo es legítimamente, guste más o menos. Manifestarse denunciando un “golpe” o ideas similares no es sino una cruel burla hacia aquellas personas que, en tantos países del mundo, viven sometidas a regímenes en los que, como en España hace años, votar es delito, opinar se reprime, expresarse se castiga y manifestarse, cosa muchas veces prohibida, es uno de los caminos más rectos hacia una dura cárcel. Por eso la manifestación del sábado, además de antidemocrática y carente de sentido es, sobre todo, injusta y falsa.
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