Se
han inaugurado los Juegos Olímpicos de invierno, en la localidad surcoreana de Pyeongchang,
no confundir con la Pyongyang, capital de Corea del Norte. No consta que esta
similitud y la dificultad de ambos nombres hayan sido tenidos en cuenta por el
COI para escoger la sede de los Juegos con el objeto de hacerlo pasar muy mal a
los periodistas que acudan o comenten los deportes. A buen seguro habrá una
larga colección de presentadores atascados en la “ngch” que darán juego a los
imitadores. Como en los juegos de invierno no hay fútbol ni nada por el estilo
es poco probable que alguna noticia trascienda de ellos en los espacios de
deporte de nuestro país.
Los
juegos, el frío y el argot internacional están permitiendo que el uso de la
expresión “deshielo” aparezca en todas partes refiriéndose a la actual
situación entre las dos Coreas. Ha resultado curioso, como mínimo, ver lo
rápido que los dos países, técnicamente aún en guerra, han acordado la presencia
de los participantes norcoreanos y la implicación del régimen de los Kim en los
juegos y en la propia ceremonia, con la presencia de la hermanísima Kim Yo
Jong, quizás la mujer más poderosa del Norte, y responsable de la gestión de
imagen y propaganda de su gordito y todopoderoso hermano. Este viaje y la
invitación cursada a los mandatarios de Corea del Sur para que, de manera
oficial, visiten Pyongyang suscita muchas preguntas. ¿Estamos ante un intento
serio de negociación y apertura? ¿Qué pretenden los Kim? ¿A qué viene ahora este
comportamiento “convencional”? Como es imposible saber lo que sucede en Corea
del Norte resulta muy difícil, siendo generoso, determinar cuál es el objetivo
último de estos gestos, y los analistas están algo desconcertados. Tras una
serie de amenazas y pruebas balísticas y nucleares amenazantes, ahora Kim y los
suyos ofrecen una cara amable y negociadora. ¿Doble estrategia? ¿tacticismo? Tanteo?
Quién sabe. Comentaba ayer un analista de una universidad china, el principal y
único aliado que le queda a Corea del Norte, que pueden ser dos los motivos que
lleven a los norcoreanos a comportarse de manera amable. Uno, el económico, el
daño que ya están produciendo las cada vez más intensas sanciones y bloqueos, y
la necesidad de que Corea del Sur le abastezca de bienes, tratando así de
buscar una salida a una situación económica interna que, puede ser, se está
deteriorando. Otro motivo, este es muy interesante, es que los Kim pueden haber
pensado que, tras los últimos ensayos y pruebas armamentísticas, ya son de
facto una potencia nuclear respetable, ya infunden miedo, demasiado como para
ser obviado, y que se han ganado el respeto de la comunidad internacional (pueden
sustituir, si quieren, respeto por acojone) y que pueden empezar a hacer gestos
de magnanimidad y apertura, en la confianza de que han asegurado la pervivencia
de su régimen. Quizás sea cierto que, aunque mínimo, se ha establecido una
especie de equilibrio del terror entre EEUU y Corea del Norte, en el que las
abismales diferencias de capacidad militar entre ambos países no eliminan la
sombra, certera, de que si se lo propone, Corea del Norte sí podría atacar a ciudades
norteamericanas. No es una mera hipótesis ni escenario virtual, sino el
resultado de las últimas pruebas, realizadas con todo el boato y exhibicionismo
posible, para que a nadie le quepan dudas de hasta qué punto Corea del Norte es
capaz de cumplir las amenazas que anuncia su más duro dirigente, la
presentadora de las noticias de televisión. Si esto fuera así, Kim
y su tropa de generales y familiares adictos estarían desarrollando una
peligrosa, sí, pero de momento exitosa estrategia para consolidarse en el
poder, y no deja de ser cruel que la, quizás, dictadura más férrea y perfecta
del planeta haya encontrado la manera de perpetuarse en el contexto internacional.
Las
declaraciones de hoy mismo del Vicepresidente de EEUU, Mike Pence, sobre la
disposición norteamericana a establecer un diálogo con Corea del Norte
avalarían esta idea de que, con su tecnología y capacidad demostrada, los
norcoreanos se han vuelto respetables, o demasiado peligrosos como para ser
ignorados, que viene a ser lo mismo. Aún está por ver si Trump lanza algunos
tuits salvajes de los suyos ciscándose en su vicepresidente, pero algo, no se
muy bien qué, parece moverse en el escenario coreano. Todo lo que no sea una
guerra, de devastadoras consecuencias fuera cual fuese el armamento utilizado,
es una gran noticia. Parece que Kim sabe jugar a este Póker internacional, y se
ha hecho con buenas cartas. De todas maneras, precaución máxima, sigue siendo
un juego muy peligroso y entre jugadores inestables.
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