Ayer era un día trascendental
para la exploración europea. La
misión Exo MArs llegaba a su destino y sus dos componentes principales se la
jugaban al todo o nada. La nave mandada consta de un satélite que debe
orbitar el planeta, denominado TGO, cuyo fin principal es estudiar las trazas
de metano que existen en la atmósfera marciana y determinar hasta qué punto son
de origen geológico o de un pasado biológico que pudiera esconderse bajo la
superficie. La maniobra de inserción orbital del satélite fue correcta, y ya se
encuentra dando vueltas a unos 400 kilómetros sobre la superficie.
El otro componente, el módulo
Schiaparelli, tenía un fin más espectacular y efímero. Su objetivo era posarse
sobre la superficie de Marte y desde allí confirmar que había llegado en buen
estado, demostrando así que la tecnología europea permite posar un ingenio de
manera segura sobre Marte. Nada se sabe de esta sonda. Su última transmisión
tuvo lugar en la fase de descenso, con los paracaídas abiertos, pero no hay
constancia de que tomase “tierra” de manera segura o, como se empieza a temer,
se estrellase fatalmente. Amartizar, si se me permite la expresión, es una
operación muy muy difícil. Marte tiene atmósfera, como la Tierra, pero es mucho
más liviana, lo que ofrece problemas de todo tipo. Como cuando las naves
regresan a la Tierra, toda entrada debe hacerse en un ángulo muy preciso, ni
muy plano, lo que haría rebotar la nave contra la atmósfera como esas piedras
que se lanzan y vuelan sobre los ríos, ni muy acusado, que la convertiría en un
bólido y la achicharraría del todo. El ángulo de ataque adecuado siempre genera
fricción y mucho calor, y las naves deben llevar un escudo protector que disipe
el calor y no las achicharre. Una vez superada esta prueba el resto es
relativamente sencillo… en la Tierra!!!;La densidad de nuestra atmósfera hace
que los paracaídas frenen la nave y esta se pueda posar sin muchos problemas en
el suelo. Pero la baja densidad de la atmósfera marciana reduce mucho la
eficacia de los paracaídas, que frenan la caída, sí, pero no logran que la
velocidad baje mucho más allá de los 80 kilómetros por hora, dependiendo del
objeto de que se trate. En todo caso, suficiente para que se destroce en un
impacto contra el suelo. Es por ello necesario el uso de retrocohetes para
frenar el bólido y evitar el impacto. Así que, ya ven, por lo menos tenemos
tres elementos que pueden fallar en el proceso de la entrada. Y luego hay otro
que muchos olvidan. Marte está muy lejos, ayer a unos diez minutos luz. Todos
esos procesos no pueden controlarse desde aquí, sino que deben estar
completamente automatizados, y diseñado con precisión el algoritmo que arranque
uno tras otro con el tiempo preciso para que sean efectivos. Un error, unos
segundos en los que la secuencia de operaciones se desarrolle de manera no
prevista, o un incidente sorpresa puede dar con toda la misión al traste. Por
eso, lograr aterrizar allí es una aventura de un riesgo y peligrosidad
apabullante. No lo sería tanto en una nave tripulada, porque el piloto humano
podría alterar secuencias y tomar decisiones sobre la marcha, pero aun así el
“amartizaje” es mucho más difícil que el aterrizaje. Posarse en la Luna, por
ejemplo, que carece de atmósfera, muy poca gravedad y que está a poco más de un
segundo luz de aquí, es infinitamente más sencillo. De ahí que la tasa de
fallos y estrellatos sobre Marte sea muy elevada. Todas las naciones que han
mandado misiones han mordido en alguna ocasión el polvo del planeta rojo.
Se espera rueda de prensa de la
ESA esta mañana para confirmar o, al menos, intuir qué es lo que ha pasado,
pero en este momento todo parece apuntar a que la sonda Schiaparelli ha unido
su destino al Beagle 2, anterior intento de amartizaje europeo, que se saldó
con un fracaso aún más estrepitoso. Las consecuencias, de confirmarse el fallo,
serían graves, dado que esta era una prueba de demostración de que la ESA sería
capaz de aterrizar un rover sobre Marte en la misión prevista para 2020, por lo
que si el test ha fallado es probable que la futura misión robótica deba ser
replanteada en muchos aspectos. Y eso implica cambios presupuestarios y
retrasos, siempre indeseables. Quedaremos a la espera de lo que nos confirme la
ESA
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