viernes, octubre 21, 2016

“Patria”, de Fernando Aramburu

¿Puede una novela ser capaz de explicar la historia mejor que un ensayo? Sí, si está escrita con sentimiento, claridad y matices, si aprovecha todos los recursos, enormes, que la literatura ofrece para ser el vehículo más poderoso de transmisión de sensaciones y emociones que existe. Cuando lo logra, esa novela se convierte en patrimonio, en lugar de referencia, en sitio de visita obligada para poder conocer una época, unos hechos, unas gentes, que son mucho más que datos, fechas y sucesión de avatares. Fernando Aramburu ha logrado ese difícil objetivo en “Patria” y la ha convertido en lectura no obligatoria, no, sino necesaria.

Patria es la historia de dos familias a lo largo de muchos años, y es mucho más. Es la historia de cómo los componentes de esas familias se enroscan en torno a sí mismos, primero en el cariño y la amistad, y poco a poco, en el hacha con la que se representa a la serpiente etarra como símbolo de su maldad. Es el relato de cómo la política, la iluminación, el fanatismo, la demencia, logra anidar en los corazones de algunos y los destruye, a ellos y a todo lo que les rodea. Cómo algunos listos saben manipular, exaltar emociones en aquellos que ven necesitados, en jugar con ellos como piezas de ajedrez particular, sin importarles el daño que les van a causar el dolor infinito que puedan provocar en su entorno. Es la historia de cómo la convivencia de un lugar, en este caso el País Vasco, puede ser destruida por completo en nombre de una patria ficticia, de unas ideas supremacistas, excluyentes, fanáticas, que ponen a las personas a su servicio y consideran enemigos a todos los que a ellas se oponen. Una historia de cobardías, de recelos, silencios y escondites, en la que gran parte de la población se escuda en el miedo, se rodea de él, para ni siquiera saludar a quien hasta ayer era tu amigo y hoy es tu oponente, porque lo dictan unas pintadas en la calle y unos gritos coreados desde una pancarta. Es una historia de huidas, de pánico entre personas normales, que nunca quisieron ser héroes, pero que las vida les enfrentó al más cruel de los destinos, el de saber que sus enemigos viven con ellos, en el mismo portal, en la misma acera. Una historia de trabajo esforzado, de sacrificio por sacar a la familia adelante, mientras ves que el virus del fanatismo nacionalista lo infecta todo, y desde cualquier barrera en la que te encuentres, soñando que es un burladero, descubres que te puede empitonar sin poder hacer nada para evitarlo. Es la historia de unas madres poderosas, fuertes, recias, duras como ellas solas, como tantas que conozco, con unos maridos pusilánimes, obsesionados por el trabajo, ausentes de cariño, que viven en parejas donde el amor hace tiempo que se perdió, que crían hijos a los que la calles y sus fuerzas vivas arrebatan, a unos dándoles pistolas, que servirán para matar a otros. Es la vida de matrimonios que, rodeados de iglesia y otras instituciones sociales, creadas en un principio para cohesionar, se ven aplastados por ellas, triturados por sacerdotes y ediles que sólo representan a la maldad en la que se han convertido, y que juegan con las voluntades como si fueran muñecos de feria. Son muchas historias, enormes, inmensa, intrincadas todas ellas como recia urdimbre, en la que reconozco a cada personaje, le pongo cara, voz, apellido, imagen familiar, en la que cada escena me suena vivida, sentida y narrada. Es “Patria” la crónica de la vergüenza de lo sucedido, y de lo que aún pasa, en una tierra herida, manchada por la sinrazón y el terror. Una tierra vejada por la locura identitaria.

Y es una historia la que cuenta “Patria” en la que casi siempre llueve, en la que abundantes, negras y plomizas nubes cubren un cielo que hace mucho que dejo de ser azul. Una cubierta oscura sobre la que los personajes penan, deambulan, huyen, escapan, son asesinados, acallados, ocultados, engañados, derrotados. Unas nubes que retratan a la perfección lo que muchos sienten pero muy pocos expresas, en una tierra en la que los sentimientos y afectos, en gran parte, siguen proscritos. Leer las páginas que ha escrito Aramburu te estruja el alma, te la comprime, porque lo que cuenta, en forma de novela, es la más cruda y cruel de las realidades.


Subo este fin de semana a Elorrio, el Lunes me lo cojo festivo y el martes debiera tener ya el ordenador actualizado. A ver si es verdad y no hay retrasos. Disfruten y cuidado con la lluvia, será intensa en gran parte del país.

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