Si ustedes
acuden a cualquier página web, por ejemplo esta, y consultan la gráfica del
índice Dow Jones, el más famoso de la bolsa de Nueva York, pueden empezar a
remontarse hacia el pasado, los últimos años, y verán como la subida del índice
ha sido constante, imparable, sin apenas sobresaltos. En febrero de 2013, hace
cinco años, cotizaba en el entorno de los 14.000 puntos. Hay en octubre de 2015
y enero de 2016 un parón en las ganancias, que se revela temporal, y luego
vuelta a subir sin freno. La victoria de Trump espolea aún más el mercado y
acentúa la pendiente de una curva que se dispara hasta los 26.616 puntos del 25
de enero. La ganancia de quienes hayan estado invertidos en bolsa
norteamericana durante estos años es asombrosa.
No
les aconsejo que comparen con el Ibex, más que nada para no entrar en un
proceso de angustia existencial. Si se siguen fijando en la gráfica del Dow
verán que el bajonazo de estos últimos días supone un corte abrupto de esa
imparable senda ascendente. Como es obvio, no sabemos si esto es algo puntual o
indica una corrección más seria. Hay opiniones para todos los gustos y todas
ella respaldadas por datos y sensaciones que las justifican, por lo que les
dejo a ustedes que escojan, pero sí creo, desde mi desconocimiento del mundo
bursátil (porque en esto nadie sabe nada, créanme) que este va a ser un año
mucho más complicado para el inversor de lo que se nos vendía apenas hace un
par de semanas. Durante la cumbre de Davos, celebrada hace muy pocos días, hubo
un término que salió de la boca de varios periodistas y autoridades presentes
en el encuentro, y que me produjo escalofríos cada vez que era pronunciado. Era
la palabra complacencia, una de las más peligrosas que existen, asociada al
exceso de optimismo, a la relajación ante el futuro y la negación de los
problemas. En demasiadas ocasiones, cierto que no en todas, la complacencia
antecede al desastre. La pregunta es si nos encontramos ante un momento como
ese, el mayoritario, o no, y eso después de que todos los analistas predijeran
a principios de año que 2018 iba a ser un excelente ejercicio bursátil. Pues
hay motivos para estar preocupados, aunque sólo sea por el hecho de que las
cosas no vayan a ser tan color de rosa como se pintaban. El lunes, día del
derrumbe de Wall Street, más de un 4% de caída, juraba en su cargo como
responsable de la FED, el Banco Central de allí, Jerome Powell, un hombre de la
casa escogido por Trump para pilotar la política monetaria norteamericana.
Powell debe hacer frente a este mercado, desde una posición de mayor
restricción monetaria de la que han ejercido sus predecesores. Janet Yellen, su
antecesora, ya empezó a virar el rumbo de la FED hacia unas primeras subidas de
tipos y mensajes de que la fiesta, el ponche libre de liquidez que otorga la
casa, se acaba a medida que la fortaleza de la economía norteamericana va a
más. Sigue sin haber muchas tensiones inflacionistas, pero los tipos de interés
de los bonos de largo plazo han empezado a subir, anticipándose a las medidas
de la FED, y empezando a pinchar la que muchos denominan como la madre de todas
las burbujas, la de la renta fija. Es probable que tanto la FED como el BCE
tengan este año muchos más problemas de los esperado para llevar a cabo su
proceso de retirada de estímulos, porque pese a que muchos agentes del mercado
lo tienen descontado, han sido muchos años de dopaje monetario que ha permitido
sobrevivir a muchos, empresas privadas y gobiernos, y es más que seguro que una
normalización de los tipos de interés, aún a tasas muy moderadas, suponga
quebrantos financieros en entidades sobreendeudadas, que sobreviven muy bien a
tipos cero pero que no son viables en condiciones normales. Y todo ello con un dólar
devaluado de fondo, y unas disputas comerciales que van a más entre, al menos,
EEUU y China y Europa.
Como
siempre en estos casos, toca hacer apuestas, escoger, predecir uno mismo qué es
lo que va a suceder y tomar las decisiones de inversión, y que el tiempo nos
diga si hemos acertado o no. En unos años volveremos a la gráfica histórica y
podremos decir si las bajadas de estos días son una tormenta de invierno de
corto recorrido o un punto de inflexión que altera el fondo del mercado. En
todo caso, la volatilidad es alta, no parece que vaya a volver en un tiempo a
la nada en la que se encontraba hace apenas un par de semanas y es probable que
los índices den bandazos. Mucha precaución, sangre fría, capacidad de aguantar
pérdidas, asumir que nos hemos podido equivocar y esperar a ver qué pasa. En
bolsa no hay magia. A veces se gana, otras se pierde, y muchas veces es
imposible justificar plenamente lo uno y lo otro.
No hay comentarios:
Publicar un comentario