viernes, noviembre 18, 2016

Saludos al chino que me espía


La última noticia surgida en torno al apasionante mundo del espionaje masivo y la ausencia de privacidad en la que vivimos tiene que ver con China, no con la NSA norteamericana. Resulta que cientos de millones de smartphones diseminados por todo el mundo tienen un software secreto que rastrea su contenido y envía SMS a China para que desde allí los analicen. No quiero imaginarme el aspecto de la bandeja de entrada del servidor chino, y supongo que los espías orientales tendrán un software que les cribará la información para que no se la tengan que leer, aunque es sabido que allí la explotación de la mano de obra es un clásico.
 
Lo más curioso de este asunto es que la tecnología que usan los chinos para espiarnos ya es muy obsoleta. De hecho ni es necesario instalar aplicaciones espía para controlarnos. Hemos llegado al paraíso del espía en el que el sujeto investigado le cuenta al ávido de información todo lo que este quiere saber sin que haya que engañarle, extorsionarle o someter a ningún tipo de chantaje. Son cientos de millones las personas que, en cada instante, cuentan en aplicaciones públicas y gratuitas dónde están, qué hace, qué compran, comen, usan, gastan, en qué emplean su tiempo… esa información, de valor comercial infinito, es ofrecida por los ciudadanos de una manera no sólo despreocupada, sino más bien orgullosa, como una orgía de hedonismo o narcisismo de la que es imposible escapar. Si uno no participa en esas redes, no comparte fotos ni interactúa es visto, en muchos lugares y situaciones, como un asocial, un enfermo, un retraído, alguien en quien no se puede confiar. Es justo el mundo al revés, hemos pasado de la defensa de la privacidad a la ostentación pública de nuestra vida, al exhibicionismo descarnado de lo que hacemos en cada instante, por el mero placer de hacerlo y por recolectar unos “me gusta” que a casi todo el mundo le ponen a cien cuando se muestran en su pantalla. Y todo esto coincide con la posibilidad tecnológica de poder tratar ese enorme volumen de información. De nada sirve tanto dato si no hay manera de utilizarlo, para nada vale una gasolina sin motor de combustión. Ahora mismo millones y millones de euros, pongan la moneda que deseen, viven convertidos en software y hardware de altísimas prestaciones, que exprimen de manera automatizada, a través de potentes algoritmos, la información que cada uno de nosotros generamos. Esa tecnología, deslumbrante, busca lo que todas en cualquier negocio, arañar algo de beneficio que la haga ser rentable. La invasión de las ofertas personalizadas, de la publicidad on line destinada de manera efectiva a cada uno de nosotros no es sino la punta de un enorme iceberg que, poco a poco, va a conseguir crear el sueño de los comerciales, que no es sino personalizar el producto a cada consumidor individual. Se acabaron los estudios de mercado, la segmentación de la población en clases, capas, estratos o sectores, el tirar ofertas a lo bruto diseñadas para grupos de población que, pese a la destreza del análisis, nunca son homogéneos. No, el paraíso es la venta personalizada, adecuada exactamente a los gustos de cada uno de nosotros, de tal manera que el precio también sea personalizado y que, así, el vendedor pueda extraer el mayor excedente del consumidor posible, porque ha logrado satisfacerle como nadie lo había hecho hasta entonces, porque el consumidor se ha sentido escuchado, aunque sea sólo por unas máquinas frías y distantes.
 
Pero no puedo olvidarme del chino que me espía. Quiero desde aquí mandarle un saludo y, ya puestos, pedirle un consejo. Dado que sabes de mi vida tanto como yo, y tienes la ventaja de observarla desde la distancia, con la perspectiva que eso aporta, ¿qué me aconsejas que haga con ella? Porque muchas veces no tengo ni idea de lo que hacer, escoger, opinar, sentir o padecer, y no tengo nada claro cómo gestionar mis asuntos y preocupaciones. Se que te tienes que estar aburriendo bastante con la vida que te ha tocado espiar (ya lo siento, casi todas las personas que conozco son mucho más divertidas e interesantes que yo) pero, ahora que no nos oye nadie, ¿te animas a darme algún consejo? Me vendría bien. Saludos desde la distancia (bueno, no tanta….)

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