jueves, octubre 20, 2016

La ESA vuelve a tropezar con Marte

Ayer era un día trascendental para la exploración europea. La misión Exo MArs llegaba a su destino y sus dos componentes principales se la jugaban al todo o nada. La nave mandada consta de un satélite que debe orbitar el planeta, denominado TGO, cuyo fin principal es estudiar las trazas de metano que existen en la atmósfera marciana y determinar hasta qué punto son de origen geológico o de un pasado biológico que pudiera esconderse bajo la superficie. La maniobra de inserción orbital del satélite fue correcta, y ya se encuentra dando vueltas a unos 400 kilómetros sobre la superficie.

El otro componente, el módulo Schiaparelli, tenía un fin más espectacular y efímero. Su objetivo era posarse sobre la superficie de Marte y desde allí confirmar que había llegado en buen estado, demostrando así que la tecnología europea permite posar un ingenio de manera segura sobre Marte. Nada se sabe de esta sonda. Su última transmisión tuvo lugar en la fase de descenso, con los paracaídas abiertos, pero no hay constancia de que tomase “tierra” de manera segura o, como se empieza a temer, se estrellase fatalmente. Amartizar, si se me permite la expresión, es una operación muy muy difícil. Marte tiene atmósfera, como la Tierra, pero es mucho más liviana, lo que ofrece problemas de todo tipo. Como cuando las naves regresan a la Tierra, toda entrada debe hacerse en un ángulo muy preciso, ni muy plano, lo que haría rebotar la nave contra la atmósfera como esas piedras que se lanzan y vuelan sobre los ríos, ni muy acusado, que la convertiría en un bólido y la achicharraría del todo. El ángulo de ataque adecuado siempre genera fricción y mucho calor, y las naves deben llevar un escudo protector que disipe el calor y no las achicharre. Una vez superada esta prueba el resto es relativamente sencillo… en la Tierra!!!;La densidad de nuestra atmósfera hace que los paracaídas frenen la nave y esta se pueda posar sin muchos problemas en el suelo. Pero la baja densidad de la atmósfera marciana reduce mucho la eficacia de los paracaídas, que frenan la caída, sí, pero no logran que la velocidad baje mucho más allá de los 80 kilómetros por hora, dependiendo del objeto de que se trate. En todo caso, suficiente para que se destroce en un impacto contra el suelo. Es por ello necesario el uso de retrocohetes para frenar el bólido y evitar el impacto. Así que, ya ven, por lo menos tenemos tres elementos que pueden fallar en el proceso de la entrada. Y luego hay otro que muchos olvidan. Marte está muy lejos, ayer a unos diez minutos luz. Todos esos procesos no pueden controlarse desde aquí, sino que deben estar completamente automatizados, y diseñado con precisión el algoritmo que arranque uno tras otro con el tiempo preciso para que sean efectivos. Un error, unos segundos en los que la secuencia de operaciones se desarrolle de manera no prevista, o un incidente sorpresa puede dar con toda la misión al traste. Por eso, lograr aterrizar allí es una aventura de un riesgo y peligrosidad apabullante. No lo sería tanto en una nave tripulada, porque el piloto humano podría alterar secuencias y tomar decisiones sobre la marcha, pero aun así el “amartizaje” es mucho más difícil que el aterrizaje. Posarse en la Luna, por ejemplo, que carece de atmósfera, muy poca gravedad y que está a poco más de un segundo luz de aquí, es infinitamente más sencillo. De ahí que la tasa de fallos y estrellatos sobre Marte sea muy elevada. Todas las naciones que han mandado misiones han mordido en alguna ocasión el polvo del planeta rojo.


Se espera rueda de prensa de la ESA esta mañana para confirmar o, al menos, intuir qué es lo que ha pasado, pero en este momento todo parece apuntar a que la sonda Schiaparelli ha unido su destino al Beagle 2, anterior intento de amartizaje europeo, que se saldó con un fracaso aún más estrepitoso. Las consecuencias, de confirmarse el fallo, serían graves, dado que esta era una prueba de demostración de que la ESA sería capaz de aterrizar un rover sobre Marte en la misión prevista para 2020, por lo que si el test ha fallado es probable que la futura misión robótica deba ser replanteada en muchos aspectos. Y eso implica cambios presupuestarios y retrasos, siempre indeseables. Quedaremos a la espera de lo que nos confirme la ESA

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