miércoles, noviembre 23, 2016

Trump, contra el comercio


Poco a poco, despacio y no sin sobresaltos, vamos conociendo algunas de las cosas que quiere hacr Donald Trump cuando el lunes 20 de eneros sea investido como presidente de los EEUU. Algunas noticias son sobre su entorno familiar, como la absurda idea de Melania y su hijo de permanecer en la torre y no mudarse a la Casa Blanca, con el consiguiente caos de seguridad, y otras tienen que ver también con su familia, o mejor dicho, sobre la gestión de sus negocios, y los conflictos de intereses que surgen. ¿Cómo hacer que Trump y su clan no desfalquen las cuentas públicas en su propio beneficio? Menuda pregunta más interesante.
 
En lo que hace a políticas de las gordas, palos y zanahorias. Zanahorias para Hillary, porque parece que no le va a perseguir ningún fiscal general, y de momento tampoco la frontera sur va a ver algo parecido a un muro, aunque sobre este tema lo cierto es que no ha negado nada, simplemente nada ha dicho. Lo que se ha declarado, sin duda alguna, es que retirará a EEUU del TPP, el tratado comercial transpacífico, una de las obras de Obama, que busca reforzar lazos comerciales entre los países ribereños de ese mar, que actualmente representan la mayor parte del PIB y riqueza del planeta. De todas las soflamas reiteradas por Trump en su campaña, hay pocas dudas de que la misoginia y el proteccionismo son las verdades más profundas que se esconden tras sus duras palabras, teniendo que dejar análisis más profundos para más adelante, cuando sus hechos le delaten. Y el mal del proteccionismo, que tanto auge tiene entre los extremos ideológicos de nuestro mundo, es uno de los caminos más rápidos para el empobrecimiento mutuo y la creación de recelos sociales y políticos. Todos los países del mundo comerciamos, necesitamos cosas que hacen otros y les vendemos cosas que nosotros hacemos. Se comercia con bienes, servicios, capitales y personas, y a veces uno gana más que otro y en otras ocasiones es el otro el que gana más que uno, pero esos vínculos creados entre unos y otros nos permiten a ambos ser más productivos y crecer. ¿Cuál es el freno al comercio? Principalmente son dos, el no admitir que, como la vida misma, es un juego en el que siempre se gana, y de ahí la tentación de aislarse para que nadie me perjudique, y el recelo que supone entablar contacto con otras sociedades y personas, de orígenes, ideas y lenguas distintas en la mayoría de las ocasiones, que no son “de los nuestros” y que muchas veces se ven antes como enemigos que como aliados. Esos frenos, muy escondidos en el interior del alma humana, son los que han logrado frenar los acuerdos comerciales a lo largo de la historia, y están del actual fracaso de la OMC, la Organización Mundial del Comercio, organismo internacional formado por muchísimos países, cuyo fin es el de fortalecer las relaciones comerciales, rebajar aranceles mutuos y aumentar la prosperidad de todos. El fracaso de la OMC se ha traducido en el surgimiento de Tratados Comerciales parciales, de unas zonas con otras, de unos países con otros, en los que se regulan esos aranceles y las características de los productos que se van a intercambiar. Pero fijémonos en la bilateralidad. Canadá ha firmado, tras una difícil aventura por Valonia, un tratado comercial con la UE, que sólo tendrá vigencia entre ambos mundos, Canadá y UE. Si un tercer país quiere comerciar con alguno de los dos, las reglas de ese acuerdo mutuo no le incumben. Así, la falta de acuerdos comerciales globales parcela el mercado, complica las reglas, crea una maraña de normas y frena los intercambios globales. Los tratados son un parche, ni mucho menos la solución perfecta.
 
Y frente a esa solución parcial, las voces proteccionistas (que como si fueran niños ansían vender mucho fuera pero no comprar nada del exterior) elevadas sobre altares nacionalistas, populistas, izquierdistas, derechistas y todos los “-istas” que deseen, claman contra esos tratados. Y con Trump se les ha aparecido su particular virgen María, bien es cierto que transmutada de sexo. La decisión del futuro presidente supondrá empobrecimiento, primero de los propios norteamericanos, y luego del resto de los países. Y no logrará su objetivo de hacer que la producción vuelva a casa, no. Puede penalizar las importaciones chinas, y Apple quizás no haga los Iphones allí, pero se los llevará a África, cosa que agradecerán mucho las naciones que acojan las plantas. O las trasladará a EEUU, y los producirán robots, no personas. Trump se equivoca.

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