Podemos pasarnos media vida
analizando las consecuencias de la victoria de Trump, porque son incontables
las facetas de la vida en la que este cambio, potencialmente radical, puede
generar efectos. Una de ellas, desde luego, es la economía. Poco se sabe de las
ideas del personaje al respecto, más allá de una llamada primaria a la
reindustrialización del país, levantamiento de aranceles y medidas punitivas a
todo lo que suene extranjero. Unas ideas muy nacionalistas que, de llevarse a
la práctica, supondrían mayor pobreza para los estadounidenses y, de rebote,
para todos los demás. Confiemos en que no se hagan realidad.
Lo que de momento ha desconcertado
a muchos es que las bolsas, que el 9 empezaron con grandes pérdidas, se han
comportado de una manera extraña. Las americanas no dejan de subir y encadenan
máximos históricos con una facilidad y redundancia que asusta, y son las europeas
las que más flojean, especialmente la española, que lleva más de un 3% de pérdida
desde el día electoral. A lo que pocos están mirando, y es muy importante, es
al mercado de bonos, de títulos de deuda pública. Desde la elección de Trump el
interés que pagan esos bonos no deja de subir, y las primas de riesgo periféricas
también crecen. Y esto es malo, y para un país endeudado como el nuestro, muy
malo. Desde hace tiempo se viene hablando de la burbuja del mercado de bonos, burbuja
alimentada por las compras de los bancos centrales, que adquieren títulos de
deuda sin control, y también cebada por el miedo al riesgo global. Eso hace que
particulares y fondos de inversión se lancen a comprarlos sin medida, y el tipo
de interés que se obtiene por ellos resulte ridículo, e incluso negativo en
muchas ocasiones. Ese interés negativo, irracional, sin sentido, es el reflejo
más evidente de esa burbuja de los bonos, que no es sino una forma de decir que
se están comprando demasiados por parte de demasiada gente. Tarde o temprano
esos bonos alcanzarán su precio más alto (y con él el interés más bajo) y
empezará el proceso de venta. Como siempre, el primero que lo haga será el más
beneficiado y el último lo perderá todo. Desde hace tiempo se viene advirtiendo
por muchos analistas y entidades que ese proceso de desinversión de bonos tendrá
que llegar, inexorablemente, y que cuanto más tarde lo haga más violento y
peligroso puede ser. Una venta masiva de bonos puede hacer que carteras de
inversión de todo el mundo registren grandes pérdidas y que los titulares últimos
de esos bonos, los inversores, paguen el pato de la burbuja. Y ya se sabe que
en estos asuntos la metáfora del “aterrizaje suave” es exactamente eso, una metáfora,
nada cercano a la realidad. Esa venta de bonos también tiene mucha relación con
el fenómeno de la inflación, ese monstruo que sigue ahí, escondido, sin que
nadie le encuentre aunque se trate de despertar por todas las maneras posibles.
Y mira por donde en los últimos meses empiezan a verse tasas de inflación
positivas en varias economías occidentales, en parte por la subida de los
precios del petróleo desde sus mínimos, pero tasas positivas en todo caso, que
hacen ruinosa una inversión en bonos que rente negativo. Ante la inflación,
toca vender esos títulos para generar un rendimiento que nos compense la subida
de precios.
¿Será Trump el desencadenante de este proceso de
venta masiva de bonos? Pudiera ser. Su anunciada política económica, a la que
antes me refería, también es inflacionaria, y sólo por el hecho de la
incertidumbre que genera su presencia puede darse la ocasión para que se genere
un proceso de venta que alcance la dimensión necesaria para iniciar el pinchado
de la burbuja. O no, que en esto no hay leyes escritas. En todo caso el bono
español a 10 años ha pasado del 1,2% al 1,5% en apenas tres días, la mayor
subida en bastante tiempo, y recuerden, debiendo como debemos un 100% del PIB,
esto puede ser para nosotros un golpe muy duro. Para
saber más sobre este asunto, muy importante, lo mejor es que lean a Kike Vázquez,
que sabe muchísimo más que yo sobre esto (y sobre otras muchas cosas).
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