Poco a poco, despacio y no sin
sobresaltos, vamos conociendo algunas de las cosas que quiere hacr Donald Trump
cuando el lunes 20 de eneros sea investido como presidente de los EEUU. Algunas
noticias son sobre su entorno familiar, como la absurda idea de Melania y su
hijo de permanecer en la torre y no mudarse a la Casa Blanca, con el
consiguiente caos de seguridad, y otras tienen que ver también con su familia,
o mejor dicho, sobre la gestión de sus negocios, y los conflictos de intereses
que surgen. ¿Cómo hacer que Trump y su clan no desfalquen las cuentas públicas
en su propio beneficio? Menuda pregunta más interesante.
En lo que hace a políticas de las
gordas, palos y zanahorias. Zanahorias para Hillary, porque parece que no le va
a perseguir ningún fiscal general, y de momento tampoco la frontera sur va a
ver algo parecido a un muro, aunque sobre este tema lo cierto es que no ha
negado nada, simplemente nada ha dicho. Lo
que se ha declarado, sin duda alguna, es que retirará a EEUU del TPP, el
tratado comercial transpacífico, una de las obras de Obama, que busca
reforzar lazos comerciales entre los países ribereños de ese mar, que actualmente
representan la mayor parte del PIB y riqueza del planeta. De todas las soflamas
reiteradas por Trump en su campaña, hay pocas dudas de que la misoginia y el
proteccionismo son las verdades más profundas que se esconden tras sus duras
palabras, teniendo que dejar análisis más profundos para más adelante, cuando
sus hechos le delaten. Y el mal del proteccionismo, que tanto auge tiene entre
los extremos ideológicos de nuestro mundo, es uno de los caminos más rápidos para
el empobrecimiento mutuo y la creación de recelos sociales y políticos. Todos
los países del mundo comerciamos, necesitamos cosas que hacen otros y les
vendemos cosas que nosotros hacemos. Se comercia con bienes, servicios,
capitales y personas, y a veces uno gana más que otro y en otras ocasiones es
el otro el que gana más que uno, pero esos vínculos creados entre unos y otros
nos permiten a ambos ser más productivos y crecer. ¿Cuál es el freno al
comercio? Principalmente son dos, el no admitir que, como la vida misma, es un
juego en el que siempre se gana, y de ahí la tentación de aislarse para que
nadie me perjudique, y el recelo que supone entablar contacto con otras
sociedades y personas, de orígenes, ideas y lenguas distintas en la mayoría de
las ocasiones, que no son “de los nuestros” y que muchas veces se ven antes
como enemigos que como aliados. Esos frenos, muy escondidos en el interior del
alma humana, son los que han logrado frenar los acuerdos comerciales a lo largo
de la historia, y están del actual fracaso de la OMC, la Organización Mundial
del Comercio, organismo internacional formado por muchísimos países, cuyo fin
es el de fortalecer las relaciones comerciales, rebajar aranceles mutuos y
aumentar la prosperidad de todos. El fracaso de la OMC se ha traducido en el
surgimiento de Tratados Comerciales parciales, de unas zonas con otras, de unos
países con otros, en los que se regulan esos aranceles y las características de
los productos que se van a intercambiar. Pero fijémonos en la bilateralidad.
Canadá ha firmado, tras una difícil aventura por Valonia, un tratado comercial
con la UE, que sólo tendrá vigencia entre ambos mundos, Canadá y UE. Si un
tercer país quiere comerciar con alguno de los dos, las reglas de ese acuerdo
mutuo no le incumben. Así, la falta de acuerdos comerciales globales parcela el
mercado, complica las reglas, crea una maraña de normas y frena los
intercambios globales. Los tratados son un parche, ni mucho menos la solución
perfecta.
Y frente a esa solución parcial, las voces
proteccionistas (que como si fueran niños ansían vender mucho fuera pero no
comprar nada del exterior) elevadas sobre altares nacionalistas, populistas,
izquierdistas, derechistas y todos los “-istas” que deseen, claman contra esos
tratados. Y con Trump se les ha aparecido su particular virgen María, bien es
cierto que transmutada de sexo. La decisión del futuro presidente supondrá
empobrecimiento, primero de los propios norteamericanos, y luego del resto de
los países. Y no logrará su objetivo de hacer que la producción vuelva a casa,
no. Puede penalizar las importaciones chinas, y Apple quizás no haga los
Iphones allí, pero se los llevará a África, cosa que agradecerán mucho las
naciones que acojan las plantas. O las trasladará a EEUU, y los producirán
robots, no personas. Trump se equivoca.
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