miércoles, febrero 07, 2018

Elon Musk triunfa con el Falcon Heavy

Me ausento un par de días por ocio y la que se organiza en todos los frentes. Alguno de ellos era previsible, como las nevadas, muy anunciadas y muy bien pronosticadas, que han sido intensas y “como las de antes” que tanto gusta decir ahora. Otras cosas no estaban tan previstas, aunque alguno las advertía, como el derrumbe parcial de la bolsa, que empezó ya el viernes con una mala sesión en Wall Street que no hizo sino agravarse el lunes, con una bajada de más del 4%. El Ibex, para el que cortas son las alegrías y densas las tristezas, cayó el viernes, el lunes y ayer, dejándose todo lo ganado en el año 2018 y gran parte del 2017. Nos hemos quedado en unos rácanos 9.800 puntos.

Pero no quiero hablar hoy de eso, ni de la desgracia diaria en el serial de Puigdemont y sus fieles, no, sino de algo mucho más maravilloso. También estaba programado para ayer el lanzamiento del Falcon Heavy, la versión más poderosa de la familia de cohetes que posee la empresa SpaceX, del innovador Elon Musk, el dueño de Tesla. El Heavy es, en la actualidad, el lanzador más potente del mundo, capaz de situar 64 toneladas en órbita baja, LEO en el argot espacial, y unas 14 en órbita de transferencia marciana o lunar. Es una evolución de los cohetes Falcon que ya posee la empresa y, simplificando mucho, se construye enganchando tres de los lanzadores uno junto a otro, para tener potencia por triplicado. El lanzamiento de ayer era una prueba, un experimento a lo bruto, con el que Musk pretendía, en palabras suyas, no destruir la torre de lanzamiento si las cosas iban mal y, en caso de que saliera bien, afirmar ante el mundo la capacidad de su empresa y la potencia del trabajo de investigación y la inversión que han efectuado. Hoy Musk debe ser una de las personas más orgullosas y felices del mundo, porque ayer nos dejó a todos embobados. El lanzamiento del Heavy, con un retraso de algo más de dos horas sobre el horario previsto, lo que me permitió verlo en directo desde casa, fue un éxito enorme y una proeza en lo que hace a la cohetería espacial. Estaba prevista la recuperación de los tres cohetes lanzadores, y no ha podido ser posible en el caso del central, el que más alto se desprende, que se estrelló en el Atlántico, pero los otros dos aterrizaron de una manera sincronizada, exacta y, créanme, bella, en las plataformas de tierra diseñadas para ello. La última etapa del cohete se encendió como es debido y dejó en órbita terrestres a la carga útil del viaje. En este tipo de vuelos experimentales se suele poner un lastre, o algo pesado y muermo, que simule lo que en el futuro serán satélites o naves, para comprobar que el cohete puede con ellas. Musk, a quien eso le parece una horterada carente de sentido, propuso que la carga del cohete fuera un coche, un Tesla Roadster, un deportivo descapotable de lujo fabricado por su empresa automovilística, pilotado (es un decir) por un muñeco como el que se usa para las pruebas de impacto de los coches, vestido de astronauta y al que le gusta mucho escuchar el “Space Odittyde de David Bowie. Como todo ha ido como la seda, está lleno internet de imágenes asombrosas de un señor subido a un coche que, con ganas de salir de un semáforo, contempla La Tierra a su frente, enorme, rodeada de negrura, mientras viaja en una especia de autopista espacial. Un nuevo encendido de la última etapa del Heavy pondrá el coche en trayectoria hacia la órbita marciana, donde obviamente no va a aterrizar, pero sí se va a convertir en un satélite que girará en torno a las trayectorias de La Tierra y Marte durante miles, millones de años. Si el objetivo del vuelo era demostrar que SpaceX puede hace posible lo que promete, lo ha conseguido plenamente. Ayer millones de personas de todo el mundo, amantes o no del espacio, alucinamos ante un despliegue de fuerza y tecnología que, por momentos, era más propio de una película de ciencia ficción que de algo real.


Como campaña de promoción de sus empresas, como anuncio de coches, como estrategia de marketing, lo que hizo ayer Musk fue de una grandiosidad difícilmente comparable. Y como desarrollo científico y tecnológico, tres cuartos de lo mismo. A buen seguro más de uno, niño o adulto, habrá descubierto una vocación de futuro al ver el despegue, vuelo, aterrizaje y “conducción” de un compendio de ingeniería y ambición como pocas veces se han visto. SpaceX demostró ayer estar a la vanguardia mundial en lo que hace a tecnología espacial, y sus alocadas propuestas de viajes futuros son, desde ayer, algo más que un canto al sol (y las estrellas). Sabiendo que cada lanzamiento tiene un riesgo enorme, lo de ayer fue un triunfo aplastante del sueño de Muswk y del trabajo de miles de personas movidas por él. Alucinante.

No hay comentarios: