viernes, octubre 28, 2016

En defensa del Congreso de los Diputados


Este Sábado, poco antes de las 20:00 si se cumplen los plazos previstos, Rajoy será investido Presidente del Gobierno por mayoría simple en segunda votación tras la abstención de, al menos, once socialistas, sin que aún esté claro por cuánto se superará esa cifra, siendo ese uno de los puntos más morbosos de la sesión. Ayer, sin sorpresas, Rajoy perdió la primera votación, que requiere mayoría absoluta. 180 noes frente a 170 síes que definen una correlación de supuestas ideologías, y dejan a las claras la necesidad de acordar en la legisla tura que, ahora sí, arranca. Sino, todos seguiremos perdiendo fuerzas e ilusiones.

Coincidiendo con la sesión del sábado, se ha convocado una manifestación tipo “rodea el Congreso” para denunciar a la casta política y lo que denominan, los convocantes, ilegítima investidura, golpe de estado, pucherazo y cualquier otro epíteto de alta graduación que de sus bocas siempre se dirige hacia los partidos democráticos pero nunca a los dictadores reales que defienden con la misma vehemencia. Iglesias, ayer desde la tribuna del Congreso, se puso manifestante, exaltado, se dedicó a insultar a todos los que pudo en el tiempo en el que habló, demostró, por si quedaban dudas, qué tipo de personaje es, y alentó de manera indirecta esa manifestación, jugando a nadar y esconder la ropa, que es el juego que más practican los cobardes o los que quieren sacar tajada de cualquier aspecto de la vida. No me van a ver en esta columna defendiendo la honorabilidad de congresistas que no la tienen, ni amparando los casos de corrupción que, algunos juzgándose ahora, muestran que hay muchas ramas podridas en el árbol democrático bajo el que nos cobijamos, pero es ese árbol, débil y enfermo, pero aún vivo, el único que tenemos. Sabemos en España, por décadas de experiencia, qué es lo que sucede cuando el árbol cae y es sustituido por alambre de espino. Cualquier democracia, la más imperfecta de todas, la más pulida, será siempre fallida, tendrá problemas y no logrará cubrir las aspiraciones de los ciudadanos, porque eso no es posible, pero la prefiero a la más eficiente de las dictaduras. Ese Congreso que se pretende rodear el sábado por algunos que nunca se han manifestado contra el terrorismo estuvo ya cerca de cuarenta años rodeados, sitiado, aplastado por el franquismo. En sus asientos no se sentaban diputados, sino títeres. Sus leones, grandes y sólidos, nada podían hacer para evitar que los sables y pistolas los dominasen bajo el látigo de su violencia. Ese Congreso también fue rodeado en 1981, asaltado por Tejero y sus mariachis, cuando en esos bancos se sentaban diputados que ya, sí, representaban electores. Diputados mejores o peores, algunos corruptos, otros no, algunos con liderazgo e ideas, otros no. Todos ellos fueron asaltados a tiros por el fantasma de un pasado que se resistía a morir. Hoy, 2016, cada uno de los 350 diputados sentados en su escaño, todos ellos, representan a ciudadanos de este país, ciudadanos que tienen problemas muy diversos, algunos quizás irreconciliables, que viven vidas que pueden ser de lo más opuestas, pero que todos ellos desean, por encima de todo, vivir en un país próspero y libre. Ciudadanos que, en su mayor parte, acudimos en junio a unas elecciones y, con nuestro voto, conformamos esa cámara que, aunque no lo parezca, es el lugar en el que reside el poder del país. En los parlamentos elegidos democráticamente reside la soberanía del país, y visitarlos es conocer el corazón de su democracia. Porque del voto libre y sin coacciones nacen, con la esperanza de representar a ciudadanos libres e iguales.
 
Todo candidato elegido como presidente de acuerdo al reglamento del Congreso lo es legítimamente, guste más o menos. Manifestarse denunciando un “golpe” o ideas similares no es sino una cruel burla hacia aquellas personas que, en tantos países del mundo, viven sometidas a regímenes en los que, como en España hace años, votar es delito, opinar se reprime, expresarse se castiga y manifestarse, cosa muchas veces prohibida, es uno de los caminos más rectos hacia una dura cárcel. Por eso la manifestación del sábado, además de antidemocrática y carente de sentido es, sobre todo, injusta y falsa.

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