Sí,
hoy el artículo va con un cierto retraso respecto a lo habitual, pero no se
preocupen, que no ha pasado nada trascendente. Hoy me tocaba realizar el
chequeo médico obligatorio del trabajo, al que no nos citaban desde hace varios
años, y allí he acudido, a primera y frío hora de la mañana, para hacerse las
revisiones habituales de vista, oído, electros, movimientos musculares,
extracciones de sangre, depósitos de orina y cosas por el estilo. Como estaba
citado a muy primera hora no había mucha gente, por lo que no se me ha
acumulado el típico retraso que provoca que las citas se vayan acumulando y, al
final, sirvan de bien poco.
¿Suelen
ustedes ir al médico? ¿Son hipocondríacos? ¿Se toman la tensión en casa? Vivimos
en una época en la que la salud sigue escalando puestos en el mundo mediático y
se convierte en tema de conversación en todos los contextos. Internet ha puesto
mucha documentación médica al alcance de todo el mundo y, también, a todo tipo
de charlatanes que se aprovechan de la superchería y angustia asociada a toda
enfermedad. En este mundo, en el que nunca se ha vivido mejor, la comida ha
sido más abundante y de mayor calidad, la higiene más omnipresente y la
tecnología y ciencia más efectiva frente a las enfermedades, surgen cada dos por
tres bulos, rumores falsos y alarmismos que se centran en nuestra salud, o más
bien en su deterioro. El negocio en torno a todo esto es enorme, y no deja de
crecer. Todos estamos preocupados, en algún momento, por nuestra propia salud o
por la de los que nos rodean, y el nerviosismo que existe, de manera natural e
inevitable, en torno al mundo de la enfermedad requiere una gestión serena,
seria y profesional. Alarmismos, histerias, búsqueda de remedios milagrosos,
escapismos y demás artimañas son sólo formas de equivocarse, de perder mucho
dinero y, casi siempre, deteriorar más aún la salud herida. Pese
a la labor de divulgación de expertos y docentes, se ponen de moda tonterías
como la de beber agua cruda, la última de la que tengo noticia, y muchos se
lanzan a ello porque algunos millonarios de alguna parte, en este caso
californianos de Silicon Valley, se dedican a venderla a precio de oro como si fuese
un remedio naturista o el último grito en curativos naturales. Un poco de “new
age”, algo de orientalismo, una pizquita de ancestral sabiduría y toneladas de
marketing basadas en la añorada vuelta a la naturaleza envuelven todos estos
productos basura, dotados de etiquetas que relatan sus supuestos (y falsos)
beneficios, y una cifra asociada, el precio, que es tan disparatado como
absurdo y estafante. Hay quien compra botellas de esa agua no tratada a precios
muy superiores a los de la gasolina, sin que me quede muy claro que es peor, si
beber esa agua portadora de gérmenes o pegar un trago en el surtidor de la sin
plomo, y de mientras, a un precio irrisoriamente bajo, agua potable tratada,
sana, limpia, maravillosa, sale de los grifos de nuestras casas con una calidad
impecable, en forma de lujo que no es accesible para millones y millones de
personas, que tiene que hacer enormes esfuerzos cada día para encontrar alguna
fuente de agua potable. Cada día la diarrea provocada por la ingesta de aguas
insalubres causa cientos de muertes, y garantizar el acceso de agua en
condiciones sería una de las medidas que más reduciría la mortalidad en amplias
zonas de Asia y África. Y de mientras, en el mundo de los ricos, algunos se
hacen aún más gracias a la venta de aguas insalubres. Es incomprensible, ¿verdad?
Afortunadamente
las autoridades empiezan a tomarse en serio este asunto. Ayer
se supo que la Generalitat de Cataluña va a imponer sanciones a los
organizadores de la basura de encuentro que tuvo lugar hace unas semanas,
centrado en el cáncer, donde sólo se dijeron peligrosas mentiras y falsedades.
Cuiden su salud, lleven una vida sana, aliméntense bien y disfruten de los
placeres de la vida. Y en cuestiones médicas, por favor, hagan acaso a su
médico, a los profesionales sanitarios y a todos aquellos que sí saben de eso, que
no acertarán siempre, porque la medicina es una ciencia y, también, un arte,
pero que no buscarán arruinarles vendiéndoles basura. Y no se obsesionen con la
enfermedad y la salud, eso solo les provocará disgustos.
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