martes, octubre 04, 2016

La sorpresa del No en Colombia

Es la segunda vez que me pasa este año. Me levanto por la mañana, pongo la tele, y el escrutinio de un referéndum que todo el mundo apostaba que iba a ser positivo cuando me eché a dormir se torna en cruda, raspada, pero clara derrota, dejando a las empresas demoscópicas otra vez en ridículo y a mi persona, en pijama frente al televisor, convertida en un manojo de sorpresas. En Junio fue el Brexit, cuya trascendencia para Europa y, por tanto para nosotros, es manifiesta. Ayer fue en Colombia, resultado que nos afecta menos como país pero sí mucho como sentimiento de comunidad hermanada con Latinoamérica.

He ido siguiendo por encima los avatares del acuerdo del gobierno colombiano con la guerrilla de las FARC y las condiciones de la paz firmada hace un par de semanas. Por lo que veía, desde la distancia, se había optado por dar a los guerrilleros muchas garantías, prebendas y posesiones territoriales para garantizar su renuncia explícita a la violencia. Esas ganancias eran vistas por parte de la población colombiana como una rendición ante la violencia, y ese era el argumento principal de la campaña de los partidarios del no, campaña que, si se fijan ustedes, ha sido muy silenciada por los medios españoles, de uno y otro signo, dando por sentado en sus crónicas que el sí podría ganar con diferencias de hasta veinte puntos. Formé mi opinión sobre el tema gracias a dos artículos escritos por grandes escritores, Mario Vargas Llosa y Héctor Abad Faciolince, que expresaban su confianza en una paz sostenida tras décadas de guerra civil desatada, que nada tienen que ver con los conflictos terroristas vividos en Europa, ni por su origen, dimensión y alcance, y que pese a que no les parecían los mejores acuerdos, los consideraban los menos malos para lograr ese objetivo anhelado de la paz en un país que tanto la necesita para realizar su despegue definitivo. Por ello, reconozco que si hubiera tenido que votar lo habría hecho por el sí, no muy convencido quizás, pero por el sí. Ahora que el no ha ganado, por poco y con baja participación, pero ha ganado, la situación se vuelve muy enrevesada. El gobierno de Santos ha puesto todo su prestigio y futuro en este proceso de paz y se encuentra, justo al final, con un tropiezo muy serio e inesperado. Lo más importante ahora es conseguir que las FARC mantengan intacta su promesa del cese definitivo de las armas y la entrega de las mismas, y que se pueda establecer una nueva ronda de negociaciones en la que se endurezcan las condiciones con las que los guerrilleros retornan a la vida civil y es tratada, política y judicialmente, la organización. Recordemos que el objetivo primordial es el final de la guerra, hecho que ahora mismo ya está conseguido. Pese al no cosechado, las FARC saben que una vuelta a las armas sería mal vista por todos aquellos actores, internos y externos, que las han apoyado durante décadas. Afortunadamente, y esto es un cambio muy sustancial, la época de las guerrillas “liberadoras” que vivió Latinoamérica hace algunas décadas empieza a ser más asunto de historiadores que de periodistas, y los guerrilleros colombianos saben, aunque no lo reconozcan, que nunca van a ganar la guerra en la que estaban metidos y que cada vez su imagen será peor en un mundo que rechaza la violencia y la ve como un método bárbaro, del pasado, para solventar problemas. El despegue económico que ha vivido Colombia en estos últimos años, pese a que aún queda muchísimo por lograr y enormes desigualdades por cerrar, también resta atractivo a una manera de lucha que, en el fondo, no es más que terrorismo organizado a gran escala.

Quién sabe. Quizás del no cosechado surja un nuevo acuerdo que pueda ser refrendado y equilibre más los términos y de la sensación a las víctimas de la guerrilla que se han resarcido a sus familiares perdidos y no se ha claudicado ante los asesinos. En todo caso Colombia se enfrenta a un reto enorme, inesperado, y muy difícil. Si logra salir de él le espera una época de prosperidad y, sobre todo, de serenidad social que será como un regalo tras tantos años de violencia y penuria. Hay que confiar en el buen hacer de los colombianos y, en todo lo que necesiten, prestarles nuestra ayuda para que esta travesía acabe en buen puerto. Lo necesitan y, sobre todo, se lo merecen.

No hay comentarios: